Implante PIP
La cirugía estética es una especialidad médica cuya práctica sólo está autorizada a un facultativo y su reconocimiento legal se halla en el Real Decreto 1277/2003, de 10 de octubre por el que se establecen las bases generales sobre autorización de centros, servicios y establecimientos sanitarios. Dentro de la oferta de asistencias se define la Cirugía estética como la unidad asistencial en la que un médico especialista en cirugía plástica, estética y reparadora u otro especialista quirúrgico en el ámbito de su respectiva especialidad es responsable de realizar tratamientos quirúrgicos, con finalidad de mejora estética corporal, facial o capilar. La correcta intervención quirúrgica hace necesaria por tanto la presencia de un médico con título homologado en nuestro país y la autorización administrativa de la clínica donde se practique (garantía de que ésta cuenta con los medios técnicos, instalaciones y profesionales adecuados). Cumplidos estos requisitos queda por preguntarse por qué se cometió el error de dar luz verde a la distribución de unas prótesis con un gel nocivo, por qué los profesionales de la cirugía continuaron implantándolas aún sabiendo su elevada tasa de roturas (desde 2005), por qué cometió tan terrible error nuestro sistema de control sanitario. Alguien debe responder por los errores y secuelas, por la investigación de las consecuencias que produce un gel tóxico en el cuerpo femenino, por los costes de la retirada de las prótesis y las pertinentes indemnizaciones a las afectadas. Independientemente de la visión personal que cada uno tenga sobre la cirugía plástica, no se puede culpar de la situación a la mujer que decide operarse por motivos de estética. Cada uno es libre de utilizar su cuerpo como desee. Los culpables son sus fabricantes, propietarios de la marca, distribuidores, clínicas y cirujanos conscientes de su peligro y que decidieron seguir explotando un negocio lucrativo, el de las apariencias que terminan explotando, como las intoxicadas prótesis PIP. Ausencia de las notificaciones de roturas a Sanidad, el mantenimiento de la marca por muchos cirujanos por poseer un precio más barato al de otras marcas, mejores pero más caras. Una pura y dura cuestión económica. Así, la implantación de las PIP costaba entre 4.000 y 6.000 euros mientras que el coste para la clínica era únicamente de 100 euros por las dos prótesis. El pago de la operación de extracción de los implantes defectuosos asciende a 3.000 euros.No es difícil hacer cálculos. La estafa de los implantes mamarios, comercializados en sesenta y cinco países, ha hecho temblar las hasta ahora cuantiosas ganancias de un pingüe sector, ha destapado la depravación del bisturí, la corrupción u omisión médica y la búsqueda de beneficio a costa del cuerpo de una mujer que, en busca de libertad y autoestima, se ha hecho esclava de su propio cuerpo. Soñaban con unos pechos más grandes o menos caídos y sus ilusiones se estrellaron contra una sustancia fría y tóxica. Su deseo convertido en drama. La salud amenazada, la belleza deshinchada.