El parto libre o free birth es literalmente el proceso de dar a luz sin la asistencia de un/a matrona, de manera intencionada. También se le conoce como parto no asistido. Una irresponsabilidad en toda regla. Nuestro hijo no nos pertenece como para tomar este tipo de decisiones que atentan contra su vida.
Sin embargo, la definición más común es el parto en casa, asistido por una matrona, lo cual, aunque cambia un poco el concepto literal, sigue renunciando al desarrollo científico-técnico médico. Algo absurdo.
Es cierto que antiguamente lo más normal era el parto en casa, lo que conllevaba a elevadas tasas de muertes tanto de madres como de bebés. Es cierto que las condiciones de insalubridad han mejorado, las necesidades básicas están cubiertas pero aún así la tasa de mortalidad neonatal en los partos en casa cuatriplica la de los partos hospitalarios.
¿Qué necesidad hay de correr ese riesgo?
Existen estudios que demuestran que cuando es un parto de bajo riesgo parir en casa es más seguro que hacerlo en un hospital, pues en casa se dilata mejor, y disminuyen las posibilidades de que la mujer sea sometida a violencia obstétrica.
También hay que comentar que el 60% de las mujeres que tienen un problema en el parto carecen de perfil de riesgo, es decir, son jóvenes, sanas y asintomáticas. Es muy difícil predecir qué paciente va a tener una complicación.
Un 35% de los partos acaban con complicaciones y el 10% de los niños deben ser atendidos en la Unidad Neonatal tras el parto. Datos que hablan por sí solos como para que siga existiendo debate sobre el parto.
Basándome en mi experiencia, si llego a dar a luz en casa, practicando el , pensando en la humanización de mi parto y mi bienestar, a día de hoy NO SERÍA MADRE. Mi hija hubiera fallecido. Y no, no era embarazada de riesgo, ni había ninguna complicación durante el embarazo hasta que las hubo en el propio parto y, gracias a Dios y a la rápida intervención del equipo médico que reanimaron a mi hija, sobrevivió sin secuelas.
En ese momento mi bienestar NO era lo importante, tampoco la violencia obstétrica que pudieran causarme durante el parto. Estaba en juego la vida de mi bebé y eso primaba sobre cualquier cosa.
No somos conscientes de que un parto puede convertirse en una catástrofe por hemorragias, aguas teñidas, falta de riego sanguíneo en el bebé, retención placentaria, etc. y en un hospital las posibilidades diagnósticas y terapéuticas son infinitamente mejores que en tu casa, donde no dispones de instrumental ni medios para subsanar cualquier complicación que se dé, por mucho que te asista una matrona.
Hay que decir que puede que todo vaya bien en un parto en casa, puede, pero si existe una posibilidad, por remota que sea, de que algo salga mal es una auténtica insensatez tomar esa decisión obviando la importancia del tiempo de asistencia, los avances médicos actuales y poniendo en riesgo la vida del bebé y la de la madre, por mucho que se gane en mayor intimidad, menos químicos (tampoco la epidural, ojo), eligir el cómo dar a luz...
¡Se nos olvidan las prioridades!! En cualquier parto lo más importante es la seguridad, poder garantizar el bienestar del bebé y de la madre y para eso lo mejor es acudir a un hospital.
Aunque he de reconocer que los hospitales deben mejorar el trato a las parturientas, ser más respetuosos, tratar de que tengan un parto más humanizado donde tengamos voz, sin violencia obstétrica, etc, pero eso no quita que fuera del mismo se corra el riesgo de no llegar a tiempo en una complicación y termine todo en un tragedia por no estar donde debemos estar.
Y es que parece que queremos vivir en la Edad Media pariendo en casa. La vida de nuestro bebé no nos pertenece así que no somos nadie para ponerla en juego. Ya puestos no les vacunemos, total, así haremos todo como antiguamente... (léase con ironía).
* Datos de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO)