Corría el año 64 dC y el emperador Nerón cuenta la historia que en el afán de una nueva Roma, pués le pegó fuego a la ciudad y mientras ésta ardía el emperador rasgaba su lira y "cantaba", viendo las llamas a lo lejos.
El poder absoluto continuado suele hacer caer en esos actos paranoicos a los hombres puestos en posiciones de mando y la historia está llena de muchos ejemplos.
Me refería en días pasados (ver artículo) a la deprimente, despiadada y espuria sanción tomada por la federación de Nicaragua (FENANIC) de prohibir jugar al ajedrez por varios años a sus diez seleccionados nacionales (varones y mujeres) por un diferendo suscitado con la entrega por parte de la organización de la olimpiada de Tromso, de un monto de ayuda por gastos de compras de los boletos a países pobres y que les fuera entregados a los jugadores y posteriormente la federación reclamar como suyo dicho reintegro ($5770), sin haber FENANIC incurrido en ese gasto, ya que, como ellos mismos lo manifestaron, los boletos se los dió el Señor Illumzhinov. Ver documento.
Dicho artículo lo escribí con mi nombre y mi número de cédula, en el escrito nunca menciono -no interesa para el efecto, ni hace falta- que yo sea directivo de la federación Costarricense. Tampoco ocupo pedirle permiso a nadie para mis opiniones. Tras 30 años de residir en Costa Rica, país al que en lo personal le debo mucho y que, ni en siete vidas le pagaría la bondad de acogerme en su suelo, tanto a mi como a miles de nicaragüenses en décadas de turbulencias de nuestro país. Mantengo mi nacionalidad Nicaragüense con mucho orgullo y agradecimiento para la Suiza centroamericana.
Les corregía en dicho artículo a los FENANIC que los boletos que ellos aceptan se los da Illumzhinov, se los dá, en carácter personal, que no sale dicho dinero de las arcas de FIDE, ni los da como presidente de FIDE, sino, en el marco de ser candidato para seguir al frente de dicho organismo. Ya quedará en la conciencia de FENANIC y sus dirigentes el por qué reciben estos boletos y a cambio de qué, solo ellos sabrán. Lo cierto es que el dinero de Tromso es para reconocer el gasto incurridos en la compra de dichos boletos, siendo entonces, que quien debería reclamar como suyo ese reintegro es pues quien los compró. No está claro por qué los reclama como propio la federación nicaragüense y exige a los seleccionados a que le reintegren ese dinero.
En la toma de la decisión de sanciones que les comunican a los seleccionados no se observó un debido proceso y no se enumera artículos ni menciona en base a qué reglamento se fundamentan para dichos desproporcionados castigos. FENANIC en posición de jaque y estando el tema de conocimiento del IND -estos con el interés de mediar- se apresuran y dictan sentencia, de manera prematura y viciada. Estas sanciones naturalmente son rebatibles e impugnables y caerán por su propio peso en nada, pero el papelón ya lo hicieron estos dirigentes y su reducido séquito que les aplauden todas sus bulas papales y su poca visión de desarrollo y promoción a lo largo de todo el país de esta disciplina deportiva en años de estar en la federación.
FENANIC en posición apurada, emite un comunicado, donde pretende sacar conclusiones de otras figuras de mi crónica -según su óptica e interés del momento- y en tono amenazador insinúa reservarse llevarme a la Comisión de ética de la FIDE. Si hubiesen mencionado que era al Tribunal del Juicio Final me habría preocupado e ido a misa a ponerme con Dios. No es pretendiendo callar, ni acusándome como si yo fuera un niño de escuela, que solucionarán el incendio que ellos provocaron. Muy difícilmente recuperarán credibilidad alguna ante la comunidad del ajedrez de Nicaragua tras este desatino, podrán asirse al poder, pero, todos los reinos al menos debajo del cielo, tarde o temprano terminan. Mi solidaridad para mis diez hermanos ajedrecistas.
Al firmante del comunicado, un respetable periodista e historiador el licenciado Hamlet Danilo García, le tengo una enorme admiración y respeto, y él sabe que la historia se escribe cada día y al color de la tinta que la oficialidad manda. Yo espero que Hamlet como Petronius en la debacle romana, reconozca en el último momento del imperio, que éste también cantaba desafinado y feo.