El fuego se extingue: Spartacus llega a su fin (Spoilers)

Publicado el 15 abril 2013 por Nestor74

Spartacus:The same one that saw
my innocent wife torn from grasp
and condemned
to slavery and death.
 Crassus:And now you
would lead thousands
to join her in futile attempt. Spartacus:Whatever happens to my peopleit happens because
we choose for it.
We decide our fates.
Not you.
Not the Romans.Not even the gods. Crassus:You choose but time
and place of journey's end.
 Spartacus:Better to fall by the swordthan by the master's lash. Crassus:And will
it balm festering wound?
If the Bringer
of Rain heralds miracle
and defeats Crassus
and his legions,
will he withdraw
from the Republic?
Content that he's brought thosewho so injured him to justice? Spartacus:There is no justice.Not in this world. Crassus:At last.A thing we agree upon.
En las horas previas a la batalla final, los dos grandes antagonistas intercambian unas palabras que cierran meses de hostilidades, escaramuzas, y persecuciones que han acabado llevando a los personajes hacia el camino que nos cuenta la crónica histórica. En este encuentro queda claro que ambos contendientes sienten respeto mútuo. Craso incluso le admira y llegará a reconocer que le hubiera gustado tenerle a su lado. Pero estas intenciones no pueden pasar por encima de la enemistad visceral que les separa y que  responde a algo más grande que todo ello: a su honor de guerreros. Espartaco está dispuesto a asumir la tragedia, la derrota. Tras lo sucedido en los dos últimos años, ha decidido que la huida termina ahora. Hacer frente, en batalla abierta, a Craso y sus legiones es lo que debe hacer para honrar a aquellos que no han podido llegar a este momento tan ansiado. Porque vivir en libertad, decidir tu propio camino y defenderlo, es algo que pesa más en la horda rebelde que la mismísima supervivencia. Es necesario dejar un mensaje que resuene en la eternidad. Una idea que inspiró a sus seguidores y que Espartaco debió asumir en sus propias carnes, compartiendo el destino de la mayor parte de ellos.  La captura y muerte de Sura, unida a su caída en desgracia, fueron el motor para la venganza de un hombre que no se conformó con castigar a los directos responsables sino que quiso golpear el corazón de la República Romana reclutando para ello a quienes habían sido víctimas de su tiranía: los esclavos. Hombres y mujeres que eran los rostros anónimos de una institución básica en el esquema social y productivo. Por consiguiente, un elemento imprescindible que iba a ser defendido a ultranza mientras los ideales de conquista y expansión seguían alimentando el orgullo de senadores, patricios e incluso de los plebeyos que sobrevivían en las calles al frente de sus pequeños negocios. Mientras los líderes seguían conspirando e incluso eliminándose para conseguir el poder máximo, el pueblo llano disfrutaba de una falsa impresión de estabilidad. Espartaco hizo temblar esos cimientos durante un breve periodo de tiempo y su rebelión acabó siendo un símbolo al que otros libertadores acudieron cuando, en siglos posteriores, trataron de derribar otros órdenes establecidos. Por su parte, Craso no sale indemne de tan dura y extenuante campaña en el mismo corazón de la península itálica. La muerte de su hijo, la traición de su adorada amante esclava, y la pérdida de valiosos colaboradores, le dejan huella. Sin embargo, el hombre más rico de Roma volverá a la capital habiendo vislumbrado el futuro que Julio César, nublado por la impetuosidad de su juventud, aún no es capaz de percibir. Dejar que Pompeyo se atribuya gran parte del crédito en la sofocación de la rebelión, es un cálculo estratégico que Craso está dispuesto a afrontar y que demuestra su enorme sagacidad. Entrar en un conflicto interno no traería nada bueno. Por contra, tener un gesto hacia Pompeyo, tras su vuelta de Hispania, puede situarle en la mejor posición para, en colaboración con la imparable irrupción de Julio César, empezar a construir una alianza que, con el tiempo, se convertirá en el primer gran triunvirato de la historia de Roma. Craso ha mostrado también su lado más humano aunque, ante todo, es un patricio romano y eso implica que no concederá el perdón final a Kore. Una amnistia hacia ella no sería entendida conociéndose públicamente su traición. El perdón más personal, más íntimo, no le servirá para preservar la vida. Sin duda alguna, estamos ante uno de los momentos más contundentes del capítulo final. Y, por añadidura, la enésima constatación de la compleja y apasionante personalidad de uno de los mejores villanos de la historia reciente de la televisión.  Steven S. De Knight no ha hecho concesiones en la conclusión de la serie. Muchos seguidores creíamos que, en último termino, existiría un halo de esperanza aunque eso podria modificar los hechos históricos. Nada de eso, el final es devastador y está dotado de una fuerza dramática que incluye momentos de conmoción muy potentes. Las lágrimas pueden inundar los ojos del espectador más sensible y, aunque existe una vía de luz al final del camino, muchos personajes emblemáticos que hemos llegado a admirar, no consiguen pervivir. También es cierto que mueren como habrían deseado: en el campo de batalla y luchando contra el opresor. Se ha cumplido con la historia una vez más. El cuerpo de Espartaco nunca fue descubierto y eso ha permitido a los creadores idear una despedida que toca la fibre sensible como nunca pensamos que podría ocurrir cuando, en 2010, empezamos a ver una serie que casi todos los expertos definían como "simple orgia de sangre y sexo". No ha sido así. Spartacus, a través de sus tres temporadas y su excelente precuela, nos ha dejado momentos, personajes y situaciones inolvidables. Y ha cambiado la forma de mostrar la acción y la violencia, haciendo evolucionar la técnica visual y situándose como un producto revolucionario, dotado de la misma actitud guerrera y combativa que han demostrado sus protagonistas. La serie ha ido creciendo, aumentando la complejidad de sus tramas y la repercusión de su propuesta. Al mismo tiempo, ha ido acostumbrando a la audiencia adulta a una nueva formulación de la narrativa visual, reflejando una época brutal sin concesiones y llegando más lejos que cualquier otro drama histórico previo. Romper fronteras, atreverse a pisar nuevos terrenos, debería premiarse y no denostarse. Tal como afirma Espartaco casi al final de su conversación con Craso, la justícia que persigue no pertenece ya a este mundo. Lo que importará es como él y sus seguidores hayan vidido, luchado, y perecido y eso ha dejado una huella en la historia que, incluso en 2013, ha resonado entre una audiencia mundial. Tal es la fuerza de una historia que ha demostrado su inmortalidad.
Así pues, cuando concluye esta trayectoria televisiva, hay que reconocer los méritos. Gracias Steven S. De Knight, Robert Tapert, Aaaron Helbing, Todd Helbing, Jed Whedon, y Jeffrey Bell. Gracias por recrear tan apasionantes historias y por construir grandísimos personajes: Batiato, Lucrecia, Illythia, Glabro, Ashur, Enomao ("Doctore"), Varro, Mira, Tulio, Solonio, Tito, Agron, Melitta, Naevia, Gannicus, Crixo, el taimado Craso, y el indomable Espartaco.
Y gracias también a los maravillosos actores que han dado vida a esas líneas de guión: John Hannah, Lucy Lawless, Viva Bianca, Craig Parker, Nick E. Tarabay, Peter Mensah, Jai Courtney, Katrina Law, Stephen Lovatt, Craig Wrightson, Jeffrey Thomas, Dan Feurriegel, Marisa Ramírez, Lesley Ann Brandt, Cynthia Addai-Robinson, Dustin Clare, Manu Bennett, Simon Merrells, Liam McIntyre, y el nunca olvidado Andy Whitfield, forjador del origen del éxito de la propuesta por su valiente y atronadora interpretación del tracio indómito. Una valentía y bravura que también exhibió en su lucha contra la enfermedad que, en último término, acabó con su vida. Magnífico el recuerdo-homenaje que los productores han concebido en los títulos de crédito finales del capítulo. Un detalle emotivo y conmovedor.
 
  Tres años de narración palpitante llegan a su fin haciendo justícia a la historia que quedó grabada con sangre y fuego hace casi 2100 años. Otros proyectos épico-históricos llegarán en el futuro. Y algunos tratarán de seguir la estela marcada por Spartacus. Que todos aquellos que lo intenten tengan el mismo talento, suerte y acierto que han demostrado De Knight y su equipo. Y esperemos que también dispongan de una mayor comprensión por parte de importantes sectores de la crítica.