El Führer desestima la propuesta de retirada de Guderian y ordena resistir a toda costa - 20/12/1941

Por Lupulox

Generaloberst Heinz Guderian, un hombre sin pelos en la lengua.
Camaradas,
En el día de hoy, 20 de diciembre de 1941, el comandante del Segundo Ejército Panzer y fundador del arma acorazada alemana, Coronel General Heinz Guderian, terriblemente preocupado, ha volado a Prusia Oriental para ver al Führer en sus cuarteles generales. Guderian quiere convencerle de que haga retroceder la línea de frente a posiciones más favorables, si es necesario a través de una larga distancia.
La entrevista de cinco horas ha sido de una gran importancia histórica. Ha mostrado a Guderian, solo pero lleno de valor, discutir su causa y transmitirle al Führer sin ambages su opinión acerca de la situación en el frente. El Führer, siempre comprensivo, ha atendido con calma a su subordinado pero ha llegado a irritarse ante los insistentes requerimientos de retirada de Guderian, que el Führer considera desacertados.
El Führer hace entrega de la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro a Heinz Guderian en octubre de 1939, en reconocimiento a su labor en la campaña polaca al frente del XIX Cuerpo pero, sobre todo, a su papel de creador del arma acorazada.
Después de que Guderian repitiese por duodécima vez la palabra retirada, el Führer ha explotado. La palabra parece pincharle como el mordisco de una víbora, evocándole el espectro del desastre napoleónico de 1812. ¡Cualquier cosa menos una retirada!
Apasionadamente, el Führer ha tratado de convencer a Guderian: “Una vez haya autorizado una retirada ya no habrá nada que los detenga. Las tropas simplemente huirán. Y con la helada y la profunda nieve y las carreteras congeladas eso significa que las armas pesadas serán las primeras en ser abandonadas, y las ligeras después, y a continuación arrojarán los rifles, y el final no quedará nada. No. Las posiciones defensivas deben ser mantenidas. Los nudos de transporte y los centros de suministro deben ser defendidos como fortalezas. Las tropas deben aferrarse con sus uñas al terreno; deben atrincherarse y no ceder un palmo.”
Guderian observa los combates a través de unos binoculares de trinchera durante la campaña de Francia en 1940.
Guderian ha replicado: “Mi Führer, el terreno en Rusia en la actualidad está congelado como un bloque de hielo sólido de cuatro pies de profundidad. Nadie puede atrincherarse allí.”
“Entonces tienen que hacer que los morteros disparen contra el suelo para hacer cráteres,” contesta el Führer. “Eso es lo que hicimos en Flandes durante la Primera Guerra.”
Heinz Guderian a bordo de un vehículo de señales durante la campaña de Francia.
“En Flandes el terreno era blando. Pero en Rusia los proyectiles ahora abren agujeros de no más de cuatro pulgadas de profundidad y el tamaño de un lavabo – el terreno está tan duro como el hierro. Además, las divisiones ni tienen suficientes morteros ni, lo que es más importante, ningún proyectil para desperdiciarlo en ese tipo de experimentos. A mí mismo tan sólo me quedan cuatro morteros pesados por división, y ninguno de ellos dispone de más de 50 proyectiles. Y eso para un sector de frente de 35 kilómetros.”
Antes de que el Führer pueda interrumpirle, Guderian ha continuado: “Una guerra de posiciones en este terreno poco adecuado conducirá a batallas de material del tipo de la Primera Guerra Mundial. Perderemos la flor y nata de nuestro Cuerpo de Oficiales y Suboficiales; sufriremos pérdidas gigantescas sin obtener ninguna ventaja. Y estas pérdidas serán irremplazables.”
Guderian conoce bien a sus soldados.  Aquí se le ve recibiendo informes de sus tropas tanquistas durante el avance a través de Rusia.
En ese momento se ha producido un silencio sepulcral en el bunker del Führer del Wolfsschanze. El propio Hitler ha permanecido en silencio. Entonces se ha acercado a Guderian y con voz implorante ha dicho: “¿Cree que los granaderos de Federico el Grande morían alegremente? Y sin embargo, el Rey estaba justificado en exigir de ellos el sacrificio de sus vidas. Yo también me considero justificado al reclamar a cada soldado alemán que tenga que sacrificar su vida.”
Guderian ha abierto y cerrado sucesivamente la boca, atónito. De lo que está hablando no es de sacrificio como tal, sino de sacrificio útil. Finalmente ha dicho con calma: “Nuestros soldados han demostrado que están preparados para sacrificar sus vidas. Pero este sacrificio sólo debería exigirse cuando el fin lo justifique. Y no veo tal justificación, mi Führer.”
Heinz Guderian, un general muy cercano a sus tropas.
De las expresiones de horror que se han dibujado en los rostros de los oficiales presentes se ha deducido que esperan ver a Hitler explotar. Pero no lo ha hecho, y en cambio ha dicho casi con suavidad: “Sé todo acerca de su esfuerzo personal, y cómo conduce a sus tropas desde el propio frente. Pero por esta razón está usted en peligro de ver las cosas a demasiada corta distancia. Está atado por demasiada compasión hacia sus hombres. Las cosas se ven más claras desde una distancia mayor. Para mantener el frente, ningún sacrificio es demasiado grande. Puesto que si no lo mantenemos, los Ejércitos del Grupo de Ejércitos Centro están perdidos.”
La discusión ha continuado durante varias horas. Cuando Guderian ha abandonado la sala de operaciones del bunker del Führer a última hora de la noche, ha podido escuchar a Hitler comentar con Keitel: “Ahí va un hombre al que no he sido capaz de convencer.”
Guderian representado como un mito, artífice del arma acorazada alemana.
Eso no era más que la verdad. El Führer no ha podido convencer al hombre que ha forjado las fuerzas acorazadas alemanas. Pero Guderian, el principio operativo de Hitler de resistir a cualquier precio y, lo que es más, bajo las peores condiciones posibles, es un insulto al pensamiento estratégico tradicional y tantas veces probado del Estado Mayor Prusiano. En una situación desesperada uno se retira para evitar bajas inútiles y para recobrar la libertad de movimientos para nuevas operaciones. Uno no resiste simplemente para ser aniquilado.
Pero al mismo tiempo, uno no puede rechazar por completo el razonamiento del Führer de que permitir una retirada en los páramos del invierno ruso y bajo la presión de un Ejército Rojo fanático y ebrio de victoria podría convertir la retirada de las vapuleadas tropas alemanas en una estampida.
¿Y qué sucedería una vez que las tropas estuvieran en marcha? Durante una retirada, el pánico se extiende con facilidad, convirtiendo la retirada en una huida desordenada. Y nada es más difícil que detener la huída de unidades aterrorizadas.
Representación artística de la resistencia fanática que el Führer exige a sus soldados ante el ataque de las hordas rojas y que muchas unidades de primera línea de frente están plantando ya. 
Estas consideraciones han inducido al Führer a rechazar los argumentos de Guderian con un "No" inflexible. Incluso ha revocado la autorización que había dado durante los primeros días de la ofensiva soviética para el acortamiento de los sectores de la línea de frente y la retirada a líneas de retaguardia, y en su lugar emitido su orden de resistir a toda costa que a buen seguro, durante generaciones será objeto de acalorada discusión entre los historiadores militares: “Los comandantes y oficiales deben, mediante su participación personal en la lucha, obligar a las tropas a plantar una resistencia fanática en sus posiciones, independientemente de las penetraciones enemigas en su flanco o retaguardia. Sólo después de que posiciones en la retaguardia, acortadas y bien preparadas, hayan sido guarnecidas por reservas, podrá considerarse la retirada a dichas posiciones.”
En verdad, esta orden ha sido y será objeto de disputa. Por un lado muchos dirán que la orden es un acto de locura que abocará al grueso de las fuerzas alemanas en el Este al innecesario sacrificio. Las tropas, se argumentará, habrían sido capaces de efectuar una retirada ordenada. Posiciones defensivas favorables como, por ejemplo, las existentes a lo largo de las tierras altas de Smolensko, habrían condenado al Alto Mando Soviético a desatar costosos ataques que habrían diezmado a las divisiones soviéticas en muy mayor medida que las tropas alemanas.
Representación artística de la penosa retirada que llevó al Ejército de Napoleón a la perdición tras haber alcanzado Moscú.  Esto es lo que el Führer quiere evitarle a la Wehrmacht.
No cabe duda de que este razonamiento es bueno para ciertos sectores del frente. Pero también hay muchos comandantes sobre el campo de batalla, oficiales de Estado Mayor y Comandantes en Jefe de Ejércitos que comparten la opinión del Führer de que una retirada general bajo la presión de las divisiones de asalto siberianas, con su superioridad en el combate invernal, llevaría al caos en muchos puntos y al colapso de sectores substanciales del frente. Se abrirían huecos que ningún comandante podría volver a tapar. Los agujeros perforarían la línea y los Ejércitos Soviéticos simplemente tendrían que correr a través de ellos, perseguir y alcanzar a los alemanes en retirada. Y detrás de Smolensko los soviéticos podrían entonces cerrar su trampa alrededor de todo el Grupo de Ejércitos Centro, y destruirlo.
Quizás esta teoría, sostenida por el Führer, atribuye al Ejército Rojo una habilidad y una fuerza mayor de la que realmente posee. Pero no puede negarse que, desde el punto de vista puramente militar, la simple y draconiana orden de Hitler de resistir a toda costa posiblemente haya ofrecido la única y real oportunidad de atajar el terrible peligro de colapso que se cierne sobre el Grupo de Ejércitos Centro. El cronista preocupado tan sólo en la historia militar debe aceptar este hecho. Otra cuestión distinta son las consideraciones políticas, morales y filosóficas. Los conflictos mentales que esta orden de resistir a toda costa provocarán entre los comandantes del campo de batalla, las tragedias a las que conducirá y, también, el heroísmo sin parangón y la capacidad de sacrificio que demostrarán aquellos soldados determinados a obedecerla, quedarán ilustrados en las operaciones del Noveno Ejército en el flanco norte del Grupo de Ejércitos Centro en la zona de Kalinin-Rzhev y en las batallas defensivas del cercano Decimosexto Ejército del Grupo de Ejércitos Norte entre el Lago Seliger y el Lago Ihnen. Los acontecimientos, lo sabemos, justificarán por completo la decisión de Adolf Hitler, nuestro Führer y Comandante Supremo.
Führer befiehl, wir folgen Dir!
Nichts für uns, alles für Deutschland!