El fútbol, la patria y la bandera

Publicado el 02 julio 2012 por Imperfectas


El fútbol es todo un fenómeno social, como lo es la tremenda expectación que ha levantado la selección española en los últimos años y la consecuente exhibición de la bandera de España sin pudor alguno. Para empezar, resulta llamativo que personas como yo, que no somos aficionadas al deporte rey, es más, que nunca vemos la tele, permaneciéramos ayer pegadas a la pantalla al borde de un ataque de nervios cada vez que los italianos atacaban disparaban a nuestra portería. No sólo ayer, porque, en mi caso y en muchísimos otros, no ha sido el único partido de la Eurocopa que he visto.
Y es curioso lo que la selección española de fútbol ha conseguido desde el año 2008, año en el que se hizo con la primera Eurocopa. Antes todo había sido sequía en esas lides deportivas, pues no pasábamos de cuartos de final, “la maldición de cuartos” la llamaban. Pero desde que nos hemos convertido en una potencia del balompié, primero europea, hace cuatro años, y luego mundial, en 2010, la bandera ha cobrado otro sentido. Y ayer era ya una locura colectiva, una borrachera, un delirio vestido de rojo y amarillo, en casas, bares, calles, plazas.
En casa de mis padres nunca ha habido una bandera de España, ni colgando de la terraza ni dentro, guardadita en un cajón. Nunca es nunca. Jamás he prestado atención a la bandera, ni la he sentido como algo mío. No me lo han inculcado, no lo he mamado. Es más, en mis años de rojerío, que los tuve, me causaba un franco rechazo. Porque la bandera era un símbolo del que se había apropiado la derecha, era su patrimonio. Porque si llevabas una bandera en el coche automáticamente eras un facha. Pero para los que tienen menos de 30 o de 25, las cosas han cambiado, felizmente. Hay barreras que van cayendo y me alegra.
Ahora, por obra y magia del fútbol, o más bien de este equipo, en un momento especialmente duro económicamente para el país, la bandera se nos antoja hasta bonita. Estos días se la hemos pintado a nuestros hijos en la cara. Otros la han llevado en el coche sin complejos. Yo no he llegado a colgarla de la ventana, porque no tengo ninguna, pero me hacia gracia pasear por mi barrio y verla en otras casas. A mi hija pequeña le encanta y me resultó divertido cuando hace unos días íbamos por una calle y las contaba. “Una España, y ahí otra España, y ahí otra más, mamá, son tres”. ¿Pero cuantas Españas (banderas) hay, Daniela?”, le pregunté. Y como íbamos por una calle con las fachadas maquilladas en rojo y amarillo me contestó “Muchas”. Pensé que de eso se trata, que hay muchas Españas dentro de una, distintas identidades, pero que de alguna forma cuando se viven acontecimientos como este la bandera nos une.
No soy nacionalista y no tengo problema en admitirlo. Como tampoco me da sonrojo escribir que ayer estaba encantada de que los míos hubieran conseguido el trofeo y que me pareció que la marea de banderas en el estadio y en las calles de muchas ciudades españolas era preciosa. En esta selección hay jugadores vascos y catalanes, uno de los cuales, Piqué se hizo una fotografía con la senyera, la bandera catalana, envolviendo el trofeo que había conseguido como internacional de la selección española, gestó que a mi me gustó, pero que a otros no habrá hecho tanta gracia. Allá ellos. Gracias a este equipo y a esta victoria muchas personas han dormido esta noche contentas, o algo más despreocupadas. Yo también y en los tiempos que corren no es baladí. Ya nos despertará la cruda realidad. Hoy, 2 de julio, toca disfrutar el momento.