El Futuro Argentino: la Nación en Peligro
Publicado el 14 junio 2019 por Moebius
En su artículo 1, la Carta de las Naciones Unidas indica "el respeto por el principio de la igualdad de derechos y por el de la libre determinación de los pueblos". Y aquí aparecía un concepto clave: libre determinación de los pueblos. Como indica la propia ONU, ese derecho significa que "el pueblo de una colonia o Territorio dependiente decide sobre la futura condición de su país". Relacionado con eso, también surgía la duda de qué se podía considerar una colonia o territorio dependiente, y la ONU lo definió como "un territorio cuyo pueblo todavía no ha alcanzado un nivel pleno de autogobierno". Bajo estas condiciones, quizás convendría considerar a toda latinoamérica como una colonia, o mejor dicho, a todos los países del mundo como colonias del neoliberalismo y el capital concentrado.. En Argentina, y más allá del culebrón de las listas, de los presidenciables, de las campañas y de quien sea el futuro presidente, lo real es que los Amarillos dejan una Argentina en peligro, sea quien sea el que gane las elecciones. Si bien la situación de la Argentina es alarmante desde hace tiempo, en los últimos tramos la cosa se pone al rojo vivo, pero condiciona un futuro mínimamente digno para las mayorías. Inclusive delimitado en la libre determinación de los pueblos, condicionados al dólar y a las políticas de EEUU e Israel.El derecho a la autodeterminación estipula que los territorios coloniales tenían derecho a decir qué querían ser en el futuro. La mayoría, por motivos obvios, han acabado eligiendo la independencia, pero otros territorios, a menudo insulares y bastante dependientes, han preferido mantenerse ligados a otro país. Pero hoy se da la situación de que más allá de lo que quiera el pueblo (supongamos la independencia), el sistema obliga al mismo a realizar actos (que parten desde el mismo sufragio) que terminan yendo en contra de sus propias necesidades e ideales. Aún así, a esa mentira se la considera como parte de la "libertad" de una sociedad de mercado.
La nuestra es
una democracia limitada y en grave peligro. Teniendo en cuenta este contexto, vamos a pegar una mirada al ajuste que viene, o que prepara el mercado. Más allá de quien intente gobernar una nación a la que despojaron de su libre determinación soberana.
¿Con la designación de Miguel Pichetto como compañero de fórmula logró Macri resolver los graves problemas económicos y sociales del país, ocasionados por las desastrosas políticas de su gobierno durante estos tres años y medio? Si nos atuviéramos estrictamente a las reacciones de “los mercados”, pareciera que sí: sube el Merval, vuelan los bonos, baja el riesgo país, baja el dólar.
Por supuesto que no es necesario ser muy agudos para advertir que nada de eso cambia la situación concreta de la gente de a pie: el sueldo sigue sin alcanzar, sigue costando llegar a fin de mes, hay incertidumbre por el empleo y la actividad económica real se sigue desplomando, siguen subiendo los precios de los productos esenciales de la canasta familiar; y nada indica que eso vaya a cambiar en lo inmediato.
¿Qué leen entonces “los mercados” en el anuncio de la fórmula oficialista, y que explicaría tanta euforia? Leen lo que suponen será una garantía más eficaz para la preservación de sus intereses: un consenso político (en teoría más amplio) entre el gobierno y parte de la oposición, que garantizará la plataforma para el ajuste que se viene, más profundo aun que el que ya vivimos, y que generará los excedentes necesarios para el pago puntual de la deuda; extraídos claro está de un mayor sufrimiento de los sectores mayoritarios de la sociedad.
Lo había dicho hace un tiempo Macri, cuando le preguntaron que haría si fuera reelecto: lo mismo que viene haciendo, pero más rápido. Hace unas horas lo dijo Rogelio Frigerio (a quien le atribuyen ser el autor de la idea Pichetto): la fórmula oficialista es una buen noticia porque “amplía los consensos necesarios para hacer lo que hay que hacer”.
Como él no lo dice con todas las letras por razones obvias, lo decimos nosotros: reforma laboral flexibilizadora, reforma previsional ajustadora, profundización del ajuste fiscal. Eso que este mismo gobierno trató de hacer o hizo a medias en diciembre del 2017 con el apoyo (entre otros) de Pichetto, y no pudo porque se encontró con resistencia social. Tan entusiasmados están que dan por descontado que ganan, y ya avisan que si eso sucede, sacarán por DNU la reforma laboral.
Ayer en medio del festival de anuncios sobre el cierre de la presentación de las alianzas, pasó desapercibida una frase muy aguda de Felipe Solá, cuando le pidieron su opinión sobre el pase ahora formal de Pichetto al oficialismo: dijo que lo importante del lugar político en el que cada uno elige estar, es que es el modo de definir que intereses aspira a representar.
Y dio en el clavo, porque por más que la quieran reducir a un puro asunto de marketing o estrategia electoral, la política sigue siendo esencialmente un asunto de representación de intereses sociales, lo que no supone necesariamente el conflicto, pero tampoco lo descarta: cuando se agotan las chances de alcanzar consensos entre intereses contrapuestos o las posibilidades de arbitrarlos, hay que elegir a cuáles se aspira a representar.
De allí que no hay que perderse tanto en el análisis de las arquitecturas electorales confundiendo la búsqueda amplia de consensos políticos, desatendiendo este aspecto esencial: la capacidad de representación de intereses, y la voluntad de hacerlo.
Con mucha claridad lo dijo esta misma semana Cristina en Santiago del Estero, hablando de la restricción externa y el pago de la deuda: si llegara al gobierno la principal oposición, tiene la intención de pagar la deuda, pero los dólares hay que sacarlos de algún lado. Y precisó: no se los podemos pedir ni a los cartoneros de Grabois, ni a los camioneros de Moyano.
Si hubiera sido candidata de la izquierda, hubiera dicho “que la crisis la paguen los capitalistas”; pero como lo es en representación de la casi totalidad del peronismo, dejó en claro quienes no la tienen que pagar, que son los trabajadores.
De allí que uno comprende que por las exigencias de la comunicación política electoral, el nuevo frente sea “Todos”, pero está claro que “todos no son todos” porque a todos no se los puede representar, al mismo tiempo y con la misma propuesta política: hay que elegir a quien. En todo caso lo deseable es que los representados (es decir, aquellos cuyos intereses se quiere defender, en términos políticos) sean muchos, que son los que hoy están sufriendo el efecto de las políticas del gobierno de Macri.
Terminada la etapa del cierre de alianzas y con el armado de las listas por delante, más allá de si habrá o no PASO presidencial al interior del principal espacio opositor, o de como se terminarán resolviendo las exigencias de la vanidad de Massa, este es el aspecto central que debe resolver la oposición si quiere ganar las elecciones, y llegar al gobierno.
Y si bien está claro que esa idea (la de asumir la representación de determinados intereses) es precisamente la que presidió e inspiró la convergencia de sectores hacia la conformación del frente, debe hacerse explícita en su propuesta política, y en su formato de campaña.
Nota original