Yo, de pequeño, jugaba a policías y ladrones y jugaba a la «tiendita». Esos eran algunos de mis juegos. —Si, también jugaba a «Papá y Mamá» y al «Doctor y su paciente», pero esa es otra historia—.
El juego de ladrones y policías, supongo que obedecía al hecho de ser hijo del Prefecto de La Parroquia y vivir los primeros años de mi vida metido en la prefectura, entre policías y detenidos.
El de la tienda o bodega, provenía de ver cómo todos los días, antes de salir el sol, ya se estaba descorriendo la santamaría que mis padres tenían en un local de nuestra casa, frente a la plaza. Que me permitieran cerrar una que otra noche esa santamaría, era para mí el sumun de la alegría. Me sentía adulto, grande.
Esos eran mis juegos, porque esa era mi cotidianidad. Esa era mi «normalidad».
Después de morir papá, muchas…
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