La idea no es nueva. Se trata de utilizar unos barcos futuristas para disparar hacia el cielo agua marina y crear nubes que reflejen la luz del Sol, enfríen el planeta y puedan ayudar a contener el cambio climático. Suena a ciencia ficción, pero los científicos han retomado la idea. Rob Wood, un físico atmosférico de la Universidad de Washington, ha descrito un experimento para probar, a pequeña escala, esta propuesta clásica de la geoingeniería, la aplicación de la tecnología para manipular el medio ambiente. Sus conclusiones aparecen en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society.
La propuesta de Wood incluye actualizaciones sobre qué tipo de barco sería mejor para rociar el agua salada al cielo, el tamaño que deben tener las gotas de agua y los efectos climatológicos potenciales. El objetivo final es animar a más científicos a considerar la idea de lo que se conoce como «nube marina brillante» (marine cloud brightening) e incluso a hacer agujeros en ella. «Con el interés suficiente, la financiación de un experimento podría llegar a ser posible», asegura el científico.
Se trata de que una flota de barcos equipados con rociadores de partículas disparen la sal marina a la atmósfera. Eso produciría una cubierta de nubes que reflejaría la luz hacia el espacio y crearía un efecto de enfriamiento en la Tierra. Esa es la teoría, Wood y sus colegas quieren llevarla a la práctica. Proponen hacer un experimento a pequeña escala para probar su viabilidad y comenzar a estudiar los efectos.
En una primera fase, se enviaría un barco con rociadores que puedan inyectar suficientes partículas con la elevación adecuada. Un avión equipado con sensores estudiaría los componentes físicos y químicos de las partículas y cómo se dispersan. Después, se enviarían diez barcos repartidos a lo largo de 60 millas en el océano. Las nubes resultantes serían lo suficientemente grandes como para que los científicos puedan utilizar satélites para examinar su capacidad de reflejar la luz.
Wood cree que hay muy pocas posibilidades de que el experimento tenga efectos a largo plazo, pero serviría para poner a prueba la idea de la geoingeniería. «Es una idea de solución rápida, cuando en realidad lo que tenemos que hacer es avanzar hacia una economía de baja emisión de carbono, que está resultando ser un proceso largo», afirma Wood. «Pero debemos saber acerca de las posibilidades, por si acaso»
Estas nubes artificiales, al igual que otras propuestas de la geoingeniería, son objeto de controversia por sus implicaciones éticas y políticas y la incertidumbre en torno a su impacto.
El hombre siempre ha intentado controlar la meteorología. Desde el comienzo de los tiempos -para sumar algo de dramatismo- los altibajos del clima han creado catástrofes. El control del tiempo sería algo así como el triunfo completo de la humanidad sobre la naturaleza. Sin embargo, estamos muy lejos de este objetivo, más allá de algún que otro personaje de comics o ciencia ficción.
Si los jugadores de España se quejaron de las temperaturas con las que jugaron en Brasil en la pasada Copa Confederaciones, se lo tomarán como una broma cuando jueguen el Mundial de Catar en 2022. En el país asiático se prevén temperaturas de entre 41 y 50 grados, totalmente incompatibles con la práctica del fútbol.
El calor extremo que asolará en los meses de verano en el país de Oriente Medio invitó a que La FIFA pensara en disputar el Mundial en época invernal, pero eso obligaría a modificar el calendario de todas las ligas, por lo que se descartó esa opción.
Ahora, los científicos de la Universidad de Qatar han diseñado unas nubes artificiales para dar sombra a los estadios e incluso a los campos de entrenamiento. Han informado que funcionarán a partir de la energía solar que producirán los propios estadios.
Según el estudio, las nubes podrían bajar hasta 20ºC las temperaturas de los estadios. El Dr. Saúl Abdul Ghani, jefe del Departamento de Ingeniería Mecánica e Industrial de la Universidad de Qatar, anunció que "las nubes artificiales se fabricarán usando estructuras de carbono, que se sostendrán mediante gas de helio".
Las nubes artificiales serían de control remoto para que pudieran ser colocadas en el ángulo correcto y de esta forma maximizar el sombreado. El precio estimado de cada nube es de unos 355.000 euros, aunque el dinero no parece que sea el mayor impedimento en un país como Catar.
Tal y como asegura el diario local The Peninsula Qatar, el Doctor Saud Abdul Ghani, director del departamento de Mecánica e Ingeniería Industrial de la Universidad de Qatar, se están llevando a cabo diseños para la construcción de nubes artificiales con el objetivo de hacer sombra y de este modo rebajar las temperaturas que tanto preocupan para el Mundial de fútbol que allí se disputará en 2022.
El proyecto planea que dichas nubes artificiales, que estarán construidas con fibra de vidrio, puedan ser movidas por control remoto con tal de proteger de los rayos solares directos e indirectos, así como controlar las temperaturas para los estadios que no estén cubiertos.
El calor asfixiante al que se expondrán los futbolistas en el Mundial que se disputará en el país árabe es el principal problema al que se enfrentan los organizadores de dicho evento, y causa de múltiples críticas a la FIFA por elegir Qatar como sede. Varias han sido las propuestas para salvarlas, desde dotar de aire acondicionado a los terrenos de juego la preferida por Platini, la de disputar el Mundial en invierno. Sin embargo, esta última idea, además de innovadora e impactante, podría acabar con los problemas de raíz satisfaciendo a toda las partes involucradas.
De todos modos, la idea de las nubes artificiales no es ninguna novedad. Hace no mucho que Bernie Ecclestone, patrón de la Fórmula 1, lo propuso como una opción para provocar lluvias durante la disputa de Grandes Premios y, así, hacer las carreras más atractivas.
El cambio climático se hace más notable cada día. La temperatura del planeta sigue subiendo, y los ingenieros se devanan los sesos buscando formas de revertir el proceso de recalentamiento global. Una de las últimas ideas en danza consiste en construir unos dos mil barcos capaces de convertir agua de mar en nubes, y ponerlos a navegar sobre el océano pacifico. El vapor de agua en la atmósfera debería reflejar la suficiente luz solar como para mantener fresco el planeta. ¿Funcionaría una cosa así?
Las ideas para combatir el cambio climático se multiplican como si fuesen conejos. Algunas tienen bastante sentido, sobre todo las que implican el uso de energías limpias y renovables, y otras son bastante más atrevidas, como esa de enviar el CO2 al espacio. Un nuevo proyecto, fruto de los más prestigiosos cerebros del Copenhagen Consensus Center (CCC), le encuentra una vuelta de tuerca original al asunto. Básicamente, el CCC aconseja construir una gran flota de barcos que naveguen, de forma automática, una y otra vez a lo largo del Océano Pacifico. Estos barcos, mediante una especie de motor eólico, convertirán el agua de mar en nubes destinadas a opacar el brillo del Sol, reflejando luz hacia el espacio.
Según David Young, miembro de la organización que ha propuesto está idea, “cuando inyectamos un spray de agua salada en la atmósfera estamos creando núcleos sobre los que se condensan las moléculas de agua, creado grandes y pesadas nubes, sobre las que se reflejaría la luz del sol devolviéndola al espacio”. Dicho así, parece fantástico y hasta viable. El sistema tiene un mogollón de ventajas, una de las más importantes es que el proyecto no implica “sembrar” la atmósfera con alguna sustancia química destinada a atrapar el CO2, que en el futuro se pueda convertir en un problema: solo se trata de vapor de agua. Además, los 1900 barcos imaginados por CCC no serían contaminantes, ya que utilizarían el viento para propulsarse, utilizando un sistema de fuerza aerodinámica rotatoria (que no se ha usado en navegación en los últimos 80 años) llamado “efecto Magnus”. Este efecto fue observado por primera vez por Isaac Newton, al ver cómo los jugadores de tenis hacían girar la pelota para cambiar su trayectoria en el aire con cada golpe de su raqueta.
1900 barcos convertirán el agua de mar en nubes
Utilizar de la forma más efectiva los escasos recursos que dedican los gobiernos a combatir el flagelo del calentamiento global es casi un arte. Y fijar una agenda de trabajo con plazos razonables resulta indispensable. A veces, parece que todas las ideas propuestas estarán maduras o serán viables cuando la Tierra se parezca más a un horno que a un planeta habitable. Al respecto, Brian Launder y Michael Thompson, científicos de las Universidades de Manchester y Cambridge, respectivamente, dicen que “existe la creciente sensación de que los Gobiernos están fallando en afrontar la urgencia de poner en marcha medidas que logren que nuestro planeta alcance un equilibrio seguro. Las cifras sobre la reducción de emisiones de carbono simplemente no tienen sentido y debemos considerar otras opciones, como la geoingeniería”. Este proyecto, claramente, se encuentra dentro de ese grupo de soluciones.
Stephen Salter, de la Universidad de Edimburgo y coautor de la propuesta, asegura que “el resplandor de estas blancas nubes marinas podría enfriar el planeta en grado suficiente para compensar calentamiento”. Disminuir la cantidad de energía solar que llega a la Tierra en sólo 3,7 vatios por metro cuadrado, mantendría estables las temperaturas globales al menos hasta 2050. No parece algo demasiado complicado de lograr, sobre todo si tenemos en cuenta que esa cifra es poco más del 1% de los 340 vatios de calor por metro cuadrado que -en promedio- aporta el Sol.
Venus un buen ejemplo de lo que nos puede pasar si no vamos con cuidado.
Sin embargo, puede que el asunto no sea tan simple. Muy cerca de la Tierra tenemos un perfecto ejemplo de cómo las nubes, lejos de “refrescar” el planeta, pueden convertirlo en un hermoso invernadero. Venus, el segundo planeta del sistema solar, es considerado a menudo como el planeta gemelo de la Tierra. En algunos aspectos son muy semejantes, pero nuestro vecino soporta temperaturas diurnas tan altas (desde unos 120 ºC hasta más de 470 ºC,) que son suficientes para fundir metales como el plomo. Las responsables de este efecto son, nada más ni nada menos, que las espesas capas de nubes que cubren el planeta. Por supuesto, la composición de la atmósfera de Venus es muy diferente a la terrestre, ya que posee (por ejemplo) una elevada cantidad de dióxido de carbono y ácido sulfúrico.
Es posible que el comportamiento de la mecánica atmosférica de Venus no sea exactamente el mismo que el de las nubes de agua de mar propuestas por el CCC, pero se trata de un excelente recordatorio de lo que nos puede pasar si no vamos con mucho cuidado. A veces, el remedio puede resultar peor que la enfermedad.Antes de terminar con este artículo, quiero compartir contigo el siguiente video. Espero que resulte de tu interés.