Los reyes portugueses los adoptaron de los antiguos Al-zuleique árabes, llenando desde entonces, junto a los adoquines de sus empedrados, con su contenido y desde su personalidad, los paseos y visitas que realicemos por la vecina Portugal...
Desde el siglo XVIII el azulejo invadió iglesias y conventos, palacios y casas, jardines, fuentes y escalinatas... Unas veces desde los motivos geométricos, otras contando historias de la vida de los santos o abordando temas tan profanos como las fábulas de La Fontaine o de la vida misma; a veces con textos como si de un antepasado del cómic se tratara...
No desmereciendo el Nacional de Lisboa, Portugal es un auténtico museo vivo del azulejo...Enumerar los lugares más admirables y destacados resultaría harto complicado: las estaciones del Metro de Lisboa; de tren, como la de San Benito, en Oporto; los palacios modernistas de Aveiro...
Otras veces, las más como la de la foto que encabeza a estos comentarios: tropezamos con la belleza de esta técnica asomada a una ventana llena de cotidianidad...