Así las cosas, hacía 15 años que no visitaba Granada, pero aprovechando que estuve con unos amigos hace muy poquito, voy a sacarme una espinita y dedicar esta entrada al famoso "Castillo Rojo", la Alhambra de Granada.
Bueno, o por lo menos una parte del mismo, el Generalife para ser más exacto. Resulta curioso que los reyes musulmanes construyesen anexo a la Alhambra, un palacio como "lugar de descanso"...¿en serio, les parecía poca cosa los palacios nazaríes?. El caso es que el Generalife se convirtió en algo así como la "zona de recreo" de estos antiguos reyes, pero no solo con edificios idílicos para "irse de vacaciones", sino también con grandes extensiones para el cultivo, la caza y la huerta, dado que el objetivo del Generalife era también abastece a la ciudad amurallada de la Alhambra de frutas, verduras y hortaliza para hacerla autosuficiente, pero también de algo muchísimo más importante, el agua.
De los tres accesos que tenía le Generalife, el acceso por la huerta era el más directo, y también el más empinado. Ah por cierto, si se fijan, el fruto que pueden ver en la huerta es por supuesto una granada, faltaría mas....
El antiguo Yannat al-Arif se estructuraba en 4 huertas adaptadas al terreno en forma de bancales, una dehesa y una zona residencial. Lo que no existía en aquella época era el auditorio abierto de reciente creación donde se ofrecen espectáculos en verano, ni tampoco los bellos Jardines Nuevos (1931 y 1952). Esta es una zona de relajación, donde los jardines de estilo hispanomusulmán, están lleno de rincones ideales para el disfrute de los sentidos, en especial del oído, con sus muchas fuentes de agua...
...la vista...
...o el olfato, sobre todo en primavera, cuando estallan en flor la gran variedad de especies vegetales o el laberinto de rosas que embellece aun más si cabe esta maravilla.
Si bien es cierto que el diseño del jardín data del siglo XX, sí que está estructurado con los principios artístico de la Alhambra, por lo que el conjunto debía de resultar igualmente espectacular, aunque en aquella época habían muchas más huerta de las que ahora vemos.
El primer patio al que accedemos lleva el nombre del patio del descabalgamiento o apeadero.
Os contaba antes que el acceso más directo y rápido entre la Alhambra y el Generalife se hacía por la huerta, el problema es que ese camino tenía un enorme desnivel, y si era necesario recorrerlo rápidamente, por practicidad o por peligros de la guerra, siempre se hacía a caballo. Pues bien, este patio está a un nivel más bajo que el resto, y se llama así porque los que llegaban hasta el Generalife cabalgando desmontaban en este lugar. Por eso podemos ver un pequeño abrevadero para las monturas y también unos bancos de piedra adosado a la pared para que sirviera como apoyo a la hora de bajar del caballo.
Para acceder al siguiente patio, hay que subir unas pequeñas escaleras, estamos pasando a un "nivel" más elevado, y si nos fijamos en lo alto del arco que da acceso al mismo, veremos el símbolo de la llave, el mismo que podemos encontrar en la Puerta de la Justicia o en la Puerta del Vino.
Se trata de un símbolo de bienvenida, que para algunos representa la Fe que promovió el profeta Mahoma para difundir el Islam, y para otros representa las llave de las Puertas del Cielo prometido.
Es posible que no sea el Cielo, pero lo cierto es que siguiente estancia es un verdadero paraíso en la tierra. El Patio de la Acequia, el centro neurálgico del Generalife, se accede subiendo unas escaleras por un pasillo en forma de recodo, que está pensado para sorprender a los invitados que ignoran (o ignoraban cuando no existía internet claro jaja) las maravillas que se esconden en su interior.
La gran acequia central, nutre sus aguas del Canal o Acequia Real que regaba los huertos del Generalife, no solo da frescor a la estancia, sino que además, el murmullo del agua evitaba que los posible curiosos escuchasen conversaciones privadas, aunque los surtidores no son de época musulmana.
La galería lateral está rematada con 18 arcos, algunos de los cuales tienen el símbolo del yugo y las flechas, el yugo por la "Y" de Isabel, y las flechas por la "F" de Fernando. En el centro nos encontramos con un precioso mirador con unas vistas increíbles y unas ventanas bajas ideales para ver el paisaje sentado en el suelo. Este mirador es el único real de época musulmana, dado que eran más celosos de su intimidad, el resto de la galería abierta, que amplía el mirador central, es ya de época cristiana.
Desde aquí se aprecia en primer lugar la Huerta Colorá, la más antigua que se conserva, detrás podemos ver la Alhambra en todo su esplendor, con las torres de la Cautiva y de las Infantas, y como fondo el barrio del Albaycín todo blanco encaramado a su ladera.
"Es fácil entender por qué los moros suspiraron al ser forzados a dejar Granada. Es una ciudad de vistas maravillosas. En la especialmente luminosa sur de España, las torres de la Alhambra siempre brillan" (James Henderson)...poco más que añadir, continuamos.
Desde aquí, tras, no sé, cien fotos, entramos en el Palacio de origen almohade. Por un pórtico de 5 arcos se accede a la Sala Regia, los aposentos del rey, y lo primero que me llama la atención son las tacas situadas en la entrada.
Las tacas son unas alacenas u hornacinas practicadas en el muro y que suelen ir por pareja a ambos lados de los arcos o puerta de entradas a las habitaciones. Su misión, contener vasijas con agua para saciar la sed y también para las abluciones de purificación que preceden a la oración entre los musulmanes. El agua era un lujo para los descendientes de las tribus del desierto, y desde luego los reyes de la Alhambra no estaban dispuesto a prescindir del mismo.
Por supuesto, desde este Pabellón Norte, las vistas de la Granada vieja son maravillosas, así da gusto levantarse por las mañanas.
Y por supuesto el interior no esta nada mal, con multitud de detalles en yesería imposible de retener en la memoria...vaya vida la del Sultán...¿o no?
Bueno, no todo era color de rosa para los poderosos señores que moraron en estas habitaciones, de hecho el siguiente patio cuenta con una leyenda nada favorable para el sultán.
Y es que según la leyenda, el sultán Boabdil sorprendió en este patio, justo debajo de tronco del ciprés que podemos ver, a su favorita Morayma besándose con un apuesto caballero de la tribu de los abencerrajes. Como se pueden imaginar, el caballero, y de paso varios nobles de su tribu, acabaron como el ciprés de la foto, muertos.
Es más que probable que el relato sea pura fantasía fruto de la imaginación de los viajeros románticos, pero lo cierto es que el ciprés, probablemente ya existiera en dicha fecha, pues aparece en un grabado del 1.500, y por su altura y grosor se cree que efectivamente se plantó en época árabe y que vivió más de 600 años, siendo, hasta los años 80, el ciprés más viejo de Granada.
Este ciprés quizás nos podría contar lo mucho que ha cambiado este patio desde la época árabe, en aquel entonces esta estancia podría ser el hamman del Palacio, y más adelante un estanque "de peces" que recogía el agua del que se nutre el resto del espacio. No se sabe con certeza, lo que sí es seguro es la vinculación de esta estancia con el líquido de la vida, pues incluso existe una gruta con una cascada en sus paredes que nutre todo el conjunto.
Otra curiosidad es que las paredes del patio estaban pintadas con escenas árabes y cristianas, pero se taparon con nuevas pinturas a mitad del siglo XIX. No obstante si nos fijamos podemos descubrir algunos restos de estas pinturas.
Es curioso como este pequeño patio, fruto de la evolución de sus muchos años, cuenta con una belleza singular que atrapa, a quien lo observa más allá de la leyenda, incluso famosos paisajistas como el francés Forestier se han inspirado en este jardín.
Subiendo por las escaleras del final del patio, llegamos a los Jardines Altos, desde donde volvemos a disfrutar, una vez más, de unas vistas privilegiadas tanto del patio de la acequia, como de su mirador, de la Alhambra y de Granada...impagable.
También podemos ver a mano derecha la planta superior del Pabellón Norte que fue construida en 1.494 por orden de los Reyes Católicos, con una extensa galería con soportes de madera para dar ligereza al conjunto y no dañarlo, pero ideal para contemplar el paisaje, rompiendo una vez más con el sentido intimista de la arquitectura nazarí.
En estos jardines, que antiguamente había un olivar, ahora hay especies como abetos, magnolios o cipreses, pero lo que atrae todas las miradas es la famosa escalera del agua.
Llamada así por los canales de agua que recorren los pasamanos, la escalera de agua, construida entre los siglos XIII y XIV estaba decorada con azulejos de colores, y en tiempos fue el camino de acceso a un pequeño oratorio musulmán situado en la parte más alta del recinto.
Este fue el rincón favorito de Federico García Lorca o de Manuel de Falla, y no es para menos, el sonido del agua corriendo libre cual arroyo, el olor de los laureles que envuelven la escalera, y las pequeñas fuentes en los descansos, invitan a el alma al reposo y sosiego, da igual que sea para la ablución, el rezo, o la mera contemplación.
Arriba de la escalera llegamos a al punto más elevado del Generalife, quizás por ello, el edificio que ahora ocupa el lugar del antiguo oratorio musulmán, se le conoce como el mirador romántico.
Continuando nuestro paseo, disfrutamos ahora de dos caminos asilvestrados. Por un lado tenemos el Paseo de las Adelfas, con su cúpula vegetal.
Justo al Este del paseo de las adelfas, en el nivel más elevado y oculto a los turistas, se encuentra uno de los secreto de la belleza de la Alhambra, los Albercores, un conjunto hidráulico que permite canalizar el agua desde la Acequia Real hasta todo el perímetro de la Alhambra. A estas alturas creo que no es necesario profundizar en la importancia que tiene el agua en el monumento.
Después del paseo de las adelfas, llega el Paseo de los Cipreses, lleno de estos árboles centenarios plantados en época de Isabel II.
En esta zona es posible ver, en determinadas época del años, a las simpáticas ardillas rojas
Como vemos, en el Generalife predomina la naturaleza, la belleza de los paisajes y jardines y el descanso (bueno si eras un noble de la época claro está)...es una suerte inmensa hoy en día para el viajero curioso poder disfrutar de este paraíso en la tierra, al fin y al cabo ya lo dijo el señor William Shakespeare, "todo curioso viajero guarda a Granada en su corazón, aún sin haberla visitado"...¿ qué más os puedo contar yo?.
Hasta pronto.