El “genocidio” de la expresión

Publicado el 27 mayo 2015 por Ángel Santiesteban Prats @AngelSantiesteb

Una de las primeras acciones que se ocupó de ejecutar la dictadura, tras su llegada al poder en 1959, fue el asesinato de la Cultura Cubana, asfixiándola inicialmente y reordenándola después en un marco “revolucionario” al servicio de sus intereses, utilizando para ello la lapidaria sentencia que pronunciara Fidel Castro en la tristemente célebre reunión de Fidel con los intelectuales en la Biblioteca Nacional, en 1961: “ Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”.

Los artistas de la época fueron reprimidos por modernos, sabelotodos, iconoclastas, y hasta por su condición homosexual. Todo representaba un delito para la Revolución. Las voces de más alcance que decidieron no abandonar el país fueron acalladas con las presiones de moda de la época, y así surgieron los “parametrados”, es decir, aquellos que no cumplían con los requisitos establecidos por el nuevo orden, fueron expulsados de sus trabajos, aunque fueran los mejores; o aquellos que fueron enviados a los campos de concentración creados por Fidel Castro (las siniestras UMAP).

En estas casi seis décadas, el secretismo se convirtió en un oficio. Ejercerlo o no, ha significado el oxígeno o el ajusticiamiento, por lo que encierra en sí mismo un arte de sobrevivencia. El periodismo entregó su papel cuestionador, investigativo, sorprendente, veraz, fresco, aportador, crítico. Dicho espacio fue suplido por los escritores que desde sus obras literarias supieron asumir las observaciones polémicas en la realidad de los cubanos, desde las obras de teatro, la poesía y la narrativa. Así se creó un frente de lucha que desde el oficialismo se ocuparon de castigar, para intentar frenar a todos y cada uno de los que sobrepasaron esos límites, considerando sus obras como ataques directos contra la Revolución.

En los años setenta lograron apagar a esos intelectuales que, tristemente, hoy son los grandes cómplices del totalitarismo, cooperando o guardando silencio ante los atropellos que cometen con las generaciones que vinieron después. Estas nuevas generaciones, nacidas en la Revolución, son conocidas como las “Generaciones del cinismo”, porque aparentan ser apolíticos, dicen ser creadores a quienes solo les interesa su propia obra y toman las oportunidades que se les presentan, independientemente del lado ideológico de dónde provengan. No son revolucionarios pero pueden presentarse en programas de promoción política, como son casi todos los espacios de la televisión cubana, pero más específicamente, en el conocido como “Mesa Redonda”, y son capaces de fingir que son adaptados, dóciles, aunque piensen lo contrario. Pero, también, se los ve participar en concursos alternativos que precisamente han sido ideados para aquellos autores marginados por la oficialidad. Al final publican –sin que esto sea una crítica, solo una observación– en la posibilidad que se les presente. Y qué decir de aquellos artistas que decidieron asumir una actitud consecuente, según sus puntos de vista éticos, ante la sociedad y la política gobernante. Matar la palabra libre ha sido la labor más constante y agresiva de los apellidados Castro.

Ángel Santiesteban-Prats

11de mayo de 2015

Prisión Unidad de Guardafronteras

La Habana