Hay historias que guardan el sabor de los fuegos de campamento y de las antiguas narraciones orales, aquellas que se transmiten de generación en generación, aquellas deudoras de la cultura, historia y sabiduría de un pueblo. La historia que os traigo hoy me ha traído ecos de esta costumbre ya casi extinguida. Serán los seres mitológicos que pueblan sus páginas; será que encierra reminiscencias de tiempos pretéritos; será, tal vez, la voz del narrador que nos guía y acompaña. Narrador hábil que conoce a fondo su oficio, que sabe hacerse presente al inicio y volverse invisible cuando la historia ya nos ha envuelto cual niebla de olvido que nos mantiene abstraídos de todo lo ajeno a su dominio. Volveremos a oír su voz y descubriremos que la condición de narrador no es tal. Pero no voy a desvelar aquí su verdadera identidad, como tampoco desvelaré la del gigante enterrado del título. Desenterrarlo no es mi labor; mal testigo cogería yo de narradora si despejara las incógnitas antes de crear el misterio.
No estarán solos en su viaje. Se encontrarán con un guerrero sajón con una enigmática misión que cumplir, un muchacho estigmatizado por una extraña mordedura y un antiguo caballero del rey Arturo que aún guarda fidelidad al último encargo que éste le encomendara.Todos guardan un secreto; algunos, por necesidad y sentido del deber; otros, como Axl y Beatrice, porque son incapaces de recordarlo. Pareciera que, a medida que avanzan por ese camino en el que se han cruzado sus pasos, la niebla de olvido se hubiese tornado en misteriosa bruma.
La niebla también se abate sobre nosotros, lectores, oyentes del cuento, pero en nuestro caso como una bruma de ensoñación. En ella nos envuelve Kazuo Ishiguro, con sus ogros, dragones, con sus barqueros que cruzan aguas de orillas irreconciliables, con sus premonitorios pájaros que sobrevuelan en busca de carne de sacrificio en la que afilar sus picos, con sus terrenos asentados sobre huesos aún cubiertos de sangre reseca, con sus espadas que lo mismo defienden que abren con sus filos una nueva era de desvanecida paz. Y con su pareja entrañable de ancianos, que despiertan una ternura que ni el más terrible conjuro o maleficio es capaz de empañar.
Con todos estos elementos Ishiguro construye una maravillosa fábula sobre el olvido, el perdón y las vicisitudes de la convivencia coronada por un precioso y elocuente capítulo final. Son dos historias las que nos cuenta que en realidad son una sola. Condensa lo pequeño y lo grande con una habilidad envidiable. Lo pequeño: nuestras relaciones más íntimas materializadas en los dos ancianos cuyas vidas hace tiempo que son sólo una; lo grande: la historia de guerra y paz en tierras léase britanas, léase cualquier otro punto de la geografía mundial a lo largo de la historia pasada, presente o futura.
Os había prometido crear antes el misterio para despejarlo después. Espero al menos haberme acercado a cumplir con la primera parte de la promesa pues la segunda, y bien que lo siento pues daría para mucho que comentar, la voy a dejar en el aire o mejor dicho en esa nebulosa atmósfera. Dejadme en compensación que cambie mi papel de narradora por el de maga y que ostente así el poder de romper hechizos aunque sea sólo temporalmente. Voy a disipar la niebla y a dejar que por un momento abandonéis el corro alrededor del fuego y os adentréis en esas tierras milenarias. No demasiado, ya veis que al fondo se cierne otra vez la niebla. Oh, acallad vuestras súplicas, os lo ruego, ya sé que queréis saber más pero no seré yo quien desentierre al gigante, no seré yo quien pueble vuestra mente de recuerdos que tal vez os den pistas para desvelar los misterios. No es falta de poder de esta incipiente maga, ni recurso narrativo de quien ilusoriamente ha ostentado erigirse en cuentacuentos, sino sincera advertencia de quien ya conoce el desenlace y consecuencias de la historia que ha de ser contada y transmitida. Creedme si os digo que no es travesura este jugar a venerar y recordar el olvido. Creedme si os aseguro que todo lo que aquí os niego no tiene más búsqueda que vuestro bien. Y he vivido muchas aventuras y pasado calamidades para descubrirlo. Así que os ruego me hagáis caso: vislumbrad lo que os muestro pero dejad que sea un narrador más consumado que yo el que os revele lo oculto por la niebla y se atreva a poner nombre al gigante. Sabias son sus enseñanzas y sabios seréis vosotros si os decidís a escucharlas.
Dragon Fountain. Fotografía de Tracy Hunter
"-Dado que ya nos marchamos, señor -dijo-, y que probablemente no volveremos a vernos, pensaba si me permitiríais que os haga una pregunta.El barquero, que seguía de pie en su lugar junto a la pared, la observaba con atención.-Antes, señor, habéis hablado -empezó Beatrice- de vuestra obligación de interrogar a las parejas que esperan para cruzar a la isla. Habéis hablado de la necesidad de descubrir si los lazos de su amor eran lo suficientemente fuertes como para que pudieran pasear juntos por la isla. Bueno, señor, estaba reflexionando acerca de eso. ¿Qué les preguntáis para descubrir lo que necesitáis saber?Por un momento el barquero pareció desconcertado. Finalmente respondió:
-La verdad, buena señora, es que no debo hablar de estas cosas. De hecho, nosotros no deberíamos habernos encontrado hoy, pero un curioso azar nos ha reunido y lo cierto es que no me desagrada en absoluto. Habéis sido amables y os habéis puesto los dos de mi lado, cosa que os agradezco. De modo que os responderé lo mejor que pueda. Como decís, es mi deber interrogar a todos los que pretenden cruzar a la isla. Si me encuentro con una pareja que proclama que sus vínculos son muy fuertes, en ese caso debo pedirles que expongan ante mí sus recuerdos más preciados. Le pido que lo haga primero a uno y después al otro. Cada uno debe exponérmelo por separado. De este modo la verdadera naturaleza de sus vínculos no tarda en ser revelada.
-Pero, señor, ¿no resulta arduo descubrir lo que de verdad anida en los corazones de la gente? -preguntó Beatrice-. Las apariencias engañan con mucha facilidad.
-Eso es cierto, buena señora, pero nosotros los barqueros hemos visto tantas historias a lo largo de los años que no nos lleva mucho tiempo descubrir los engaños. Además, cuando los viajeros hablan de sus recuerdos más preciados, les resulta imposible disfrazar la verdad. Una pareja puede proclamar estar unida por los lazos del amor, pero nosotros los barqueros podemos descubrir en lugar de amor resentimiento, rabia e incluso odio. O una gran esterilidad. En ocasiones miedo a la soledad y nada más. Un amor perdurable que se ha mantenido a lo largo de los años es algo que vemos raramente. Y cuando nos encontramos con eso, estamos encantados de trasladar a los dos miembros de la pareja juntos. Buena mujer, ya os he contado más de lo que debería."
"Axl, cuando escuché esta historia, me sentí sólo en parte asustada y me dije que no tenía nada que ver con nosotros. Pero ella continuó hablando de cómo esta tierra había sido maldecida con una niebla de olvido, algo que hemos comprobado muchas veces en nosotros mismos. Y entonces me preguntó: "¿Cómo podréis tú y tu esposo probar el amor que sentís el uno por el otro cuando no sois capaces de recordar el pasado que habéis compartido?" Y he estado pensando en eso desde entonces. A veces pienso en ello y siento verdadero pánico."
"-Princesa, podemos lograr que todos estos recuerdos vuelvan. Además, lo que mi corazón siente por ti seguirá estando ahí, da igual lo que recuerde y lo que haya olvidado. ¿No sientes tú lo mismo, princesa?
-Así es, Axl. Pero también me pregunto si lo que sentimos hoy en nuestros corazones no es semejante a esas gotas de lluvia que siguen cayendo sobre nosotros desde las hojas empapadas que tenemos encima, pese a que en el cielo ya hace rato que ha dejado de llover. Me pregunto si, sin nuestros recuerdos, lo único que le espera a nuestro amor es apagarse y morir."
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Avalon. Fotografía de Patrick Pielarski
Ficha del libro:
Título: El gigante enterrado
Autor: Kazuo Ishiguro
Traductor: Mauricio Bach
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2016
Nº de páginas: 368
ISBN: 978-84-339-7966-7