Yo no sé si el actual Ejecutivo que preside el conservador Mariano Rajoy tendrá la suerte de asistir a la fase de recuperación de la economía. Es algo que ignoran hasta los economistas más avezados, esos que no se sientan en el Consejo de Ministros y elaboran sesudos informes para las empresas o instituciones que les pagan. Se sabe en cambio que la economía, como actividad social, mantiene una dinámica marcada por ciclos: unas veces va bien y otras mal, sin unas causas “objetivas” que puedan ayudar a predecir con precisión cada período. En los cálculos del presidente del Gobierno estaba el poder beneficiarse de una fase de expansión que todos estiman, al fin, próxima, pero que nadie es capaz de datar con exactitud: el último trimestre del año, a principios del que viene, etc. A lo más que se aventuran los que saben de esto es que se nota ya una mejoría, que hay señales de brotes verdes, que el comportamiento empieza a cambiar, que lo más duro ya ha pasado, que es cuestión de confianza y otras frases por el estilo, sin ninguna concreción.
En cualquier caso, la crisis no es lo más peligroso que le sucede a la sociedad española en la actualidad. A pesar de su duración y gravedad, se trata de una situación coyuntural que tiene arreglo. Las medidas para combatirla son diversas, factibles, coyunturales o estructurales, aunque todas ellas vienen motivadas por fines que trascienden la corrección de los factores económicos alterados. Y esa finalidad no declarada, que forma parte de los planes ocultos que se están aplicando, es lo verdaderamente preocupante de la actual encrucijada política, no sólo económica.
Es de esta manera cómo el Gobierno conservador del Partido Popular está consumando una transformación de la Sociedad como nadie se habría imaginado, menos aún si hubiera confiado en el Programa con que se había presentado –y ganado- las elecciones. Sus iniciativas legislativas, como las comentadas, son sumamente regresivas, salvo en lo económico, donde predica ese neoliberalismo que beneficia a los privilegiados que detentan el Poder (económico, político y social). Una “marcha atrás” de tal envergadura que podría afirmarse sin exagerar que el de Mariano Rajoy es el Gobierno de la Contrarreforma. Pura y dura.
No es difícil elaborar la lista de despropósitos contrarreformistas efectuados por este Gobierno. Al contrario, es fácil pero sumamente triste, porque afecta a las capas más vulnerables de la población, aquellas que dependen de un Estado eficiente que regule los mercados y frene los abusos que cometen, prestando aquellas ayudas que incentivan la igualdad de oportunidades y la justicia social. Contra todo ello arremete Mariano Rajoy con la excusa que le brinda la crisis.
Primero nos convence de que hemos pecado de vivir por encima de nuestras posibilidades para aplicarnos después la penitencia de los recortes y los ajustes que se ceban sobras las capas más desfavorecidas de la sociedad. Porque en vez de corregir la excesiva desregulación de los mercados, la falta de control del sistema financiero y la suicida subordinación de la política a los intereses económicos, como causas demostradas que generaron esta crisis, el Gobierno actúa justamente en dirección contraria: traslada a los ciudadanos la culpa de la crisis y les endosa el peso de las medidas para intentar solventarla, sin que los verdaderos culpables asuman su responsabilidad.
Así desaparecen de la vista los actores que nos han conducido a esta situación: un sistema financiero que, carente de todo control, se dedicó a una especulación desenfrenada que acabó provocando el endeudamiento de los Estados. Como resultado de una hábil prestidigitación, los bancos se convierten en destino de ingentes ayudas, a pesar de ser los causantes de este estropicio, y son los países los que deben pagar la factura, que se la descuentan a los ciudadanos. Para ello, se les acusa de derroches y despilfarros que pocas familias conocen en su humilde proceder, dependiente casi en su totalidad de salarios laborales sin apenas capacidad de ahorro. Sin embargo, sobre ellos recae todo el peso de las medidas que el Gobierno implementa para presuntamente combatir la crisis.
Pero, por si no tener un trabajo digno no fuera suficiente, la contrarreforma que práctica este Gobierno también empeora las condiciones de vida de los españoles al poner trabas al acceso a la educación, a la sanidad, a la dependencia y las pensiones. Todo un cúmulo de ataques que reducen drásticamente las prestaciones que el Estado debía garantizar en forma de grandes servicios públicos, cuyo deterioro los predispone si no a la desaparición, sí a la privatización de todo o en parte de los mismos. Y todo ello gracias a la repetida “sostenibilidad” de un sistema que no está escaso de recursos, sino que se transfieren a la iniciativa privada, ávida de ocupar el espacio atendido por el sector público. Esa es la gran estrategia neoliberal del nuevo paradigma, que desvela Rosa María Artal en un artículo reciente: “propiciar el lucro ilimitado de unos pocos a costa de la gran mayoría (y) en idiotizar a la sociedad”2.
Si a todo lo anterior se le añade el retroceso que representa la “reforma” de la ley del aborto, que convierte en delito lo que era un derecho, el tutelaje moral de la acción políticay el comportamiento social por parte de la Conferencia Episcopalespañola, la supresión de las inversiones en la cultura, investigación y ciencia, excepto en los toros,la eliminación de la atención médica a los inmigrantes y, en definitiva, toda la poda que se ha acometido en la red de protección de los ciudadanos, difícilmente no puede reconocerse que estamos sufriendo una evidente contrarreforma en España, no para prepararnos a vivir mejor, sino para transformarnos en una sociedad más desigual e injusta que nunca antes en democracia. Y todo en nombre de una crisis que ha proporcionado la “mejora relativa en los hogares más ricos y el drástico empeoramiento en los hogares más pobres”, según el último informe Foessa de 2013. ¿Es este el sentido de las “contrarreformas” del Gobierno?
______________________
1: Estudio referido por Luis Ángel Hierro, Antonia Hierro y Pedro Atienza en su obra Los ciudadanos por encima de los mercados, Punto Rojo Libros, Sevilla, 2011, y citado por Antonio Papell en El futuro de la socialdemocracia, Ediciones Akal, Madrid, 2012.
2: Rosa María Artal, Nacer en el país equivocado de un mundo equivocado. Revista Cuadernos de eldiario.es, pág 27, verano, 2013.