El Hans Günter Kellner, presidente del Círculo de Corresponsales.
Cecile Thibaut, vicepresidenta.
Garzón en el acto del Círculo de Corresponsales Extranjeros.
Los corresponsales extranjeros en España han denunciado lo que consideran un “intento de censura a su trabajo y una interferencia inaceptable por parte del Gobierno de España en el trabajo de la prensa internacional”. Presidido por el periodista alemán, Hans-Günter Kellner, y por la vicepresidenta, la francesa Cécile Thibaud, el Círculo de Corresponsales organiza encuentros con personalidades de todo tipo de la sociedad y de la política, muchos de ellos en el Centro Internacional de Prensa, cedido por el Gobierno para esos actos. La semana pasada el Círculo solicitó el uso de estas instalaciones para un encuentro con el juez Baltasar Garzón, que fue denegado por la Secretaría de Estado para la Comunicación por considerarlo “no idóneo” y ser “demasiado privado”. El colectivo juzga “inadmisible que el Ministerio de la Presidencia pretenda elegir con quién pueden hablar allí los periodistas y con quién no”. Y se lamenta de esta injerencia del Gobierno así como de su censura a su trabajo.
Claro que los corresponsales comprendieron, por primera vez y sin demasiadas conjeturas, por qué el Gobierno les cedía el Centro Internacional de Prensa. Y se lanzaron a desvelar ese intento de censura y esta interferencia inaceptable de un Gobierno que no está acostumbrado a ceder nada sin previas condiciones. Y menos, a unos periodistas extranjeros, que pueden descubrir y denunciar al mundo entero las premisas de un Gobierno no acostumbrado a las críticas. Esta instalación, en la calle María de Molina 50 de Madrid, a disposición de los corresponsales extranjeros con el fin de facilitarles su trabajo, tiene un condicionante que el Gobierno no está dispuesto a pasar por alto. El encuentro con Baltasar Garzón el miércoles 5 de septiembre y con Cándido Méndez, una semana más tarde no fue bien visto por un Gobierno que considera estos actos “no idóneos” y “demasiado privados”. No obstante, permitió el encuentro con el Secretario General de la UGT. Pero, lamentablemente, no quiso callarse ante el “peligro” de que Garzón pudiera decir en voz alta y de cara al mundo entero, lo que piensa de su situación.
Resulta inadmisible que el Ministerio de la Presidencia pretenda elegir con quién pueden hablar allí los periodistas y con quién no. El Círculo de Corresponsales desea mantener relaciones fluidas y cordiales con el Gobierno, relaciones que se ven perjudicadas por esta injerencia, por lo que hace un llamamiento a la Secretaría de Estado para la Comunicación para reconducir esta situación. Lamentablemente el Gobierno no ha querido explicar su decisión por escrito, a pesar de que el Círculo de Corresponsales así lo ha solicitado.
No es la primera vez que se presentan problemas de este tipo entre periodistas extranjeros y Administración. En enero de este año, Cécile Thibaud, periodista francesa, corresponsal de L’Express, La Tribune de Genève y de otros medios, escribía en su blog: “Parece que sobre Garzón significa entrar en una guerra de trincheras, antes de haber tecleado la primera palabra. Es una situación ‘insólita’ y, desde luego, muy difícil de hacer entender fuera, para nosotros los corresponsales quienes intentamos informar a los lectores de nuestros países. Especialmente en el momento en que se da un trato exquisito a Manuel Fraga, que acaba de morir celebrado como un gran servidor del Estado. Para él, todo son elogios, o, por lo menos, respeto. Apenas unas líneas discretas para señalar su pasado de hombre del régimen. Mejor describirlo como un hombre clave para organizar la transición. Así que Fraga el alto cargo franquista orgulloso de su pasado, es un hombre que ha sabido adaptarse a los tiempos…Pero las gaitas suenan para el cacique gallego el día que Garzón se quita la toga de juez para el interrogatorio delante del Supremo… Es une situación insólita. Las gaitas para Fraga y el banquillo para Garzón… algo no encaja. O encaja demasiado bien”. Su escrito no cayó demasiado bien, pero, al menos, no se le censuró, como ocurre ahora.