Llegó la reforma de la CEOE. ¡Y ahí queda eso! Lo que nos imaginábamos y lo que los mandamases peperos avisaron “a micrófonos indiscretos” (Rajoy temiéndose una huelga y De Guindos definiéndola como una reforma agresiva), y llevaban razón, es de armas tomar.
Al final el gobierno ha elaborado la reforma, al pie de la letra, dictada por la patronal, su aliada. No hay nada más que ver lo contentos que están los empresarios. Como ya sabemos, los peperos son simple y llanamente unos intermediarios entre sus amos y nosotros los esclavos, a los que nos apuñalan sin miramientos.
En esta reforma no hay ni una mínima iniciativa que sea para crear empleo. Ha vuelto a ser, como las anteriores, una reforma que consigue rebajar los derechos de los trabajadores. En esta ocasión dejándolos por los suelos. Entre otras miserias, implica estas nefastas medidas:
- Posibilidad de que el empresario aplique directamente los ERE, sin que lo autorice la autoridad competente. Serán los trabajadores los que deberán reclamar si no lo ven justo. Se abre también la posibilidad de que en el sector público se redimensionen las plantillas, o sea de que se pueda despedir también.
- Tendrán preferencia los convenios empresariales a los sectoriales, con lo que los trabajadores de las PYMES quedarán al albor del empresario de turno. Además se podrán descolgar de las obligaciones de un convenio colectivo, las empresas que atraviesen dificultades.
- Y el abaratamiento del despido. Desde hoy, el despido será de 20 días por año, con un tope de 24 mensualidades, y si el trabajador entendiera que no cumple los requisitos, deberá de reclamar y el juez podría llegar a que le pagaran 33 días por año. Por lo que el precio del despido como norma queda en 20 días. Además se amplían las condiciones por las cuales se puede despedir. Ya el PSOE había cambiado estas condiciones y lo podían hacer las empresas que tuvieran pérdidas. Ahora no hará falta llegar tan lejos, bastará con que la empresa –aunque tenga beneficios— haya acumulado menos ingresos en tres trimestres consecutivos para que los despidos sean procedentes. Este puede ser el caso de cualquiera de los grandes bancos, por ejemplo.
Van 50 días de gobierno en los que el PP ha mentido miserablemente y a conciencia. Recordamos el mantra aquel de que el PP no subiría los impuestos y ahora también la promesa incumplida de Rajoy y Cía, en la campaña electoral, de que el PP no abarataría el despido. Es más, un pepero de pro –el hoy silenciado González Pons dijo que se crearían 3,5 millones de empleo en esta legislatura—, mientras que Rajoy ya ha anunciado que este año aumentará el paro.
A muchos no nos han engañado, no les hemos votado, pero es hora de que aquellos que creyeron –ilusos—, en estas “buenas intenciones peperas”, empiecen a rebelarse, porque les han tomado el pelo y no pararán. España hoy ni tan siquiera es el cortijo del PP, sino de Los Mercados y sus representantes los empresarios.
En algo tienen razón los peperos: “Es una reforma histórica, que marcará un antes y un después”. Y tanto que lo es. Es una reforma que hace perder los derechos de los trabajadores de forma alarmante. Un retroceso de difícil vuelta atrás.
Y desde luego ahora se entiende por qué Rajoy el otro día dijo que el paro seguiría aumentando. Y yo apuntillo que se basaba en esta reforma, a sabiendas de que se facilita el despido y la esclavitud, sin generar nuevos puestos de trabajo.
Esto no responde a una estrategia casual, se está siguiendo un plan preconcebido para llegar a la situación que desean: Un Estado esclavo de los Mercados. Se trata de llevar el paro al límite, de deslegitimar el empleo público y los servicios públicos, y de que los parados, por cuestiones de supervivencia, acepten cualquier tipo de trabajo en cualquier condición, mientras que todos los ciudadanos, además de pagar impuestos, terminen abonando los servicios sociales esenciales, como la Sanidad, la Educación.
Ya sólo falta para cerrar el círculo que toquen las prestaciones por desempleo y las pensiones, y habrán conseguido un Estado esclavo y a total disposición de los empresarios. Y en ello están, por desgracia.
No queda otra, o nos movilizamos y paramos este atentado, o seremos corresponsables de este deterioro alarmante que afectará gravemente también a las generaciones venideras. Nos jugamos mucho. Nos jugamos todo. Confiemos en que los sindicatos estén a la altura.
Salud y República
P.D. Habla también de este tema: Punts de vist