El gol maradoniano de Saeed Al-Owairan

Publicado el 14 octubre 2011 por Marianofusco

Solo habían transcurrido cinco minutos cuando Sabed Al-Owairan tomó contacto con el balón. El calor azotaba Washington y en el marco del Mundial de Estados Unidos las selecciones de Arabia Saudita y Bélgica se median en busca del pase a los octavos de final.

Bélgica había perdido en balón y sus jugadores retrocedían desesperados, sin saber que la que el diez rival acababa de iniciar seria una carrera que no podrían contrarrestar de ninguna forma.

En diagonal y lanzado en velocidad, Owairan fue eludiendo rivales dando muestras de una habilidad notable. De largo pasaron Frank Van der Elst, Dirk Nedved, Philippe Albert y Rudi Smidts, el ultimo en intentar abortar la acción antes de que el futbolistas saudi enfrente a Michel Preud’Homme, el mejor arquero del torneo, y lo vulnere con un remate alto.

El asombro fue absoluto. Quienes habían colmado las instalaciones del RFK Memorial Stadium habían sido testigos de una autentica obra maestra, echa efectiva por un jugador del que pocas referencias se tenían hasta aquel día, en el que aquel extraordinario tanto posibilitó el acceso de la selección de Arabia Saudita a la siguiente instancia del certamen, en la que cinco días más tarde Suecia le marcaría el camino del adiós.

En la que había sido su primera Copa del Mundo, el combinado dirigido por Jorge Solari había hecho historia, transformándose en el primero de Asia Occidental que lograba superar la fase de grupos. Owairan, al que la vida le cambiaría por completo, era considerado un prócer.

Apodado “el Maradona del Golfo Pérsico”, Saeed recibió innumerables muestras de admiración y pasó a ser el personaje más requerido en todo Oriente Medio. Fue imagen de Coca-Cola, Ford y Toyota, se convirtió en un habitué de los programas de televisión y fue galardonado con el Balón de Oro al mejor jugador asiático del año.

Conquistando tres ligas de forma consecutiva y transformándose en el máximo goleador de la temporada 1991/92 con 16 goles, Owairan había brillado en el Al-Shabab, club en el que se había iniciado y en el que por cuestiones que excedieron lo deportivo acabaría retirándose a la edad de 32 años.

Fue 1996 el año que marcó el punto de inflexión. En su momento de mayor esplendor, el 10 fue descubierto con mujeres de nacionalidad rusa en un club nocturno de El Cairo, ciudad en la que se encontraba con su selección, y la realeza árabe lo sancionó con ocho meses de suspensión por haber infligido la conducta musulmana. Se perdió la Copa Asiática de Naciones de ese mismo año y las eliminatorias camino al Mundial de Francia, el cual disputó sin ofrecer su mejor versión. Arabia Saudita quedó eliminada en primera ronda.

De regreso a su país, Owairan fue nuevamente reprendido por las autoridades, las cuales nunca le permitieron fichar por un club del exterior. Sin más retos que cumplir en el Al Shabab, se retiró en 1999, desmotivado, con la sensación de haber circunscrito su propia trayectoria en el fútbol.