El golpe de estado contra Hirohito para evitar que Japón se rindiera

Por Ireneu @ireneuc

Rendición de Japón

El lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre Japón fueron el colofón definitivo de la Segunda Guerra Mundial. Japón, tras ver el potencial de destrucción de las bombas atómicas, tuvo que rendirse y acabar así con el conflicto. Esto, que simplistamente es cierto, cuando lo miramos con detalle, no fue ni mucho menos así, ya que aún después de los dos bombazos termonucleares, aún se produjo el mayor bombardeo aéreo americano de toda la guerra del Pacífico. A pesar de ello, los japoneses no estaban ni mucho menos a favor de la rendición y hasta tal punto fue así que incluso, cuando el emperador Hirohito decidió rendirse, hubo un conato de golpe de estado para evitar que el Japón se rindiera. ¿Lo sabía?
A principios de 1945, y tras la caída de Alemania, los japoneses veían que la guerra se les daba la vuelta como si fuera un calcetín. La victoria de los Aliados en Europa implicaba el cierre del frente "occidental" de la guerra y que, por tanto, los Estados Unidos podría usar buena parte de su ejército para atacar a Japón. Asimismo, los rusos podrían dejar de ser neutrales con los japoneses y abrirles un nuevo frente en Manchuria lo cual hubiera sido tocar -y mucho- lo que no suena al Emperador.

Gobierno japonés del 9/6/1945

En estas circunstancias, las mentes privilegiadas del gobierno nipón pronto vieron que la guerra llevaba a un callejón sin salida por lo que mejor seria llegar a un acuerdo con los aliados para salvar mínimamente los trastos. Los capitostes políticos japoneses empezaron a tener contactos de paz por lo bajini con los americanos y rusos. Sin embargo, los altos mandos militares, empecinados en su peculiar juerga de sangre y honor, sacaron a relucir el orgullo patrio y se negaron en redondo a que Japón se rindiera: en 2000 años jamás un ejército japonés había perdido, y aquella no iba a ser la primera.
Los Estados Unidos, al ver que los japoneses se ponían tontos y no aceptaban las clausulas de rendición, les metió los dos pepinazos nucleares de Hiroshima y Nagasaki (ver La extraordinaria suerte -o no- del hombre que nació tres veces) y les bombardeó todos los centros industriales. Stalin, por su parte, rompió el pacto de neutralidad con Japón e invadió el territorio de Manchuria. De golpe y porrazo -y como preveían algunos- le crecieron los enanos a Hirohito.
Ante la zarabanda de palos que se les estaba viniendo encima, el gobierno convenció al Emperador para que se rindiera incondicionalmente. La cúpula militar obedeció -alguno a regañadientes- la orden de Hirohito... pero no todos estaban de acuerdo, y hubieron algunos mandos que apostaban por luchar hasta la última sangre. Sin embargo, eran una absoluta minoría, y el Emperador se aprestó a hacer llegar a la diplomacia su intención de rendición y a grabar su mensaje a la nación. Era el 14 de agosto de 1945.

Kenji Hatanaka

Los elementos más recalcitrantes explotaron de indignación ante el anuncio (todavía no público) de la rendición, pero no les pilló de sorpresa, ya que el "peligro" de claudicar se olía en el ambiente. Por ello, desde unos días atrás, el comandante Hatanaka había estado teniendo contactos con otros altos mandos del ejército nipón, obteniendo apoyos para dar un golpe de estado y "salvar" (siempre tiene que salir algún "salvador" espabilado) la honra de Japón.
No obstante, igual que los golpistas estaban enterados de la rendición, el Estado Mayor estaba enterado del "ruido de sables" entre los militares más obcecados, por lo que el palacio imperial se reforzó para defender al Emperador. Hatanaka, por su parte, intentó convencer al ministro de la Guerra, el general Anami, para que siguiera la causa, ya que, justamente él, había sido uno de los elementos más contrarios a la capitulación. Pero Anami, si bien no estaba en contra, tampoco lo apoyó abiertamente.

General Anami

Hatanaka, después de intentar convencer a más gente para seguir con su plan, junto al teniente coronel Shiizaki, consiguió acceder con un batallón al palacio imperial. La idea de Hatanaka era sumarse a las tropas ya instaladas con la excusa de reforzar el dispositivo que contra él mismo había preparado y desde dentro ocuparlo, provocando un efecto dominó en todo el ejército. A todo esto, Hirohito había grabado el mensaje de rendición en formato gramófono (los mp3 aún tardarían un poco en desarrollarlos) a las 11 de la noche del día 14 y el chambelán del emperador lo guardó en la taquilla de la secretaria.
Con la ayuda de Shiizaki, Hatanaka consiguió acceder a Palacio, y tras engañar al comandante de la guardia imperial diciéndole que el general Anami los apoyaba, tomó posiciones en todo el palacio un poco pasadas la 1 de la mañana. Pero el golpe no estaba completo, ya que necesitaban que se añadiesen más mandos golpistas. El comandante Tanaka fue contactado por Hatanaka, pero era fiel al emperador e instó a Hatanaka a que se dejara de puñetas. Como era de esperar, Hatanaka se pasó la "instancia" por el arco del triunfo... y aún gracias porque hubieron un par más que se opusieron, y acabaron muertos por Hatanaka y Shiizaki.

El Palacio Imperial (Kokyo)

Después de detener al personal de palacio e interrogarlos se procedió a intentar interceptar la grabación para evitar que fuera retransmitida. No obstante, a pesar de remover Roma con Santiago durante toda la noche, no la encontraron, y cuando se enteraron de que el Ejército del Distrito Oriental iban a dispuestos a desalojarlos, Hatanaka pidió al Jefe del Estado Mayor de dicho ejército, el general Takashima, que le diera 10 minutos en la NHK (la radiotelevisión japonesa) para dirigirse en directo a todo el país. Takashima se negó y, en viendo que no podía arengar a todo el pueblo japonés, el comandante golpista se cogió a unos cuantos y se fue a los estudios de la NHK y pistola en mano, pidió poder emitir en directo, sin conseguirlo. Hatanaka, viendose perdido, a eso de las 5 de la mañana del día 15 de agosto, se rindió y junto a sus oficiales, se marchó de la NHK.

Comandante Tanaka

Por lo visto, el golpe dejó un poco majaretas tanto a Hatanaka como a Shiizaki, ya que Hatanaka en moto y Shiizaki a lomos de caballo se dedicaron a recorrer en persona las calles de Tokio lanzando octavillas donde explicaban las razones de su proceder. A las 8 el comandante Tanaka ordenó a las tropas que aún quedaban en el Palacio Imperial a abandonar su posición, acabando con el intento de Golpe de Estado. 
A las 12 del mediodía del día 15 de agosto de 1945, el Japón, por boca de su Emperador, se rendía públicamente a los Estados Unidos. La guerra había oficialmente acabado. Sin embargo, Hatanaka y Shiizaki no tuvieron que soportar semejante humillación a sus principios, ya que una hora antes, ambos se habían suicidado, el primero de un tiro en la frente y el segundo clavándose una daga.
A la declaración de capitulación, siguieron un sinnúmero de suicidios de altos jefes militares. Por un lado la vergüenza de, por primera vez en 2000 años, ver un ejército japonés vencido, y por otra para eludir los juicios y las represalias de los vencedores habían hecho que el honor de estos samurais no mereciera mantenerse, haciéndose el harakiri. La guerra había acabado, pero sin duda hubiese acabado mucho antes si el patriotismo irracional de unos militares que jugaban alegremente con la vida de miles de personas no hubiese existido. 
Definitivamente, aquí, en Japón o en la China,  inteligencia y militar son dos términos incompatibles.

MacArthur e Hirohito en 1945


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