Películas sobre la II Guerra Mundial hay muchas, películas sobre cómo los niños ven y asimilan la barbarie de la guerra hay también unas cuantas. ¿Qué ofrece El gran cuaderno para sobresalir entre el resto? Veamos.
Dos gemelos de unos 13 años son abandonados por sus padres (con la intención de mantenerlos a salvo) en casa de una abuela de la que los niños no tenían ni idea de su existencia. La abuela resultará ser un ogro borrachín que los maltrata y humilla. Vivirán en una choza mugrienta en medio del campo, entre gallinas y cerdos, y trabajarán para ganarse el pan. Para no olvidar de dónde vienen escribirán cada una de sus vivencias en un cuaderno en blanco que les ha dejado su padre. Lo excepcional es que para sobrevivir dentro de un contexto de violencia (su abuela los mata a golpes y todo el mundo está dispuesto a abusar de su inocencia) deciden llevar a cabo un estricto entrenamiento para evitar el frío, el hambre, el dolor, la pena y la ausencia. Estos niños mimados de ciudad se van transformando en pequeños monstruos y su visión de lo que les rodea es cada vez más oscura, retorcida y siniestra.
János Szász adapta la novela de la escritora húngara Agota Kristof (que forma parte de una trilogía) y cuenta con la fotografía de Christian Berger (La cinta Blanca). Dota a la película de cierta estilización y efectismo (subrayado por una música muy innecesaria), abusa de la voz en off y no llega a explicar bien la naturaleza y proceso de la metamorfosis que sufren los gemelos protagonistas. Las motivaciones y contradicciones de los personajes no tienen los suficientes matices y profundidad, se pasa del blanco al negro con mucha rapidez.
El gran cuaderno no tiene la crudeza de Haneke ni el sentimentalismo de Spielberg, y se queda en un limbo intermedio de corrección que no la hace destacar pero tampoco perdurar.
PROYECCIONES
10/nov C. Ala4 / 22.00
11/nov P. Armas 1-2 / 20:00