La palabra CAMBIO creo que reinará en nuestras vidas hasta el último día, es algo que está presente en cualquier aspecto y cuando hablo de esto me refiero a cualquier situación que se desea modificar por más insignificante que sea, porque al hacerlo siempre hay alguna resistencia por más mínima que sea.
La vida en sí misma es cambio, maduración, crecimiento, procesos, tiempo, ciclos que comienzan, terminan, algunos van más rápido y otros se hacen eternos, por eso la palabra cambio está tan asociada a nuestra propia vida.
A mí el cambio me genera una estrecha relación con una nueva oportunidad, un nuevo desafío, una forma diferente que se presenta en el camino, me inspira motivación y ganas al mismo tiempo, pero a veces ciertos cambios (los de mayor magnitud) nos pone contra las cuerdas y desnudan ciertas limitaciones que convierten al proceso en un calvario o travesía por el desierto.
A medida que vamos creciendo sin darnos cuenta vamos desconectando nuestras acciones y pensamientos de la propia ESENCIA, ya sea por la educación que recibimos, la influencia de padres, familia y entornos a los que pertenecemos. Estos mensajes se van anclando en la mente, los cuales se van potenciando y haciéndose más fuertes a medida que los repetimos en palabras y acciones cotidianamente.
Así va transcurriendo la vida hasta que un día, a través de un acontecimiento o señales en nuestra salud física y/o mental hacemos un alto en el camino y llegamos a la conclusión que hace falta un cambio de mentalidad, de vida, de actitud, de lugar, de trabajo o lo que sea, pero se necesita hacer un cambio ¡YA!.
Es aquí en donde nos damos cuenta que así no podemos seguir, con lo cual comienza un proceso de ver que se debe modificar y cómo hacerlo, los caminos para elaborarlos son muchos, desde lectura de libros especializados en el tema a modificar hasta contratar a un profesional para que te ayude, todos los métodos son válidos mientras ayuden a conseguir tus propósitos.
Una vez ya establecido el plan de cambio o la estrategia para alcanzar el objetivo, te pones en marcha con mucha ilusión y motivación, al principio va todo muy bien, hasta te diría espectacular, porque todo es nuevo, vives nuevas sensaciones, notas que se van modificando cosas pequeñas pero hay avances, con lo cual el proceso de cambio va bien.
Como verás ya estás cambiando pero aparece en el momento que menos te esperas el principal enemigo de todo esto, la RECAIDA. Aquí es el punto más importante de cualquier cambio que se quiera hacer, por más pequeño que sea.
Cuando entra en escena la RECAIDA, vuelves a encontrarte con los viejos patrones de conducta, pensamiento o acción que provocaron el cambio, con lo cual no les quieres, les detestas pero al mismo tiempo te seducen rápidamente para que vuelvas con ellos.
En esos momentos aparecen las dudas, los miedos, la baja autoestima, la pérdida de motivación, se pierde la confianza en el proceso y uno mismo, el compromiso recibe ataque de todos los lados, la ilusión por alcanzar el objetivo comienza a derrumbarse y pierdes la tolerancia sobre ti. Sin nombrar a la paciencia que ya ni se la ve dentro de tu actitud.
Debes entender que es totalmente lógico y normal en un proceso de cambio tener ¡recaídas!!!, no pasa absolutamente nada porque las tengas, es más, son necesarias para poner a prueba el compromiso que tienes con ese cambio y contigo mismo.
Quien quiere algo de verdad, se levanta y comienza de nuevo, luchará por seguir adelante, esto es igual a cuando somos pequeñitos y comenzamos a caminar.
¿Cuántas veces nos hemos caído aprendiendo a hacerlo?, ¡MILES DE VECES!, y al final aprendemos.
El momento de la REACAIDA es vital para determinar tu actitud. Si la tomas como algo del proceso y aplicas la tolerancia y el esfuerzo, podrás alcanzar lo que buscas.
Recuerda que solo llega a la meta aquel que no se detiene en el camino a lamentarse y excusarse, sino que sigue avanzando y aprendiendo del mismo.
Autor Germán Antelo Solozábal
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