Por Carlos Entrena
Desde hace años el populismo es conocido como procedimiento político para alcanzar el poder prometiendo dar y hacer, a favor de la población, cosas que no se pueden cumplir porque el Estado carece de suficientes recursos y, entre esas promesas, se incluye alcanzar un alto índice de felicidad individual. Junto a la promesa de cosas imposibles los populistas promueven un líder, que aparece como salvador del país ante alguna situación de frustración, apalancándose sobre el malestar, reprimiendo las libertades y desembocando en el caudillismo. Ha habido dictadores-caudillos de corte fascista, como Mussolini y Hitler, los comunistas Lenin, Stalin, Mao, los Castro y los más recientes caudillismos populistas-comunistas de Sudamérica, como los de Chávez-Maduro en Venezuela, o de Ecuador o Bolivia que han llevado a las poblaciones a la sumisión personal, a la inseguridad física y jurídica, a la pérdida de libertades y a la pobreza.
Probablemente ha sido Hitler el dictador populista más conocido y que más
El mensaje era mentiroso e irresponsable: declaró a los judíos como enemigos del pueblo ario y vinculó su eliminación con la felicidad de los alemanes; inventó la dicotomía entre pueblo ario-bueno y pueblo-judío malo, utilizó la violencia callejera, impulsó el temor ciudadano y pretendió alcanzar la limpieza de raza como elemento de felicidad social y económica del pueblo alemán. La táctica de división del pueblo y los métodos violentos de represión, sin reacción del Estado de Derecho, atemorizaron a la población, y fueron la palanca que ayudó a los nazis a alcanzar el poder en 1933 y, en los años posteriores, a publicar las leyes racistas de exclusión de los judíos: expulsión de las cátedras, de las escuelas públicas, de la función pública… El desenlace es conocido: el exilio o los campos de concentración o de exterminio.
Vale la pena leer un libro autobiográfico recientemente publicado en español “No eres como las otras madres” (“Du bist nicht so wie andre Mütter”), de Angelika Schrobsdorff. Se trata de la autobiografía de esta alemana, hija de judía y padre cristiano, que a los 10 años acompañó a su madre judía en la huida desde Berlín a Bulgaria. Lamentablemente, la madre se había empeñado en permanecer en Berlín hasta pocos meses antes de la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939, pues no daba crédito a lo que sucedía y confiaba en que acabaría pronto esa época de represión y persecución de los judíos por los nazis. Evidentemente, se equivocó.
Se ha puesto a la venta el libro, “El engaño populista”, cuyo título, he utilizado para esta nota, escrito por el politólogo chileno Axel Kaiser y la profesora guatemalteca Gloria Alvarez, en donde relatan los caracteres antiliberales del populismo, su evolución y lo que está siendo el populismo en Chile, Argentina y Venezuela, y que se resume en las ideas expuestas: aprovechar alguna crisis económica, prometer la felicidad del pueblo, dividirlo en buenos y malos, alcanzar el poder, consolidarse y, desde ahí, destruir las instituciones políticas, terminar con las libertades y arruinar la actividad económica.
¿Es ese el sistema para salir de la crisis? Es evidente que no se trata de un planteamiento de nueva política porque, simplemente, son viejos comunistas y ese modelo ya ha fracasado en la vida real.
CONCLUSIÓN
Ocurrió en Alemania, y ocurre actualmente en Venezuela; no podemos ser tan ingenuos de pensar que si llegaran al poder los populistas españoles de Podemos van a respetar las instituciones, el Estado de Derecho y nuestro modelo de convivencia y de prosperidad económica. Ahí está la triste realidad que sufren en los países con caudillos populistas en Sudamérica. Mejor aprender en cabeza ajena y que no se repita ese fracaso en España.
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