El piloto de Honda se convierte con 20 años y 63 días en el más joven de la historia en ganar una carrera de MotoGP tras deslumbrar en Austin
Marc Márzquez, en Austin - EFE.
Hay personas que tienen la capacidad de cambiar estados de ánimos. Que viven envueltos en una sonrisa permanente y que contagian al resto de ese optimismo con todo. Marc Márquez (Cervera, Lleida, 1993) tiene esa mirada y esa sonrisa, que encajan con su pilotaje. No le importa arriesgar porque no entiende de riesgos ni duda de sus capacidades. Se plantó en Austin para ser el más joven en apuntarse una pole en la categoría reina y 24 horas después, con 20 años y 63 días.
Valentino Rossi, su ídolo de
siempre, le daba un golpecito por detrás para felicitarle por un triunfo grandioso a la altura de su marca: es el ganador más precoz en MotoGP superando a Freddie Spencer por 133 días. Il Dottore hizo un gesto como si se sacase el sombrero y Márquez le aplaudió, entre alucinado y emocionado viendo la reacción de alguien a quien siempre ha tenido como referente.
“Es un piloto brillante”, le elogió el actual campeón, Jorge Lorenzo, que tuvo que conformarse con la tercera plaza en el GP de las Américas y que comparte el liderato con 41 puntos con el genio de Cervera, que no para de crecer como piloto. Y que volvió a superar a su vecino en Honda, Dani Pedrosa, superado a falta de nueve vueltas por Márquez:“Marc lo hizo súper hoy. Ha hecho cada vuelta perfecta, con un ritmo fantástico y sin errores”. Los tres completaron el podio en MotoGP en una jornada histórica para el motociclismo español, con presencia en ocho de los nueve cajones: en Moto3 ganó Rins, seguido de Viñales y Salom, mientras que en Moto2 venció Terol, secundado por Rabat y con el finlandés Kallio como tercero.
Antes de atender a Melissa Jiménez en Telencinco, Márquez pareció sonarse los mocos o secarse el sudor de la zona de la nariz. Entonces su mánager ya había llorado de emoción –“si nos dicen el primer día que se montó en la moto que ganaría en la segunda carrera...”– y él, sin perder la sonrisa ni la humildad reconoció que le había costado decidirse por el neumático duro –era el único que lo llevaba junto con Bradl– y que el delantero había bajado mucho en el lado izquierdo. “Poco a poco”, advirtió, “iré asimilando el momento, lo que estamos consiguiendo”.
Y en la rueda de prensa continúa minimizando las expectativas que genera: “Esto es más de lo que esperábamos, pero no podemos olvidar que es mi primer año y mis rivales son muy fuertes. Trataré de hacerlo siempre lo mejor posible y de disfrutar carrera a carrera, el Mundial no es mi pelea”. Un discurso que no se corresponde con su actuación en Austin, donde tuvo un único momento de debilidad, la salida, cuando Pedrosa y Bradl le ganaron la posición. Márquez rebasó al alemán en una excelente apurada de frenada y no perdió que se escapara Pedrosa, al que estuvo estudiando once vueltas y al que adelantó a la primera, metiéndose por el interior de la curva y saliendo como primero para no ceder más. A tres giros Pedrosa cometió un error que le hizo ceder un segundo y medio y desde la pizarra empezaron a indicarle la renta que tenía con Lorenzo. Al mallorquín, al que le patinó el neumático trasero en la salida y Bradl aprovechó la circunstancia. Lorenzo recuperó la posición con la que partió, pero casi siempre rodó solo, sin opciones contra las dos Honda y pendiente de mantener las distancias con el cuarto, Cruthlow. Rossi fue sexto en un día que monopolizó Márquez, el chaval que de pequeño tenía preocupados a sus padres porque no crecía y que sigue creciendo a pasos agigantados, rompiendo moldes y récords con su pilotaje. Es infinito.