El gran oleoducto norteamericano: ¿por qué nos importa?

Por Pistachez

El llamado oleoducto Keystone XL norteamericano está en la picota en Estados Unidos, y es la primera batalla política de Barack Obama contra un Congreso controlado ahora por los Republicanos, pero Obama ha ejercido el veto presidencial a la ley aprobada por los republicanos en el Congreso para aprobar la construcción del gran oleoducto. El veto se ha producido para permitir que la aprobación siga el cauce ya existente, que igualmente termina en la Casa Blanca. Ahora se espera que Obama vete completamente no solo el proceso, sino todo el proyecto Keystone, en el ojo del huracán de la política energética estadounidense y una prueba del compromiso de Obama contra el cambio climático.

La razón de ello se encuentra en Alberta, Canadá. Keystone XL es un proyecto para transportar el petróleo extraído de las grandes extensiones de arenas bituminosas o asfálticas de la región canadiense de Alberta hasta las refinerías del golfo de Estados Unidos. Ahora mismo Canadá solo puede transportarlo hasta las refinerías de Texas y Louisiana a través del caro ferrocarril. Las arenas bituminosas son uno de los combustibles más contaminantes del planeta. Además de los impactos locales de la extracción sobre las comunidades indígenas (deforestación, contaminación), las arenas bituminosas amenazan aun más el clima, porque su combustión emite mucho más CO2 que el petróleo convencional.

El climatólogo James Hansen de la NASA ya había advertido que la explotación de las arenas canadienses supone el jaque mate al clima, y un estudio del University College de Londres han estimado que al menos un 85% de las arenas no pueden extraerse, si queremos mantenernos por debajo del umbral de dos grados centígrados con el que supuestamente todos los gobiernos se han comprometido.

Pero además, el impacto de la decisión sobre Keystone irá más allá de Estados Unidos, ya que Asia y Europa son objetivos comerciales. De acuerdo a un informe del Consejo Nacional de Defensa de Recursos de Estados Unidos, este proyecto y otros como Energy East permitirían la exportación diaria de 700.000 barriles de petróleo de las areanas hacia Europa en 2020, el equivalente a poner 6 millones de coches más en Europa. Los gobiernos norteamericanos, manejados por la industria del petróleo han presionado a Europa para no implementar medidas legislativas protectoras que puedan frenar las importaciones de arenas. El Gobierno canadiense llevan años de intenso lobby para frenar cualquier iniciativa climática de los europeos. Estados Unidos y Canadá han usado los acuerdos comerciales como herramienta de presión. Sus esfuerzos han dado su fruto, ya que el año pasado la Unión Europea descartó la legislación que desincentivaba el uso de las arenas, tras renunciar a reducir las emisiones del transporte a partir de 2002. El año en el que Canadá aparecerá con las manos en los bolsillos en la cumbre de cambio climático de París, la UE le ha dado luz verde de nuevo a la crisis climática.

La única esperanza actual es conseguir que Obama no ayude nunca más a Canadá. Con suerte bloqueará el proyecto del todo y nos dará un respiro.