Me levanto temprano después de haber dormido en una escuela y sigo camino entre el ripio, la tierra y algunos paisajes extraños e inconsuetos para la gran parte de la gente que cree que la Ruta 40 es solo tierra y ripio y caminos en mal estado.
A veces la aventura pasa por observar la belleza que la naturaleza nos ofrece y no por sufrir las condiciones inhóspitas de un trazado.
Ríos y lagunas a lo largo de nuestro recorrido. El agua corre y las nubes pasan.
Y carteles que advierten que el camino no siempre es aconsejable para cualquier tipo de vehículos.
Montañas moradas, piedras amarillas, pastos castaños y aves que observan curiosas el paso de los viajeros.
Mientras otras disfrutan del agua desinteresadas del resto del mundo.
Muy pocos vehículos en tránsito. Algunas casas de pastores y algunos nuevos amigos que hacemos durante el viaje. El paisaje es bastante desolador. Almuerzo y sigo.
Lleno el tanque de la moto y sigo.
El camino de cornisa es estrecho y peligroso. Hay que tener mucho cuidado. Llego a un lugar de casas abandonadas. Trato de pernoctar pero hay mucha suciedad. Llego hasta el puesto de gendarmeria y ellos me dan una mano permitiéndome de acampar. Mi agradecimiento a ellos. En estos lugares la policia cumple una función distinta, más humanitaria si se quiere. Despojada de esos principios básicos de su profesión que son prevenir delitos y a veces reprimir excesivamente. Acá son reservados. Y cuando pueden ayudar al viajero lo hacen
source: https://hive.blog/ocd/@patagonian-nomad/the-great-journey-of-route-40-in-argentina-from-north-to-south-the-second-stage-reaching-abra-del-acay