Revista Arte

El Greco se adelantaría al Arte Moderno, al Contemporáneo y cualesquiera otro evolucionado del mundo.

Por Artepoesia
El Greco se adelantaría al Arte Moderno, al Contemporáneo y cualesquiera otro evolucionado del mundo.
Hay una forma de ver las cosas; simplemente, se mira y se percibe ahora de ella si atrae, si gusta, si nos dice algo... Pero, no nos podemos quedar solo en eso. Sin tener en cuenta el contexto, su tiempo y sus circunstancias, no podremos saber, es decir, comprender en su totalidad, lo que el objeto que vemos -en este caso una imagen artística- nos comunique para clasificarlo o valorarlo. La obra de Arte titulada La Anunciación, compuesta por El Greco alrededor del año 1600 y ubicada actualmente en El Museo de Bellas Artes de Budapest, es una de las muchas obras que este gran pintor hiciera de esa temática sagrada. ¿Sagrada? La estética de este pintor extraordinario es inclasificable. Vivió en el paso de un Arte sofisticado a un Arte natural. Y llevaría los dos a una representación genial en los últimos años de su vida. Los dos. Porque el Arte es combinación, es amalgama, es universo, es totalidad en lo particular, es contraste, es belleza ubicada, es sensibilidad y riesgo... Aquí, en esta obra particularísima -de esta temática, la anunciación de María, hizo decenas de cuadros, todos distintos- alcanzaría El Greco la mayor sublimidad estética del mundo. ¿Cómo se puede pintar así, con esa liberalidad colorista y esa simpleza compositiva, a finales del siglo XVI? Este es el contexto. En ese momento histórico el Manierismo era lo más avanzado a que se habría ido en el Arte. Y se aceptó a medias. Pero, aquí, en esta obra expresionista de El Greco, ¿a dónde se dirigía el Arte por entonces? Imposible ese avance. Cuando el pintor murió en el año 1614 se acabaría aquel alarde expresionista...
Fijémonos bien en esta obra de Arte universal. Porque en ella estará todo lo que es el Arte, pero, también estará una epifanía monumental de la antropología del mundo. Y de la libertad...  ¿Existió un creador más libre en ejercicio que El Greco? ¿Quién se hubiese atrevido a pintar de ese modo tan extraño en pleno año 1600? En el siglo XX vale, pero, ¿en el siglo XVI? Imposible. Hay muchas obras así de El Greco, casi todas genialmente extraordinarias. Pero esta pequeña obra -un lienzo de 91 x 67 cm- encierra además entre sus bordes una genial obra maestra del Arte más universal. Es una representación sagrada y no lo es. Es una obra sofisticada y no lo es. Es una obra natural y no lo es. Lo es todo, todo eso. Y esta particularidad tan general la hace genial y universal. Parece tan simple la obra, ¿verdad? Pero esa simpleza la hace más genial aún. Más con menos..., la máxima más soberbia del Arte. ¿Qué vemos ahora ahí? Traduzcamos un poco la obra; mejor dicho, interpretemos la genialidad de esta obra. Hay dos figuras humanas ahí. ¿Humanas? Sí, humanas, aunque una no lo parezca tanto. Pero, sin embargo, lo parece. Aunque sea el ángel Gabriel, que, según la iconografía, está anunciando a María aquí su maternidad divina. Pero es la representación también de una figura humana. Por otro lado, está la representación de María, una mujer. Ambos personajes están comunicados. Esta es una antropología decisiva: los seres humanos se comunican, se expresan, se transmiten mensajes, se relacionan con un lenguaje. María, además, está leyendo un libro: la representación cultural de cualquier experiencia -interior o exterior- humana anterior transmitida por escrito. 
Sociedad y cultura, por un lado, pero sin olvidar la trascendencia...  Aquí está representada por la volatilidad de lo místico en las alas del ángel y de la paloma, símbolos de lo elevado, de lo que alcanzará la altura suficiente para pasar a otra esfera distinta. Pero, nada más. Son, curiosamente, los únicos elementos naturalistas -pintados más conforme a la Naturaleza- del cuadro. Bueno, no. Hay dos cosas más: el jarrón y las tijeras del cesto. El resto está todo transformado por la deformación sublime anamórfica de El Greco. Pero es que, además, hay que combinar en la obra, para que la estética que representa alcance a lograr su culminación artística más extraordinaria. Lo que hace el Arte genial para avanzar sin menoscabo. Por esto el Arte Moderno no consiguió prosperar... Pero este sí. Este Arte de El Greco no morirá nunca bajo las lozas veleidosas de la indecisión estética. Por otro lado, el Arte es también una expresión luminosa del mundo. Y el mundo natural, el que conocemos por nuestros sentidos, es reflejo de un haz poderoso de luz. Y producirá los colores, y éstos serán el contraste... Para que distingamos las cosas necesitaremos del color. Da igual el que sea, y no lo da... El cielo es celeste, de acuerdo, pero no amalgamadamente así, con esos trazos de ensoñación obnubilosa que vemos en este lienzo manierista. Sin embargo, el atril de lectura de María es ahora marrón, como la materia natural de la que está hecha supone. Más combinación: ilusión y razón, abstracción y sentido. Es el contraste ahora entre las cosas inferiores -las que están pintadas abajo- y las superiores -las que se representan arriba-; así, el naturalismo brillará más en la mitad inferior y la sofisticación manierista expresionista lo hará más en la otra.
Simpleza y combinación. Color y simbología. Metafísica y terrenalidad. Diálogo y silencio. Misterio y transparencia. Incluso ritmo... Sí, hay música en esta obra. El ángel parece sostener una melodía que ella responderá con su tino...  Si vemos esta obra, al pronto, ¿qué sentimos? ¿No sentiremos una paz tan sosegada que, apenas nos recuperemos de ella, pensaremos que no existe otra cosa en el mundo? Pero ahí estará lo inferior para recordarnos que somos además mortales, sufrientes, caducos y oscuros. Que solo elevándose uno de sí mismo y de sus miserias es posible la felicidad o el sentido más placentero de la vida. Dará igual a dónde uno se eleve, con tal de hacerlo. En el lienzo de El Greco, la mano del ángel sostiene una dádiva comunicativa prodigiosa...  Debemos trasladar nuestra capacidad vital hacia un sentido trascendente, el que sea, con tal de que la vida ahora -es decir, en este mundo- nos justifique ahora cualquier otro sentido inteligente. Todo eso transmitirá la obra de Arte de El Greco. Nos lo recuerda el pintor especialmente con los colores sorprendentes y expresivos. Mucho antes de que Rembrandt nos asombrase incluso con los suyos. Pero, aquí, a diferencia del bello detallismo del holandés genial, hay ahora un sentido de dualidad mística-terrenal demasiado exacerbada. Como los colores y los gestos, como la deformidad y la naturalidad de sus trazos, como la simpleza iconográfica y estética más elaborada y universal de todas las habidas nunca.
(Óleo sobre lienzo La Anunciación, 1600, del pintor El Greco, Museo de Bellas Artes de Budapest, Hungría.)


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