La historia se centra en la ciudad de Imardin donde las clases están muy definidas y tienen su propio terreno. En el centro las clases altas y el gremio de magos (y su universidad), en medio la clase media, y a las afueras la chusma, ladrones etc… El caso es que cada año hay un día donde los magos salen a la calle a vaciar la ciudad de mendigos, ladrones y demás indeseables. Protegidos por sus escudos mágicos no tienen que temer las piedras que les lanza la pobre gente. Sin embargo entre esa pobre gente hay una niña, Sonea, que con toda su furia lanza una piedra que consigue atravesar el escudo de un mago (con la mala suerte de que es el mago cabrón). Tras un momento de estupefacción se desata el caos. Los magos intentan apresarla con la mala suerte de matar a uno que estaba a su lado. Ella piensa que quieren matarla y huye. Sin embargo los magos no son tan malos como cree la gente y la buscan porque un mago sin Control puede llegar a destruir la ciudad.
En principio es una trama sencilla, la primera mitad es un juego del gato y el ratón entre Sonea y los magos. Sin embargo a partir de la mitad la cosa se vuelve más interesante. No es que sea Agata Christie pero hay alguna que otra trama de intriga. No contaré nada más para no desvelar nada.
Tal vez fuera porque me aburrí soberanamente con Caballo de troya, pero este libro, aunque no va a ser uno de mis favoritos, la verdad es que ha hecho que me entren ganas de leer el resto de la trilogía. Los magos son del tipo normal (osea no hacen megamagia ni son un Gandalf), al menos en este libro. No hay muchas escenas de acción la verdad pero la prosa es lo suficientemente dinámica como para no echarlas en falta. Un buen libro.