Mientras abría el grifo de la ducha, hace tan solo unos minutos, e intentaba encontrar un término medio entre el abrasamiento y la congelación, pensaba en Filipinas. No ha sido una ducha reconciliadora. También pensaba en tantas otras catástrofes ¿naturales? que matan personas, niños, ancianos, vulnerables, destruyen sus hogares y sus recursos para seguir viviendo una vez pasa y se va la ayuda internacional. No deja de ser cruel, injusto hasta el dolor, que quien menos armas de supervivencia tiene sea quien más azotes recibe. Es antinatura. Tan antinatura como buscar la temperatura ideal del agua que sale del grifo, como darle a una rosca y que se encienda el gas que calienta el desayuno, tan antinatura como coger un coche en lugar de caminar u optimizar los traslados cogiendo un transporte colectivo. Mis pequeños gestos de esta mañana a favor del cambio climático y de la catástrofe han sido solo eso: pequeños gestos que, unidos a los de millones, convierten este mundo en una emboscada para millones de personas, aunque para nosotros todo sea tan inocente como abrir un grifo.
Y, pese a todo, entiendo, pero no comparto, que a los altos mandatarios reunidos desde ayer en Varsovia, en el marco de la XIX Cumbre del Clima, al abrigo de un sistema de calefacción centralizada, les cueste creer en el cambio climático, siempre tibios, a temperatura de confort aun con sus corbatas y trajes caros. El representante filipino, que ya lanzó la voz de alarma el año pasado, seguramente sacará los colores a muchos de ellos durante su intervención, esa quemazón apabullante en las mejillas y los párpados que solo sabe producir la vergüenza, el haber sido pillado en falso. Probablemente, también sientan sequedad en la garganta y, de pronto, tengan sed, mucha sed. Y quizá bajo el sol abrasador de la conciencia, de la culpa por omisión, sus asesores decidan que hay que bajar un par de grados la temperatura de la sala. Ya templados, no dudarán en que hay que establecer mecanismos de ayuda a las víctimas, que es lo urgente. De lo importante queda todo por hacer todavía y cada vez queda menos tiempo. Al menos a 10.000 personas ya se les ha acabado.