Todas las noches de esta semana me acompaña un grillo. Es un sonido que no invade, que deja espacio , que reconforta aunque sea un chirrido.
En verano era otra historia. Entonces eran las cigarras, con ese zumbido implacable que lo que llenaba todo. No había silencio, ni respiro. Como si quisieran recordar que el calor no perdona. Aquello no era compañía o evocación veraniega, era estruendo.
Quizá por eso ahora agradezco tanto al grillo. Porque su voz no me molesta. Porque no me recuerda al calor que aplasta, sino a la calma que queda cuando por fin refresca.
Me gusta este inicio de este otoño…