Por eso, me moría de ganas por saber cómo continuaba la historia con su segunda parte, que es el libro que reseño hoy: El guante de cobre.
El verano no está siendo sencillo para Call. Tras haber pasado su primer curso en el Magisterium, ha vuelto a casa y la relación con su padre no es la misma, se ha enrarecido con todo lo sucedido. Sin embargo, Call no esperaba que su padre tuviera todo un plan para cerciorarse de que sea El enemigo de la muerte y, si es así, matarlo. Asustado, Call coge a su lobo caotizado, Estrago, y huye a casa de Tamara donde pasa las últimas semanas de vacaciones con ella y con Aaron, su mejor amigo y el nuevo makaris... que está destinado a matarle.
Cuando por fin vuelve al Magisterium, Call cree que tiene unos cuantos meses de calma, ya que ahí estará seguro, por lo menos hasta el verano. Sin embargo, la paz no dura mucho, pues pronto el Alkahest es robado. El Alkahest es un guante mágico capaz de quitarle los poderes a un mago y de matar al makaris y también es el objeto que estaba estudiando su padre. Para salvar a éste, Call se tira de cabeza a una aventura contrarreloj junto a sus dos amigos y Jasper. ¿Conseguirán encontrar a Alastair Hunt y descubrir qué se propone?
La primera parte acabó con Call descubriendo que era ni más ni menos que Constantine Madden, El enemigo de la muerte, el mago que en su intento de resucitar a su hermano, perdió la cabeza y supuso la amenaza más peligrosa para el mundo de los magos. Con semejante final de infarto, el listón estaba muy, muy alto.
Pero el binomio Clare-Black lo ha superado.
Si La prueba de hierro era bastante introductoria, en El guante de cobre no se han andado con rodeos y desde el principio se han dedicado a contar la historia que querían, sin dar respiro alguno al lector. El libro empieza con Call huyendo de casa porque cree que su padre lo quiere matar y no se toma ni un solo respiro, pues hasta las partes más calmadas te ofrecen una visión de la política de los magos. Por tanto, El guante de cobre es un libro, ante todo, entretenido. Es imposible dejar de leer al verte sumergido por la huida hacia delante llena de acción de Call y compañía.
Además, también nos dan más respuestas y siembran nuevas dudas y sospechas, que muy sutiles no son, pero al fin y al cabo la saga de Magisterium está pensada para un público más joven que el de las novelas habituales de Clare y Black.
Eso sí, a pesar de que es un libro un poco más infantil, tiene un aire muy macabro y tiene partes que resultan hasta inquietantes, sobre todo ese último acto del que no os hablaré porque no me gusta soltar spoilers. Pero, vamos, que me sorprendió un poco lo brutas que eran las autoras en ciertos aspectos y, oye, se lo aplaudo porque ese mal rollo que da el último tercio de la novela mola mucho.
También me resulta muy interesante que el protagonista sea lo que es. Call tiene el alma del enemigo que todos temen y que hizo cosas horribles, lo que es muy original. Es algo que se trata a lo largo de toda la novela, con Call preguntándose si tener el alma de Constantine Madder le hace malo o si, por el contrario, es un buen chico. Me gustó mucho ese dilema suyo, también sus reacciones, que me parecieron muy naturales: ocultar la verdad porque la temía, el temer a su propio padre por ser el único que podría saber quién era, el hecho de que fuera tan coherente todo el rato... Era muy fácil que llevaran a Call por el camino de la intensidad suprema y, aunque un poco intenso sí que es, se entiende con todo lo que tiene encima.
Aaron y Tamara, por su parte, siguen siendo los de siempre y cada uno se enfrenta a sus propios problemas: mientras que Aaron debe sufrir las cosas buenas y malas de ser el famoso makaris, ella sigue debatiéndose entre las reglas y sus amigos.
Pero si ha habido una revelación en El guante de cobre ha sido Jasper, que ha pasado de ser un tocapelotas del quince a estar en el equipo de los protagonistas y ha molado mucho. Hemos podido conocerlo mejor y le ha sentado de maravilla jugar el rol que juega en esta segunda novela, convirtiéndose en un personaje más complejo que el compañero tocapelotas de turno que era en La prueba de hierro.
Por lo demás, el estilo a cuatro manos de Cassandra Clare y Holly Black sigue siendo maravilloso, con unos diálogos muy geniales. Encima, nos han dado una novela que engancha, se lee en un suspiro y, aunque su final es más cerrado que la anterior, deja con ganas de leer la tercera entrega, que se titulará The bronze key. Vamos, que estoy deseando volver al Magisterium y la espera se hará larga.
El próximo lunes literario estará dedicado a... El jinete de bronce de Paullina Simons.