El guardián de los objetos perdidos

Publicado el 20 junio 2018 por Aleon @Aleonpizarro
de Ruth Hogan.

Título: El guardián de los objetos perdidosAutora: Ruth HoganEdiorial: Duomo, 2018Páginas: 384.
SINOPSIS.
Una bella historia sobre objetos perdidos y segundas oportunidades
Anthony Peardew, célebre autor de relatos que se acerca al final de sus días, ha pasado la mitad de su vida coleccionando objetos extraviados, tratando de expiar una promesa rota años atrás. Con el tiempo en su contra, decide legar su casa y todos los tesoros perdidos a su asistente, Laura, la única persona en quien confía que cumplirá su promesa y reunirá los cientos de cachivaches con sus legítimos dueños. 
El último deseo de este guardián de objetos perdidos desencadena una serie de encuentros afortunados que dan una segunda oportunidad a todos aquellos que creían haberse extraviado.
IMPRESIÓN PERSONAL.
Cada vez que hago una limpieza de esas de darle una vuelta completa a la casa juro que me deshago de muchas cosas inservibles o, al menos, que a mi o a mi familia ya no nos sirven o que ya no usamos. Supongo que nos pasa un poco a todas, ese afán de acumular y esa típica frase de "esto lo guardo por si...", hasta que llega un día en que por muy grande que sea tu casa, no te queda otra que tomar medidas drásticas y empezar a deshacerte de útiles y enseres que llevan años y años cogiendo polvo en armarios, garajes y/o buhardillas.
Sin embargo, yo sigo conservando muchas cosas de mi madre, de mi abuela y cada año me encanta sentarme un buen rato con esa cajita de cartón donde mi abuela guardaba los hilos para bordar, sus agujas de hacer ganchillo y un montón de muestras de letras bordadas hechas con un cariño tan especial que me extraña que yo pueda poner alguna vez en lo que hago. Me encanta abrir una maleta antigua de mi madre y sentarme con guantes y antiguos velos, con ropas de esas que ya no se usan porque cada vez nos sobra más ropa y cada vez la valoramos menos, con botones que seguramente ya no se encuentran y con esas antiguas cajas de "cola-cao" llenas de fotos en blanco y negro que me muestran una existencia que se vivió  y me explican lo efímero que es todo lo que nos rodea. También tengo que reconocerlo: muchas veces me harto de llorar pero son unas lágrimas que apetecen, que te colocan de nuevo en la realidad que a veces se nos olvida, esa que te dice que "estamos aquí muy poco tiempo" y que algún día, a lo mejor mis hijos se verán haciendo con mis "reliquias" lo mismo que yo. No olvidarme de lo que soy y de lo que fueron.
De todo esto y más va esta preciosa historia con preciosa portada. Anthony Peardew, un hombre solitario que perdió hace años al gran amor de su vida, Therese, que vive para añorarla y buscando permanentemente un objeto que ella le regaló un día lejano, acaba intentando devolver a sus legítimos dueños objetos que él considera perdidos por si alguna persona encuentra su objeto perdido y se lo devuelve. A cada objeto que encuentra y etiqueta, le fabrica una historia posible hasta el momento de su perdida y a través de esas historias conoceremos las vidas de múltiples personas y circunstancias vitales. Una historia de vida dura por las ausencias pero llena de esperanza, incluso hasta después de su muerte porque deja todo su legado y su "trabajo" a su querida ama de llaves, Laura, una mujer maltratada, que se refugia en su hogar y que emprende, no sin problemas, esa labor de encontrar a todos los dueños/as de esos objetos perdidos que pudieran significar algo importante en la vida de quienes los perdieron. Pero, Laura no está sola. La acompañan en esta gran empresa el jardinero de la casa, Freddy y Sunshine, una joven con capacidades diferentes a la mayoría, que seguramente sea la más sensata e inteligente de todo el trío y que me ha hecho reír hasta la lágrima con sus "ocurrencias" y su manera de expresarlas. Tres personajes con los que me ha encantado convivir estos días, tomarme la "gran taza de té" a pesar de que no me guste el té porque con ellos se aprenden valores que muchas veces olvidamos con nuestras prisas diarias.
Simultáneamente, la autora nos recuerda que no sólo se pierden cosas. Es cierto que muchas "cosas" tienen un valor sentimental, que van unidas a momentos vitales imprescindibles en nuestra vida pero también nos recuerda a través de la historia de Bomber y  Eunice lo que significa perder hasta nuestros propios recuerdos, esos que nunca vuelven cuando una persona padece esa lacra que es el alzheimer. Simplemente, esa perdida que nadie puede devolverte, te hace dejar de ser porque sólo somos lo que vamos recorriendo y si se pierde la estela, dejamos de ser.
No os digo más sobre este libro. Yo creo que se nota que me ha calado hondo. Y lo ha hecho en mi caso, lo cual no quiere decir que lo tenga que hacer en todos los casos. Esa es otra de sus enseñanzas: cada uno de nosotr@s somos únicos y en eso está la grandeza aunque todos tenemos oportunidades en la mano que podemos o no dejar pasar antes de iniciar un camino de no retorno.
Una historia entrañable e inolvidable como todos esos objetos a los que nos aferramos con amor y no con ansia de acaparar y de estar a la última. Al fin y al cabo son objetos que nos definen y que forman parte de lo que somos.
Si tenéis oportunidad, leedlo. Seguro que os gusta.