La protagonista de esta historia, Amaia Salazar, es una joven nacida en Elizondo, el principal pueblo del valle de Baztan, en el norte de Navarra, de donde se marchó a Pamplona para estudiar y ya nunca volvió. Con el paso de los años se convirtió en inspectora de la sección de homicidios de la Policía Foral, conoció a James, un artista norteamericano y se casó con él. Así dejó atrás su familia, su pasado, su infancia, sus recuerdos, sus fantasmas... Pero el asesinato de una joven cuyo cuerpo aparece junto al río Baztán en uno de los bosques de Elizondo y su relación con otro asesinato ocurrido en circunstancias similares un mes antes le obligan a volver a Elizondo para dirigir la investigación. Las víctimas son adolescentes que quieren ser mujeres y que, sin embargo, todavía no han dejado de ser niñas. Quizá por eso el asesino lleva a cabo con ellas una misteriosa y macabra ceremonia de purificación. Los cuerpos aparecen con las ropas rasgadas, el vello púbico rasurado y las manos colocadas en actitud virginal. Pero alrededor de los cadáveres se encuentran también pelos de animal, restos de piel y rastros que no parecen humanos. ¿Ciervos, jabalíes, zorros, osos? ¿O, por el contrario, se trata de algo más maligno y ancestral? Allí, en su pueblo natal, del que siempre ha intentado huir, vivirá en casa de su tía Engrasi, que para ella ha sido siempre como una madre. Es una mujer fuerte, luchadora, con carácter, una representante nata del matriarcado tan presente en el País Vasco y en Navarra, a quien nunca le han importado las habladurías y los rumores que le critican por saber echar las cartas y que le acusan de ser una bruja. Amaia volverá también al negocio familiar, el obrador que fundaron sus bisabuelos y que ahora dirige su hermana mayor, Flora, una mujer solitaria, amargada, con un gran carácter, acostumbrada a que todas las personas de su entorno obedezcan sus tajantes órdenes. Una mujer abnegada, mártir, sufrida que vive por y para echar en cara los defectos y los errores a los demás. Especialmente a Víctor, su ex marido, del que sin embargo, por miedo al qué dirán, no se ha separado ni divorciado. Víctor es un ex alcohólico que solo piensa en recuperar el cariño de su mujer. La otra hermana de Amaia es Rosaura, a quien tampoco le va muy bien en el amor. Su pareja, Fredy, es un parásito, un hombre abandonado, sin trabajo, sin ilusiones, sin motivos ni ganas para levantarse del sofá o de la cama, para dejar de beber y de lamentarse. Y Rosaura no sabe qué hacer. Por miedo a lo que pueda pensar Flora, Amaia, Engrasi y por miedo al qué dirán el resto de los vecinos de Elizondo. Porque Elizondo es un pueblo en el que todos se conocen y todos se creen con derecho a juzgar a los demás. Un pueblo orgulloso, fuerte, valiente, que conserva sus tradiciones, su folklore, sus leyendas, su mitología. Un pueblo, Elizondo, y un valle, Baztán, que ha aprendido a crecer, a avanzar, a sobrevivir luchando contra las constantes inundaciones, siempre al lado de su iglesia, la de Santiago, y contra la fuerza de la Naturaleza. Una fuerza a la que respetan pero también aman. Una fuerza formada por los bosques, los ríos, los montes, por todo el paisaje que sobrecoge a todos los que lo ven, pero también por los seres mitológicos como el basajaun, las lamiak, las brujas, los gentiles, la diosa Mari. Esos seres que todos conocen pero que, sin embargo, no todos creen, porque no los han visto. Así, rodeada por la niebla y la lluvia, por sus propios fantasmas familiares, los de antes y los de ahora, los del pasado y los del presente, Amaia deberá enfrentarse a una carrera contrarreloj para encontrar al asesino y evitar que más niñas mueran de esa manera tan brutal, tan salvaje, tan animal. Pero, al mismo tiempo que se enfrenta a la tensión, el estrés y el miedo que le provoca no ser capaz de averiguar quién o qué es el asesino, también deberá hacer frente a sus propios compañeros, tanto de la Policía Foral como de la Guardia Civil, todos hombres. Algunos le apoyarán, le respetarán, le admirarán pero también habrá quienes desconfiarán de ella y de su capacidad para dirigir una investigación tan complicada. Así, tanto el lector como Amaia poco a poco, página a página, descubrirán quiénes son amigos, leales, incondicionales y quiénes son enemigos dispuestos a traicionarla, queriendo o sin querer. Tanto la trama policial, la investigación de los crímenes de esta novela negra como la trama personal, la historia de Amaia, su relación con James, con sus hermanas, con su tía, con sus cuñados, con sus compañeros de trabajo, como el joven, amable e inteligente Jonan o el veterano, solitario y prepotente Montes, tienen un ritmo ágil, trepidante, electrizante que hace que la novela se lea sin darnos cuenta, mientras contenemos la respiración conforme descubrimos más pistas que nos llevarán a descubrir poco a poco, saboreando al máximo cada detalle, cada dato, cada descubrimiento, cada sorpresa, al asesino pero también a desvelar quién es Amaia y, sobre todo, por qué es como es. Se trata de una novela que sorprende en todas las páginas y, muy especialmente, al final. Yo al menos creía saber quién era el asesino pero descubrí que estaba equivocada, por lo que el final no solo me sorprendió sino que me dejó con un sabor todavía más dulce, casi tanto como el de las tortas de txantxigorri o el chocolate de Malkorra. Una novela que logra mezclar a la perfección el género policíaco con las sagas familiares, la realidad de unos brutales asesinatos con el misticismo de las leyendas y las tradiciones y lo hace deleitándonos en cada página. Una novela adictiva que no solo engancha, sino también entretiene. Mucho. Muchísimo. Por la trama, por el escenario, por los personajes. Porque todo está cuidado. Por mi parte estoy deseando leer la segunda y la tercera parte de esta trilogía y volver a recorrer Elizondo y el valle de Baztán acompañando a Amaia Salazar. Por todo esto, y por mucho más que no quiero desvelaros, sin duda os recomiendo la lectura de esta novela y os animo a descubrir quién es el guardián invisible.
El guardián invisible, de Dolores Redondo
Publicado el 22 febrero 2013 por Goizeder Lamariano MartínLa protagonista de esta historia, Amaia Salazar, es una joven nacida en Elizondo, el principal pueblo del valle de Baztan, en el norte de Navarra, de donde se marchó a Pamplona para estudiar y ya nunca volvió. Con el paso de los años se convirtió en inspectora de la sección de homicidios de la Policía Foral, conoció a James, un artista norteamericano y se casó con él. Así dejó atrás su familia, su pasado, su infancia, sus recuerdos, sus fantasmas... Pero el asesinato de una joven cuyo cuerpo aparece junto al río Baztán en uno de los bosques de Elizondo y su relación con otro asesinato ocurrido en circunstancias similares un mes antes le obligan a volver a Elizondo para dirigir la investigación. Las víctimas son adolescentes que quieren ser mujeres y que, sin embargo, todavía no han dejado de ser niñas. Quizá por eso el asesino lleva a cabo con ellas una misteriosa y macabra ceremonia de purificación. Los cuerpos aparecen con las ropas rasgadas, el vello púbico rasurado y las manos colocadas en actitud virginal. Pero alrededor de los cadáveres se encuentran también pelos de animal, restos de piel y rastros que no parecen humanos. ¿Ciervos, jabalíes, zorros, osos? ¿O, por el contrario, se trata de algo más maligno y ancestral? Allí, en su pueblo natal, del que siempre ha intentado huir, vivirá en casa de su tía Engrasi, que para ella ha sido siempre como una madre. Es una mujer fuerte, luchadora, con carácter, una representante nata del matriarcado tan presente en el País Vasco y en Navarra, a quien nunca le han importado las habladurías y los rumores que le critican por saber echar las cartas y que le acusan de ser una bruja. Amaia volverá también al negocio familiar, el obrador que fundaron sus bisabuelos y que ahora dirige su hermana mayor, Flora, una mujer solitaria, amargada, con un gran carácter, acostumbrada a que todas las personas de su entorno obedezcan sus tajantes órdenes. Una mujer abnegada, mártir, sufrida que vive por y para echar en cara los defectos y los errores a los demás. Especialmente a Víctor, su ex marido, del que sin embargo, por miedo al qué dirán, no se ha separado ni divorciado. Víctor es un ex alcohólico que solo piensa en recuperar el cariño de su mujer. La otra hermana de Amaia es Rosaura, a quien tampoco le va muy bien en el amor. Su pareja, Fredy, es un parásito, un hombre abandonado, sin trabajo, sin ilusiones, sin motivos ni ganas para levantarse del sofá o de la cama, para dejar de beber y de lamentarse. Y Rosaura no sabe qué hacer. Por miedo a lo que pueda pensar Flora, Amaia, Engrasi y por miedo al qué dirán el resto de los vecinos de Elizondo. Porque Elizondo es un pueblo en el que todos se conocen y todos se creen con derecho a juzgar a los demás. Un pueblo orgulloso, fuerte, valiente, que conserva sus tradiciones, su folklore, sus leyendas, su mitología. Un pueblo, Elizondo, y un valle, Baztán, que ha aprendido a crecer, a avanzar, a sobrevivir luchando contra las constantes inundaciones, siempre al lado de su iglesia, la de Santiago, y contra la fuerza de la Naturaleza. Una fuerza a la que respetan pero también aman. Una fuerza formada por los bosques, los ríos, los montes, por todo el paisaje que sobrecoge a todos los que lo ven, pero también por los seres mitológicos como el basajaun, las lamiak, las brujas, los gentiles, la diosa Mari. Esos seres que todos conocen pero que, sin embargo, no todos creen, porque no los han visto. Así, rodeada por la niebla y la lluvia, por sus propios fantasmas familiares, los de antes y los de ahora, los del pasado y los del presente, Amaia deberá enfrentarse a una carrera contrarreloj para encontrar al asesino y evitar que más niñas mueran de esa manera tan brutal, tan salvaje, tan animal. Pero, al mismo tiempo que se enfrenta a la tensión, el estrés y el miedo que le provoca no ser capaz de averiguar quién o qué es el asesino, también deberá hacer frente a sus propios compañeros, tanto de la Policía Foral como de la Guardia Civil, todos hombres. Algunos le apoyarán, le respetarán, le admirarán pero también habrá quienes desconfiarán de ella y de su capacidad para dirigir una investigación tan complicada. Así, tanto el lector como Amaia poco a poco, página a página, descubrirán quiénes son amigos, leales, incondicionales y quiénes son enemigos dispuestos a traicionarla, queriendo o sin querer. Tanto la trama policial, la investigación de los crímenes de esta novela negra como la trama personal, la historia de Amaia, su relación con James, con sus hermanas, con su tía, con sus cuñados, con sus compañeros de trabajo, como el joven, amable e inteligente Jonan o el veterano, solitario y prepotente Montes, tienen un ritmo ágil, trepidante, electrizante que hace que la novela se lea sin darnos cuenta, mientras contenemos la respiración conforme descubrimos más pistas que nos llevarán a descubrir poco a poco, saboreando al máximo cada detalle, cada dato, cada descubrimiento, cada sorpresa, al asesino pero también a desvelar quién es Amaia y, sobre todo, por qué es como es. Se trata de una novela que sorprende en todas las páginas y, muy especialmente, al final. Yo al menos creía saber quién era el asesino pero descubrí que estaba equivocada, por lo que el final no solo me sorprendió sino que me dejó con un sabor todavía más dulce, casi tanto como el de las tortas de txantxigorri o el chocolate de Malkorra. Una novela que logra mezclar a la perfección el género policíaco con las sagas familiares, la realidad de unos brutales asesinatos con el misticismo de las leyendas y las tradiciones y lo hace deleitándonos en cada página. Una novela adictiva que no solo engancha, sino también entretiene. Mucho. Muchísimo. Por la trama, por el escenario, por los personajes. Porque todo está cuidado. Por mi parte estoy deseando leer la segunda y la tercera parte de esta trilogía y volver a recorrer Elizondo y el valle de Baztán acompañando a Amaia Salazar. Por todo esto, y por mucho más que no quiero desvelaros, sin duda os recomiendo la lectura de esta novela y os animo a descubrir quién es el guardián invisible.