Todo comienza como en una historia de las mil y una noches. Una joven, en busca de un espejo, se pierde en la casbah argelina, entre los comercios de especias y la multitud que pasea por unas callejuelas laberínticas, inundada por los infinitos olores de una ciudad entre la tierra y el mar.
Safinez Bousbia, la realizadora de esta primera película, encontrará el espejo que buscaba en una minúscula tienda, a pie de calle, escondida en un estrecho callejón. Pero la costumbre aquí es de rigor y no puede abandonar el humilde comercio sin haber compartido algo más que una mera transacción comercial. El viejo comerciante relata tiempos pasados, la época de un país en que la música estaba en el centro de su corazón, y encuentra en la directora una atenta oyente que se maravilla de sus andanzas de juventud.
Lo que la protagonista escucha se le queda grabado para siempre y, sin ninguna previsión, los dos próximos años de su vida los dedicará a una aventura que, a primera vista, aparece como imposible: reunir a un grupo de músicos, musulmanes, árabes y judíos, que la música unió y la guerra se encargó de separar.
El espejo, objeto detonante de este sueño realizado, no le mostrará su propia imagen sino el rostro de unos apasionados por una melodía que se convirtió en su filosofía de vida: la música chaabi (que podríamos traducir por popular). Una mezcla de cantos religiosos, música árabe tradicional y sonoridades andaluzas que es para mí, un magnífico e inesperado descubrimiento. Su inventor, Cheikh El Anka (1907-1978), con casi 400 canciones en su haber y 100 discos, ha dejado una herencia que, por suerte, no ha caído en el olvido.
Lo que comienza como un documental musical se transforma en toda una epopeya histórica de un país que la guerra hunde en el odio y la intolerancia. La música, única religión que unía a estos individuos de pertenencias tan diversas, no logrará vencer a uno de los jinetes del Apocalipsis y el final, repetido tantas veces a lo largo de los siglos, será una mezcla de impotencia, destierro, sufrimiento y rencor.
Nadie podía imaginar que una joven, en busca de un espejo, llegaría a mostrarnos con tanta inteligencia la cara oculta del objeto, sin brillo, reflejo ni imágenes. Pero tras tanta oscuridad, este documental sin pretensiones logra el milagro de hacer girar el espejo. Si nos miramos en él, individualmente, sólo veremos nuestras diferencias; si lo hacemos en grupo comprobamos que nuestra única esperanza es centrarnos en lo que nos une, en lugar de lo que nos separa, y que en definitiva somos todos muy parecidos. Atención: la música de este documental produce una fuerte y recomendable adicción.