Todos en algún momento hemos sentido en nuestro paladar y dentro de nuestro aparato digestivo, esas ganas de comer, de la necesidad de tomar alimentos para que nos den energías y continuar con nuestra vida apaciblemente hasta que de nuevo las necesidades de nuestro cerebro nos llamen para sentarnos nuevamente a la mesa. Es una rutina y a su vez una necesidad imperiosa que todos los seres vivos tenemos para poder subsistir en un mundo rodeado de tierras movedizas y de ilusiones perdidas, de alegrías poderosas que hacen estremecer nuestro propio ser. Pero sin embargo, cientos de millones de personas no comen lo que necesitan y sus cuerpos débiles se hunden en la tristeza solitaria de un mundo insolidario que han aprendido fielmente la lección desafortunada de Darwin “el fuerte se come al débil” en su teoría de la Selección Natural.
Sin embargo hay comida suficiente en la Tierra para alimentar a todos sus habitantes y para cuatro o cinco mil millones más. Entonces..¿Por qué millones de personas están muriendo de hambre y de enfermedades derivadas de la desnutrición? ¿Por qué se permite este genocidio humano sin que los organismos internacionales intervengan? ¿Por qué por mucho que se ayude a los países donde la hambruna hace estragos en la población civil, el hambre sigue siendo una plaga que mata y corroe al ser humano? ¿Qué hacen los gobiernos de los países en los que sus ciudadanos con ojos hinchados abandonan sus vidas por falta de alimento? ¿Qué justificación tiene el ser humano, los gobiernos, para permitir que esto ocurra? Por muchas ONGs que existan, el hambre seguirá matando por millones, porque el problema no es la falta de recursos alimenticios, sino el fracaso insistente, brutal y desvergonzado de una civilización. El problema es político y mientras los políticos no pongan fin a estos asesinatos premeditados que tienen como consecuencia efecto la especulación y el comercio de los alimentos a nivel mundial, seguiremos teniendo campos de refugiados donde un solo mendrugo de pan duro es la diferencia entre la vida y la muerte.
PEDRO POZAS TERRADOS (NEMO)