¿Ciertos alimentos son verdaderamente adictivos?
Puedes sentir que algunos alimentos tienen cualidades adictivas. Por ejemplo, cuando comes algo como el chocolate, tu cuerpo libera pequeñas cantidades de hormonas que elevan el ánimo y la satisfacción. Esto puede reforzar una preferencia por comidas que se asocian directamente con sentimientos concretos. El placer de comer también te permite que, de forma pasajera, puedas escapar de ciertos sentimientos negativos.
El comer emocionalmente es un hábito adquirido. Si estás enfadado, triste, feliz, aburrido o tienes ansiedad, la comida te puede reconfortar y darte placer de forma temporal. Así es como has entrenado a tu cerebro para que se sienta recompensado y tranquilo. Con otras adicciones, un programa de rehabilitación se centra en eliminar de tu vida la substancia o comportamiento que te perjudica. Con la comida, no tienes elección, ya que tienes que seguir alimentándote, así que encontrar el equilibrio se convierte en un reto complicado. Una buena manera de mejorar el estado de ánimo de forma natural y reducir los antojos es con ácidos grasos Omega 3, que puedes encontrar en pescado, carne de pasto, semillas de chia y semillas de cáñamo.
El estrés y la digestión
Si comes cuando te sientes estresado, tu cuerpo estará en un estado de “lucha o huída”. No estás preparado para digerir los alimentos sino para salir por patas del peligro o para protegerte de un ataque físico. La comida que ingieras permanecerá en tu sistema digestivo, principalmente ignorada por el cuerpo, hasta que el estrés haya pasado. Mientras tanto, tu flora bacteriana empezará a darse un banquete con lo que sea que hayas comido. Si eres como la mayoría de personas que comen para reconfortarse, lo más probable es que recurras a alimentos refinados dulces y grasientos, un buffet ideal para las levaduras menos amigables (como la candida) y las bacterias que habitan tu sistema digestivo. Como resultado, estas levaduras y bacterias empiezan a multiplicarse, y si repites esta forma de comer y de resolver tus problemas, sus cifras aumentarán de forma exponencial. También acabarán dañando los tejidos de tu sistema digestivo.
Química del cerebro
Según Carl C. Pfeiffer, MD, una gran parte de nuestro bienestar mental es una química cerebral equilibrada. La expresión “Come más alimentos que crecen en plantas, y menos alimentos que se fabrican en plantas” es muy acertada — los alimentos refinados carecen de cientos de nutrientes necesarios para que nuestro cerebro funcione correctamente. Algunas personas que tienen ansiedad, déficit de atención y depresión producen niveles altos de substancias llamadas pirroles. Los pirroles, recientemente renombrados criptopirroles, o lo que ahora se conoce más específicamente como hidroxihemopirrolina–2-ona, se forman naturalmente en el cuerpo como subproducto de la formación de glóbulos rojos. Si estos pirroles no se eliminan correctamente, se unen a la vitamina B6 y al zinc. Esta unión hace que estos nutrientes no estén disponibles para las células, creando una deficiencia aparente. En consecuencia, necesitaremos suplementar.
Más allá de las deficiencias, es importante que evites alimentos a los que tienes alergia o intolerancia, como el trigo, el azúcar o los lácteos. El cerebro utiliza el 30% de tu energía alimentaria. Pfeiffer escribe, “Puesto que el cerebro es posiblemente el órgano más delicado del cuerpo, no debería de sorprender que las alergias alimentarias pueden descompensar los niveles de hormonas y otros químicos clave en el cerebro, dando como resultado síntomas mentales y emocionales.” Estos síntomas incluyen ansiedad, confusión, pérdida de memoria y depresión. Hacer una dieta anti-inflamatoria puede ayudar a restaurar el equilibro en la mente y en el cuerpo. Si padeces algún tipo de problema emocional, te animo a que leas el libro de Pfeiffer, Nutrition and Mental Illness, en especial en lo referente a programas de suplementación para distintos casos de salud mental. Es cierto que este libro necesita actualizarse, pero es fácil de comprender y aporta respuestas importantes.
¿Cómo evitar el círculo vicioso?
1. Hay que empezar a distinguir entre hambre física de verdad y una necesidad de reconfortarse. Una forma de hacer esto es mantener un registro de la frecuencia con la que comes. Si has hecho una comida grande hace tan sólo unas horas y tu estómago no está haciendo ruido, lo más probable es que no tengas hambre. Date unos minutos para que se pase el antojo. Esto también significa que tienes que conocer tus desencadenantes. Utiliza un diario para apuntar lo que comes, la cantidad, cuándo lo haces, cómo te sientes antes, durante y después de comer, además del hambre que tienes. Conforme pasa el tiempo, conocerás mejor tus patrones alimentarios, lo cual te ayudará a evitar esos desencadenantes. Si te sientes triste y hambriento, toma una snack rico en proteínas, que puede incluir semillas de cáñamo, avellanas y unos arándanos rojos deshidratados para endulzar un poco. Comer snacks saludables como éste te ayudará a evitar las malas decisiones cuando vas a hacer la compra.
2. No seas tímido con lo que estás haciendo. Intenta que un amigo o amiga se anime a hacer esto contigo, o pídeles a los miembros de tu familia que eviten tener alimentos no saludables en casa, para apoyar los esfuerzos que estás haciendo por tu salud. Cuando el estrés te empuja hacia la nevera, llama a un amigo para que te ayude a sintonizarte con lo que necesitas de verdad.
3. Una vez por semana, organiza una cita para cocinar con un amigo, familiar o contigo mismo. Cada vez que escucho a la gente decir que no tienen tiempo para cocinar, pregunto por sus hábitos y descubro que dedican entre 6 y 8 horas semanales a ver la televisión. Mientras estás preparando sopas, estofados y tentempiés durante tu tarde de cocina, prueba a escuchar un audiolibro de tu autor preferido, o música que te guste. Te sorprenderá descubrir lo relajante que puede ser.
Consejo rápido
La manera más rápida de descarrilarse es permitirte tener hambre durante un largo periodo de tiempo. En el momento en que tu cerebro esté hambriento, empezarás a tener antojos de azúcar (un apaño rápido). Le pide a tu cuerpo que coma algo para aumentar el azúcar en sangre. Cuando esto ocurra, asegúrate de tener opciones saludables a mano. Si sientes la necesidad de comer entre comidas, elige fruta fresca, verduras con alguna crema de frutos secos o dip saludable, o una barrita de frutos secos y semillas. Además, recuerda que todas las comidas deberían componerse de proteínas, grasas y carbohidratos sin refinar, para asegurar que mantienes el equilibrio en tu química corporal. Si no estás consumiendo suficientes calorías para tus necesidades energéticas, es más fácil que sucumbas al hambre emocional. Procura comer a horas regulares, y evita saltarte el desayuno.