Se ha reducido un 1,7% la desnutrición crónica y un 4,5% la anemia en los 166 municipios priorizados.
Hacía muchos años que quería escribir esta noticia. Deseaba contar que todos los esfuerzos en los que participaba o que veía que hacían otros servían para algo. Tantas reuniones, tantos informes, tantos proyectos, tantas personas y tanto dinero invertido en Guatemala en la lucha contra el hambre debían servir para algo. Estaba ya cansado de escribir solo historias tristes sobre el hambre de Guatemala. ¿Por qué no se movían entonces los indicadores de desnutrición? Era frustrante y desanimaba al más pintado. Parecía un trabajo para Sísifo o la utopía de Moro. Es verdad que no todo lo que se hacía era efectivo, o que parte del dinero se desviaba a otros fines no éticos, que las prioridades cambiaban con cada gobierno o que los datos se maquillan para hacerlo más bonitos, pero también es verdad que desde el año 2000 el tema ha estado en la agenda y en los presupuestos de cada Gobierno, en las prioridades de la cooperación internacional (más de 100 millones de dólares anuales solo para seguridad alimentaria) y en los medios de comunicación. Deseaba fervientemente que tanto esfuerzo personal y colectivo tuviera algún impacto. Por los millones de Guatemaltecos que viven con la incertidumbre de que comer mañana, por las madres que sufren al ver que sus hijos no crecen bien y por los pequeños agricultores que ven como su trabajo incansable, 12 horas al día 365 días al año, no les vale ni para conseguir las tortillas suficientes para la familia. Dios nos castigó con la maldición de ganarnos el pan con el sudor de la frente, pero en Guatemala el sudor no es suficiente para conseguir el pan. De hecho, el salario mínimo nunca llega a cubrir la canasta básica (ver pag 3 de este documento). Y la gente no se inmuta.
Pero hoy estoy contento y no hablaré de lo que queda por hacer, sino de lo conseguido. Hoy daré una pausa a la crítica. El viernes se presentaron los resultados de la evaluación del Pacto Hambre Cero y son positivos: se ha reducido la desnutrición crónica en un 1,7% en los menores de 5 años de los 166 municipios priorizados. Es la primera vez que se registra una reducción tan destacada en el principal indicador de hambre estructural de este país. Y esto supone claramente un cambio de tendencia, pues las cifras de desnutrición crónica habían estado estables desde hace muchos años. De hecho, la tasa de reducción de desnutrición crónica no superaba el 0,4% anual (para el periodo 1986-2012), producto del desarrollo económico y los programas sociales anteriores. Este año ha sido del 1,7%, más de cuatro veces la tendencia anterior. Si se repite esta cifra en los dos años que faltan (2014 y 2015), se tendría una reducción del 5,1% en los municipios priorizados, lo cual sería a todas luces un gran avance. Esta cifra viene acompañada por una reducción del 12% de la incidencia de la anemia en menores de un año (un avance impresionante) y una reducción global del 4,5% en menores de cinco y mujeres en edad fértil (un éxito claro para el MSPAS). La desnutrición aguda también bajó, pero apenas un 0,1% por lo que no es significativo.
En la parte negativa, conviene mencionar que la obesidad y sobrepeso en mujeres aumentó un 0.8% en un año. Esto debería hacernos pensar sobre el modelo industrial de alimentación que tenemos en Guatemala, donde la comida chatarra llega a cualquier comunidad del país, vendiendo atractivos paquetitos de fritos, chicharrones o tortrix acompañados de bebidas azucaradas refrescantes, que dan estatus pero nos vuelven gordos. Entre las tareas que tiene ahora el Gobierno es entender por qué la desnutrición aumento en menores de 2 años y se redujo en los niños situados entre 2 y 5 años. Y por qué se redujo en los municipios del grupo 1 (los más afectados) pero aumento en los del grupo 2 (los que vienen después). Estas evaluaciones no valen solo para sacar pecho de los avances y disimular los retrocesos: son una herramienta preciosa de reorientación de política pública y deberían servirle a la SESAN, MSPAS, MAGA y MIDES para saber cómo van, lo que está funcionando y lo que no y corregir su accionar (por ejemplo, implementar de una vez el programa de Empleo Temporal Comunitario que lleva aparcado dos años).
El cambio de tendencia que representa el dato de desnutrición crónica se confirma por los avances consistentes en el otro ámbito del hambre: la desnutrición aguda estacional y sus muertes asociadas. En el primer semestre del 2014 el gobierno informó que se ha reducido un 23% la incidencia de la desnutrición aguda, aunque esta cifra ya es bastante baja en Guatemala (1,2%) y no es la primera prioridad, aunque es muy mediática. También se ha reducido la mortalidad infantil asociada a esta desnutrición. Este es uno de los objetivos principales del Pacto Hambre Cero (evitar las muertes por hambre) y en tres años se ha reducido este porcentaje en más de un 70%, lo cual muestra la prioridad dada a este tema (se pasó de 2,2 muertes por cada 100 niños diagnosticados en 2011 a 0,6 en 2014). Para reforzar el seguimiento de este tema y llevar las muertes a cero se ha creado una Comisión Presidencial para Analizar las muertes por Desnutrición y la SESAN le da seguimiento a través de los Corredores Endémicos de Desnutrición Aguda.
Ahora le tocara al Gobierno capitalizar sabiamente este éxito, que tiene unos responsables (para lo malo y para lo bueno), pero que también tiene unos claroscuros que hay que explicar y que deben servirles para mejorar el Pacto Hambre Cero. En la siguiente entrada explicare con más detalle los otros datos de la evaluación y sus implicaciones. Por ahora me quedo con la agradable sensación de que tanto esfuerzo de varios gobiernos (Portillo, Berger, Colom y Pérez Molina), miles de profesionales y millones de quetzales (ver pags 59 y 60 del informe del link) ha merecido la pena. Que Guatemala haya sido considerada por segundo año consecutivo como el país más comprometido en la lucha contra el hambre tiene ahora un reflejo en los datos nacionales. Datos que, por otro lado, han sido tomados con el máximo rigor y analizados por instituciones independientes, internacionales y de probada capacidad científica (IFPRI y CEPAL). Fuera de Guatemala ya están empezando a valorar este compromiso, aunque dentro todavía abundan las voces críticas. Nadie es profeta en su tierra y los medios hacen su trabajo, que sirve a los políticos para no descuidarse.
Este es el camino: el desafío es seguirlo muchos años sin desviarse, muchos gobiernos diferentes pero con la misma prioridad e intensidad. Espero que muchos de ustedes también compartan mi alegría hoy, independientemente del color de sus ideas políticas. Mañana volveremos a ser críticos propositivos…