No me aguanto más.
Desde que se anunció su llegada llevo aguantándome. A la vez que el otro equipo de la ciudad era capaz de deshacerse del tedio protagonizado por el hombre que observaba a las vacas, íbamos nosotros y, semanas después, con todo el arte, nos lo traemos a nuestra acera, con otro nombre, con otro envoltorio y con una tendencia mucho más cobarde. Pero de arte nada. Mal ángel. Muy malo. Y no me puedo aguantar más. Dios sabe que yo era de los que deseaba la victoria ante el Espanyol como el que más. Sobre todo, en los últimos minutos, cuando el equipo ya había mostrado, de nuevo, su inoperancia absoluta durante los 75 minutos anteriores. Pero nada. Una victoria habría mitigado mi oportunismo, pero los que me aguantan todos los días de cerca saben que no puedo con este entrenador. Y no puedo desde nunca. Una lástima que Julen Lopetegui Agote no siguiese los pasos de su padre, Aguerre II, y concentrase su pertinaz energía en el honorable deporte vasco del levantamiento de piedras, el Harrijasotzea. De verdad, no puedo, aunque su padre me pudiera dar, merecidamente, un buen pescozón.
No puedo con un entrenador que me desenganchó de la selección española. Y lo hizo por lo mismo que se practica en el Sevilla. Por el fútbol de toque horizontal y defensa a través de la posesión de la pelota entre centrocampistas de corte físico y centrales aseados. Por la facilidad para mirar atrás buscando el pase fácil y la tremenda dificultad para disfrutar de diagonales electrizantes o imaginería del artista. No cabe en Lopetegui la calidad y la imaginación si en su lugar puede alinear fuerza y obediencia. Resultado, elimina de la suma a gente como Dabbur, Rony Lopes, Bryan Gil, Chicharito o un Munir que, con 22 años, fue capaz de echarse al Alavés a sus espaldas para mantenerlo en primera. Todos estos están perdidos para la causa, perdidísimos. Y ahí, en esa lista, algún artista hay.
Pero para artista el que lo trajo y dijo (o nos vendió) que Julen Lopetegui es justo lo que quería para su apuesta ganadora. Que quería a un equipo que defendiese con el balón, que fuese protagonista con el esférico. La verdad es que Monchi nos la ha colado a base de bien. No se le puede achacar ninguna mentira, pero ¡qué ojito, compadre!. Me dicen en las tertulias con vecinos de los del otro color que tanto Juande Ramos, como Unai Emery fueron claves en el éxito del Sevilla pasado. Estoy convencido que así fue. En ambos casos se produjeron revalorizaciones notables en sus plantillas. Mira la nuestra. Ocampos y Diego Carlos. Pare usted de contar. Y ambos están en la misma línea que el resto de sus compañeros, cuesta abajo y con los frenos gastados. Eso sí, defender con la posesión y mirando hacia atrás, eso lo hemos hecho bien, como Monchi quería, aunque, últimamente, ni eso... Me pregunto qué hubiese pasado si llega a ser Óscar Arias el que se trae a Luuk De Jong y a En-Nesyri. Se tiene que ir a vivir a Sebastopol.
Evidentemente soy y quiero ser un eterno agradecido a la figura de Monchi. Pero cuidado con ser cabezota con los entrenadores que son más cabezotas que él. Monchi ha hecho muchas cosas bien. Muchísimas. Lo de traer a Lopetegui (con el dineral que le cuesta al club) tiene pinta de ser una de las peores. Al tiempo.
Y es que Julen Lopetegui, don Julen, como lo llaman en algunos mentideros, es un tío afortunado. Está muy protegido por su valedor, un León de San Fernando que no ha dudado en empeorar la delantera del equipo, desproveyéndola de goleadores natos con tal de que sus piezas ofensivas, más físicas, encajen con la arcaica idea de su entrenador. Pero es que don Julen, además, se ha encontrado con una defensa a ultranza desde determinados sectores de la afición que nos afeaban a los críticos escudándose en que lo que no nos gustaba de él era que viniese del Real Madrid o que hubiese traicionado a la Selección Española. Pues miren ustedes, eso también. Pero maticemos.
Julen Lopetegui no viene del Real Madrid. Viene del paro, al que llegó tras su enésimo descalabro deportivo, ese que le llevó a ser el entrenador más breve en la historia del club merengue. El más breve. Puede parecerles una exageración la expresión "enésimo descalabro" pero Julen Lopetegui fue destituido en la temporada de su debut en el Rayo Vallecano en Segunda División. El Rayo venía de Primera. El año de Lopetegui descendió a Segunda B. Después llegó al Real Madrid Castilla con el objetivo de ascenderlo. No lo hizo. Se fue al acabar la temporada. Tras ello llegan sus buenos años con la revalidación de dos títulos europeos, uno con la selección española sub-19 y otro con la sub-21, en los años 2011 y 2013, respectivamente. Hasta aquí sus triunfos.
Después de estos buenos años fichó por el Oporto y logró algo muy complicado en el equipo portugués: no ganar ningún título. En las palabras del presidente del Oporto, Jorge Pinto da Costa, en el cargo desde 1982 (algo debe saber de esto), me quiero detener. Al destituirlo indicó: "(...) decir que fue una apuesta ganadora no puedo decirlo, porque no ganó nada (...)" reconociendo que no le gustaba el juego del equipo pero que a él no le competía influir en el entrenador. Me siento muy identificado en este análisis.
Pues eso, tras el despido calamitoso en Oporto añádanle, si les parece, como punto positivo, la clasificación para el Mundial de Rusia. Clasificamos invictos ante Italia (en reconstrucción total tras una intensa crisis deportiva), Albania, Israel, Macedonia y Liechtenstein. Seamos serios, hasta Javi Clemente nos hubiese clasificado. En esta etapa a mí se me encendieron todas las señales que me alertaban en contra del tedio. Recuerdo perfectamente como los partidos se hacían eternos, infinitos y que solo los endulzaba alguna cabalgada en eslalon de Vitolo.
Cómo se fue de la selección, en un abandono del deber sin precedentes y la posterior, emocional y bochornosa presentación en el palco del Santiago Bernabéu ante los ojos llenos de soberbia de Florentino Pérez ya generó un caudal amazónico de tinta que no pretendo aumentar.
El currículum es paupérrimo y la manera de generarlo, cuanto menos, es triste. Pero, abundo en la idea, es un señor pleno de fortuna. Y lo es porque los antecedentes madridistas y traidores hicieron que muchos aficionados sevillistas no quisieran verlo pisar Nervión lo que, a su vez, generó un movimiento en contra, consciente, cómplice y elitista, que salió en su defensa, negando, de camino, la capacidad de discernimiento de los que nos oponíamos al felón fichaje. Éstos, que van siendo cada vez menos, se escudaron en una realidad, los buenos resultados iniciales, y en una falacia, que el equipo estaba trabajado.
Y es que si hay algo que ha hecho bien el famoso Director Deportivo del Sevilla esta temporada es la de dotar de físico a la plantilla: Diego Carlos, Fernando, Gudelj, Koundé, Lucas Ocampos, Luuk de Jong. Eso, unido al sentido defensivo del fútbol de Lopetegui, hizo que el Sevilla se convirtiera en un equipo rocoso. No se puede negar. Pero el Sevilla de Lopetegui, desde el primer momento, mostró, precisamente, una falta de creatividad y trabajo en la parcela ofensiva alarmantes. Usted, sevillista, ¿cuántas veces recuerda haber pedido la hora? ¿Granada, Vitoria, en casa frente al Levante, en Valencia, contra el Betis...? Un equipo trabajado defensivamente con una pléyade de jugadores que destacan justamente en su capacidad defensiva y de sacrificio bastó para que ese sector encontrase una base, fundamental y fundamentalista, para defender al finado. ¿Cuántos de estos padres reñidores que nos decían que no teníamos ni idea se están cambiado de acera? Si acudo a redes sociales, los hay a decenas.
Me cuentan también que se le ha caído el equipo, como a Machín. Si Julen Lopetegui llega a haber comenzado la competición a primeros de Agosto como le sucedió al soriano, si llega a haber tenido varias lesiones de fractura ósea, teniendo que poner a Banega de cinco siempre, sí o sí, si llega a tener la mitad de los fichajes en los últimos días de pretemporada... Quizás entendería la comparación. Pero a Machín se le cayó el equipo en unas circunstancias mucho, muchísimo más adversas que las que ha tenido Lopetegui, que se ha encontrado con un grupo en la Europa League propio de la Segunda B española, no fue la misma exigencia la que se encontró el técnico de la temporada pasada y este. Y luego está el Mirandés, claro.
Julen Lopetegui es un señor muy afortunado. Lo es porque el que lo trajo no quiere echarlo. Porque todavía tiene un gran número de defensores entre los aficionados (en algunas encuestas se aboga por su continuidad) y lo es porque el Sevilla, Monchi, vendió a Ben Yedder y, de este modo, no tiene la presión añadida de la grada para ponerlo, porque tú y yo sabemos que si Ben Yedder llega a haberse quedado en Sevilla estaría comiendo pipas junto con Munir El Haddadi, porque don Julen es así, donde haya un tronco, que se quite un artista. La que nos queda en Nervión, la Virgen.