En España y el resto del mundo hispano se ha presentado como gran noticia que el nuevo presidente del Partido Demócrata sea Thomas Edward “Tom” Pérez, un abogado de 56 años sin experiencia fuera de la política, al que se presenta como sustituto de Hillary Clinton para enfrentarse a Donald Trump.
Por fin un hispano posible presidente, dice la presa española, cuando la candidatura de este hijo de inmigrantes dominicanos es casi imposible.
El jefe del Democratic National Committee, que es la ejecutiva del partido, no suele aspirar a la presidencia del país como ocurre en España.
Es sólo organizador del aparato y de las campañas de los candidatos a todas las elecciones, incluida la presidencial; por eso los nombres de los siete predecesores de Pérez desde 2000 son prácticamente desconocidos.
Numerosos analistas que no se dejan aturdir por las pasiones políticas y mediáticas que se dan ahora mismo en EE.UU. creen que con esta elección los demócratas demuestran no haber entendido el mensaje ciudadano que hizo triunfar a Trump.
Como este ególatra, escandalosos y grosero presidente acierte un poco con sus decisiones económicas, a los demócratas va a pasarle lo que a los crecientemente desacreditados partidos históricos europeos.
Que están regidos por políticos sin experiencia laboral o empresarial propia, cuyos ingresos provienen de los impuestos, y son vistos ahora por la ciudadanía como parte de la economía extractiva, incapaces de generar riqueza propia.
Con Pérez los demócratas insisten en lo contrario de lo que hizo presidente a Trump, un tipo que llegó a la política tras triunfar en la producción de dinero.
Es algo que deberían estudiar en España derecha e izquierda porque aquí también corren tiempos nuevos en los que se ve como parásitos a los políticos tradicionales.
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SALAS