"En un agujero en el suelo, vivía un hobbit." Bilbo Bolsón lleva una apacible vida en la Comarca hasta que, un día, el mago Gandalf el Gris aparece en Bolsón Cerrado y le propone salir en busca de aventuras junto a 13 enanos que quieren recuperar Erebor, su antigua morada, de las garras del dragón Smaug. Bilbo finalmente se unirá a la compañía de los enanos, liderada por Thorin Escudo de Roble, y juntos atravesarán la Tierra Media, conocerán nuevos aliados y se enfrentarán a un mal latente que amenaza con poner fin a la paz y traer de vuelta a los orcos y a seres mucho más peligrosos.
Recuerdo con claridad el momento en el que, hace más de diez años, acudí al cine a ver El Señor de los Anillos: La comunidad del anillo. Según avanzaba la película mi asombro iba en aumento, no daba crédito a la historia que estaba presenciando, y aquella sesión acabó convirtiéndose en una de las experiencias cinematográficas más completas e intensas de las que he disfrutado. Durante los dos años siguiente me zambullí en las novelas de J.R.R. Tolkien y, por supuesto, acudí a ver las siguientes dos entregas, ya sabiendo que estaba presenciando todo un hito en la historia del cine como fue la trilogía de Peter Jackson, a la que me gusta aplicar el adjetivo inglés de larger-than-life (más grande que la vida misma).
Por ello, cuando después de muchos rumores se supo que finalmente sería Peter Jackson y no Guillermo Del Toro (cineasta que cada vez me cae peor) quien adaptaría El Hobbit, una de mis novelas favoritas, no dudé en celebrarlo. La espera ha sido larga, los rumores constantes, los videoblogs del proceso de rodaje muy interesantes y muchas las dudas si el regreso de Jackson a la Tierra Media merecería la pena, sobre todo teniendo en cuenta que de una única novela van a desarrollar una nueva trilogía. Por fortuna, la primera entrega de El Hobbit, titulada, Un viaje inesperado, no está nada mal, no defrauda, consigue entretener y sorprender, si bien es cierto que no llega al nivel de perfección de El Señor de los Anillos, en parte por el tono más distendido y humorístico de la historia (que ya estaba presente en la novela) y en parte por los excesos de la película.
Como adaptación, El Hobbit es bastante fiel a la novela en la que se basa, tenemos a todos nuestros queridos protagonistas y el espíritu aventurero del libro está presente en la película, si bien hay ciertas alteraciones en los sucesos o en la inclusión de personajes que no deberían estar ahí. Ahora bien, es cierto que la duración, casi tres horas, es algo excesiva, hay escenas metidas con calzador y eso repercute en el acabado de la película, que está un tanto inflada (véase la parte de Radagast correteando en su trineo de conejos... en fin). Aun así no se hace pesada, entretiene con una historia ligera y consigue sorprender a los espectadores con los parajes de la Tierra Media, mucho menos oscura que la de la saga madre, a lo que hay que añadir el factor nostalgia, pues es inevitable emocionarse al reencontrarse con personajes, escenarios y hasta la música de El Señor de los Anillos (en este sentido juega un papel importante la secuencia de apertura).
Hablando de viejos conocidos, en el reparto también presenciaremos el regreso de Hugo Weaving (Elrond), Cate Blanchett (Galadriel), el legendario Christopher Lee (Saruman), el gran Andy Serkis (Gollum) e incluso de Ian Holm (Bilbo) y de Elijah Wood (Frodo). A ellos tenemos que añadirles a los 13 enanos que emprenden el viaje para recuperar su antiguo hogar, interpretados en su mayoría por actores británicos, algunos de los cuales ni siquiera tienen líneas de diálogo en la película. Entre ellos destaca Richard Armitage como Thorin Escudo de Roble, el héroe trágico y desconfiado de esta aventura. Sin embargo, los que más destacan son Martin Freeman (soberbio haciendo de Watson en Sherlock), todo un acierto como el joven Biblo que hacía tiempo que pedía a gritos un papel protagonista; y por supuesto Sir Ian McKellen, inconmensurable bajo el manto de Gandalf el Gris y capaz de brindarnos algunos de los momentos más emotivos de la película.
La banda sonora también nos trae viejos recuerdos, pues el compositor Howard Shore recicla los temas de las anteriores películas y crea algunas piezas nuevas con mucha fuerza (atención a The World Is Ahead) e influencias de su trabajo más reciente (Hugo). La fotografía y la dirección artística también consiguen trasladarnos una vez más a la Tierra Media, guiados por el auténtico maestro de ceremonias, Peter Jackson, quien recupera el estilo grandioso, de potentes tomas áreas para realzar los decorados, que deja en pañales a los sucedáneos de fantasía que intentaron copiar el toque de la trilogía original (como las últimas partes de Harry Potter), y que cuenta con escenas resueltas de forma brillante, como la presentación del dragón Smaug.. Eso sí, el 3D sobra, el sistema patentado por el señor Cameron no aporta nada a los planos de Jackson, que ya de por sí solos son bastante tridimensionales.
A pesar de la excesiva duración, de las escenas y personajes metidos con calzador y de que apenas cubra un tercio de la novela, El Hobbit resulta una película sumamente entretenida, nos deja buenas sensaciones y, lo más importante, nos lleva de nuevo a la Tierra Media de J.R.R. Tolkien para reencontrarnos con personajes muy queridos. Otro asunto será que las secuelas mantengan esta línea y sigan a la altura.
Ficha de la película.