El hombre de acero: una nueva y mesiánica visión de Superman

Publicado el 24 junio 2013 por Cineenconserva @Cineenconserva

En el momento en que sabes que a este nuevo Superman no le han querido poner los calzoncillos por encima de su traje ajustado, o que ni siquiera le llaman Superman, te das cuenta que estamos ante una nueva revisión del mito, del héroe que en 1938 crearon Jerry Siegel y el dibujante Joe Schuster. Una viñeta que muy pronto alcanzó una gran popularidad entre la población estadounidense y que  tras sus apariciones televisivas no alcanzó a tener una traslación al cine digna hasta 1978, año en que vio la luz el Superman de Richard Donner, ese que abrió la veda para el cine de superhéroes y que se lanzó con la mítica frase publicitaria: "Usted creerá que puede volar". 

Ahora 35 años después, y tras un intento previo que resultó un fracaso, Superman returns, el héroe de Kripton regresa en una película que ya está generando opiniones enfrentadas. La criatura parida por Zack Snyder con producción de Christopher Nolan no es perfecta (tampoco se le presuponía) pero peca de grandilocuente. Excesiva, mística, aparatosa, espectacular, irregular pero también acertada en ofrecer una nueva visión (menos ingenua) de un personaje que necesitaba actualizarse.  


El hombre de acero es hija de su tiempo. Por eso al verla no hay que obsesionarse con acercamientos anteriores, en donde la nostalgia a veces nos juega malas pasadas. Ahora mismo y no descubro nada nuevo, en el cine de superhéroes ahora mismo coexisten dos corrientes; una que explota la parte lúdica de este subgénero (y de la que Los vengadores es su mejor exponente) y otra, auspiciada por Nolan, más realista en donde los héroes se muestran más reflexivos, son personas que también sufren como el resto de mortales, y tienen traumas para dar y aburrir. El hombre de acero naturalmente se mueve en esta segunda liga, algo que a mí no me disgusta. El problema existe cuando la mezcla de la tragedia del superhéroe (la aceptación del deber del protagonista) y de la parte más blockbusteriana no casan del todo bien. Cuando la angustia y la acción no están bien ligadas, o cuando las muchas explosiones, destrucciones, peleas... echan por tierra los buenos propósitos anteriores.    

Lo peor que le puede pasar a una película como esta es que se quede a medias, y que deje en el espectador una sensación contradictoria. Su exagerado metraje (aunque recordemos que el primer Superman también pasaba de las 2 horas) recuerda a la última entrega de la trilogía de Batman de C. Nolan. En este sentido, MOS (Man of Steel) también peca de lo mismo, del querer quemar todos los cartuchos posibles en el último tramo (el de la invasión a la Tierra de los últimos habitantes de Kripton). La parte final pone a prueba la paciencia del espectador con un clímax que nunca llega y una acción repetitiva y muy dilatada.

A favor en cambio tiene toda la parte más dramática, narrada de una forma muy arriesgada (con continuos saltos de tiempo) en donde conocemos las vicisitudes que pasó Clark Kent en su infancia y juventud (la sensación de ser un bicho raro, de no poder hacer uso de sus poderes) y como los valores de sus padres adoptivos (bien Diane Lane pero estupendo Kevin Costner) marcaron la personalidad de este marciano que vivió en Kansas hasta que no pudo reprimir más su naturaleza. Como en Batman Begins, Clark vaga por el mundo sin una identidad propia, hasta que los acontecimientos ligados a su pasado (el regreso del general Zod) le hagan dar el paso de convertirse en nuestro salvador. En un nuevo Mesías, porque las conexiones con la cultura religiosa cristiana están ahí, y no son nada sutiles (33 años, escena en la Iglesia con cuadro de La última cena de fondo, su relación con su padre biológico Jor-El...). 

Esa trascendencia que imprime tanto el director de 300 como el guionista David S. Goyer a veces se siente como forzada, (igual que la estética de fotografía documental, los planos mareantes pero de una belleza arrebatadora) pero en otras escenas alcanza lo que se propone. Que sintamos que necesitamos un nuevo Superman o Hombre de Acero. 

Vengo del rodaje de Prometheus II

Algo positivo en ella es que logra también la complicidad del espectador en varios momentos. Esto consigue restar solemnidad al conjunto y arrancar una sonrisa, que no una carcajada. Podemos verlo en la secuencia donde el hipermusculado Henry Cavill (algo falto de carisma pero correcto en su interpretación distante y humana) aprende a volar, o en la relación (nada edulcorada) con  una Lois Lane (Amy Adams) que habrá ganado en inteligencia y perspicacia pero que ha perdido en encanto respecto a Margot Kidder. En cuanto al villano (Michael Shannon) y la villana (no pierdan de ojo a Antje Traue) no destacan por su gama de matices pero están bien interpretados.

En definitiva, una película que reinventa el mito de Superman pero que no lo desdeña del todo, y que ofrece buenos momentos (sobre todo los dramáticos y los relacionados con la elección del héroe) pero también demasiado ruido. 
Lo mejor: El arranque con ese Kripton como nunca lo habíamos visto (aunque con parecidos  a Prometheus en diseño) y con un Russel Crowe de lo más convincente. La disyuntiva made in Nolan entre la que se mueve el protagonista (dos padres que marcan Jor-El en Krypton y Jonathan Kent en la tierra, dos mundos opuestos). El personaje de Kevin Costner, uno de los pocos que logra emocionarnos (SPOILER: por cierto vaya muerte ridícula, en la de Superman, la muerte de Glenn Ford era más verosímil). El tema principal de la banda sonora de Hans Zimmer. El final.Lo peor: Falta de ritmo. La sensación que te queda al final del film (ni es una mala película ni es todo lo mejor que cabría esperar de sus creadores). 

El Hombre de Acero