Dicho así, parece de ciencia ficción. Pero son propuestas reales, de Matthew Liao, director del Programa de Bioética de la Universidad de Nueva York, y sus colegas, que justifica sus propuestas porque “intentamos pensar fuera de la norma". Liao considera que esas propuestas serían posibles gracias a la ingeniería humana: la modificación biomédica de los seres humanos a través de la genética para reducir su impacto en el medio ambiente. Liao y su equipo sugieren que al cambiar nuestra biología, por ejemplo al alterar nuestro tamaño o dieta, podríamos crear seres humanos más ecológicos.
Pero, añade Juan Francisco: "ya ha tenido antecedentes en la medida que la ciencia lo ha hecho posible. Por ejemplo, la política de "un hijo" implementada en 1979 en China era una forma de ingeniería humana que utilizaba el aborto si no era cumplida. También los nazis sucumbieron a la tentación de jugar a ser Dios al desarrollar su programa ‘Aktion T4’, un programa que esterilizaba a las personas con ‘taras’ físicas o psicológicas, por un lado, y que eliminaba a los seres humanos que se consideraba que podían contaminar la raza aria.
Liao afirma que, en algunos aspectos, la ingeniería humana ya está teniendo lugar. Hay mucha gente que está optando por modificar su cuerpo, aunque por otras razones: para verse más atractivo mediante cirugía plástica, por ejemplo. "Muchas de las cosas de las que estamos hablando ya se están haciendo en la sociedad, no es tan radical como pensamos. Aunque estas cosas no se están haciendo en el contexto del cambio climático. Creo que si diera esta opción a la gente, algunos estarán dispuestos a adoptarla”.
La ingeniería genética es un riesgo para el hombre, la tentación de refundarse a sí mismo y perfeccionarse a través de la manipulación de sus genes. Detrás de las propuestas de Liao y su equipo -que pueden parecer una broma- hay un problema real que ya han planteado películas futuristas como Gattaca o La Isla. Además, hay una realidad inherente a este pensamiento, la manipulación genética es mucho más cara que la reproducción natural y, por lo tanto, la manipulación genética siempre quedará en manos de las élites. Está claro que esto incrementaría las desigualdades sociales.