Pero los adoradores del Estado, que son también adoradores del poder, de los privilegios, la rapiña y el odio, impidieron que esa idea sublime de libertad prosperara. Desde entonces, comunistas, socialistas, nacionalistas y fascistas, los cuatro jinetes de la esclavitud, han cortado la cabeza a todo intento de libertad y autonomía que florece en el mundo. Esos esclavistas demuestran con sus maldades y opresiones que son los grandes enemigos del progreso que dicen defender.
La única democracia verdadera es la que se construya algún día al margen del Estado. Por eso, votar a un comunista, un socialista, un fascista o un nacionalista radical para que nos gobierne es votar por la esclavitud.
La actual democracia es un bodrio corrompido por los ególatras, los tiranos y los partidos políticos. Los griegos clásicos, inventores de la democracia, pusieron el poder en manos del pueblo, pero los políticos se han apoderado de ese poder, que era popular, y lo han convertido en monopolio de las élites. En Grecia, casi todos los altos cargos eran desempeñados por los ciudadanos, por sorteo, salvo los de jueces y estrategas, que requerían cierta especialización. El ejercicio del poder mejoraba la condición humana y perfeccionaba la democracia. En el presente, el ejercicio del poder, monopolizado por políticos profesionales encuadrados en partidos, envilece en lugar de elevar y corrompe en lugar de generar decencia y solidaridad.
Es falso que el anarquismo niegue todo tipo de organización. Acepta un cierto poder de arbitraje, sumamente controlado, para los casos de conflictos, que algún día, cuando los ciudadanos estén entrenados en el ejercicio del poder, desaparecerían. ¿Una utopía?, Sí, pero alcanzable, como fueron también el fin de la esclavitud, la liberación de a mujer, la jornada laboral de ocho horas y la medicina púbica.
Mientras existan depredadores egoístas y capaces de todo para acaparar poder, como Sánchez, Putin y otros muchos, la democracia será imposible y el anarquismo será cien veces acuchillado porque su canto de libertad coloca en ridículo a los malditos tiranos.
Mi primer trabajo, en 1967, cuando tenía 19 años y lo hacia para pagarme mis estudios, en Madrid, fue el de corrector de pruebas en una editorial anarcosindicalista (ZYX). Recuerdo que uno de los primeros libros que corregí fue "El apoyo mutuo" de Kropotkin. Me dejó tan impresionado que sigo bebiendo en sus fuentes y me ayudo a rechazar desde entonces todo tipo de abuso de poder y autoritarismo. Nadie me ha convencido desde entonces de que el Estado no es el peor invento de la Historia y el más nocivo para la causa del humanismo y la libertad. Los defensores a ultranza del Estado, como los comunistas, socialistas y fascistas, han sido y son los peores depredadores y asesinos. Basta mirar a Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Irán y otros totalitarismos estatales para descubrir como aplastan, asesinan y se revuelcan en la sangre de los ciudadanos.
Francisco Rubiales