Me encanta esto de la licantropía, pero he de reconocer que cuando la maquinaria estadounidense de hacer películas se lanza a la piscina me echo a temblar y no de miedo precisamente.
El clásico de 1941 es retomado por el director Joe Johnston. Para poner alma al actor que vuelve como hijo pródigo a casa Talbott cuando su hermano ha fallecido. Nada menos que Benicio del Toro con una horrorosa peluca interpreta al protagonista de esta historia. Benicio es de esos actores a los que les falta un poquito de fuelle, un poco plano en la interpretación que yo adivinaba llena de registros teatrales. Pues no. Para eso está Anthony Hopkins: papá Talbott. Le da una buena lección a Benicio del Toro. Yo no sé si error de cating o qué. Investigaremos a del Toro. Un padre que tiene por amigo a un indio, siempre en casa, misterioso, de mirada altiva. Pobre chaval, con la peluca y sin saber por qué ha muerto su hermano.
El caso es que la película comienza muy bien, con planos largos rebosantes de niebla londinense, de la mirada de Anthony Hopkins, de la torturada vida de Benicio y el guión sige muy bien pues lo firma Andrew Kevin Walker(Sleepy Hollow).
Una fiera, una bestia, el maligno, o vaya usted a saber consiguen que el personaje de Benicio sufra en su propia carne lo indecible, pero la prometida de su hermano( Emily Blunt) tiene la clave de la historia. Y es que hay amor, a ver si los hombres lobo no se van a poder enamorar, faltaría más.
Scotland Yard siempre la pifia y eso que el inspector asignado tiene muy mala suerte, y en esta historia llevada a la pantalla con un final malísimo, da mucha pena que una historia tan bien escrita quede ensombrecida(por un final disoluto) a pesar de los dos sustos dignos de loa y encomio del hombre lobo, que acongoja de verdad, eso sí.
Una lástima.
Pero el hombre lobo siempre aúlla bajo la luna.