Revista Opinión

El hombre-masa o la ostentación de la vulgaridad

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia
   A la hora de caracterizar a los seres humanos, la principal línea divisoria es la que ayuda a clasificarlos en dos grandes clases de criaturas: “Las que se exigen mucho y acumulan sobre si mismas dificultades y deberes y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas”(1). O dicho de otra forma: la sociedad se divide en minorías excelentes y masas. En cierto sentido, parecería que todos somos masa en alguna faceta de la vida: la mayoría no sabemos, por ejemplo, cómo hacer que el agua de los ríos sea purificada, canalizada y conducida eficientemente hasta nuestros hogares, y, en ese aspecto, no aspiramos a mejorar, sino que nos aceptamos como somos. Los ingenieros del ramo serían los que habrían de asumir el papel de minoría excelente. Sin embargo, hay una característica que diferencia al hombre-masa del simple ignorante que asume sus insuficiencias, y es que aquel no acepta su inferioridad, sino que se cree capacitado para opinar sobre cualquier asunto y para que se acepte que esas opiniones suyas tengan la misma validez que la del experto o la del sabio. Y aún más: “Delante de una sola persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo —en bien o en mal— por razones especiales, sino que se siente “como todo el mundo” y, sin embargo, no se angustia, se siente a sabor al sentirse idéntico a los demás. Imagínese un hombre humilde que al intentar valorarse por razones especiales —al preguntarse si tiene talento para esto o lo otro, si sobresale en algún orden—advierte que no posee ninguna calidad excelente. Este hombre se sentirá mediocre y vulgar, mal dotado; pero no se sentirá ‘masa’”(2)    Lo peculiar de este fenómeno sociológico y psicológico es que, mientras que antes las mayorías aceptaban su papel subordinado, el hecho nuevo consiste en que hoy “la masa (…), sin dejar de serlo, suplanta a las minorías”(3). Así, por ejemplo, en política, las mayorías aceptaban antes el hecho de que, con todos sus defectos y lacras, había una minoría que entendía los problemas políticos un poco mejor que ellas. “Ahora, en cambio, cree la masa que tiene derecho a imponer y dar vigor de ley a sus tópicos de café”(4). E incluso una gran parte de los políticos actuales han pasado a serlo partiendo de su originaria pertenencia a la masa, es decir, siendo gentes sin ninguna cualificación, pero sintiendo que eso no los inhabilita, porque entienden que todo el mundo tiene derecho a todo, sin más requisitos. Lo propio acontece –un ejemplo más– en el ámbito intelectual: no es ya que cualquiera pontifique sin pudor desde su ignorancia sobre lo que un escritor haya investigado y pensado concienzudamente antes de publicar un libro, sino que cualquiera se siente escritor capaz de publicar sus opiniones, considerando que su vulgaridad está a la misma altura que los trabajados pensamientos de un escritor egregio. O fijémonos también en el caso de quien siente que, por el hecho de existir, tiene derecho a una vivienda, “como todo el mundo”, y, si no dispone de ella, lo único que debe hacer es "okupar" alguna de las que estén a su alcance.

El hombre-masa o la ostentación de la vulgaridad

René Magritte: "Golconda"

   Esto que pasa podríamos definirlo como hiperdemocracia: según el dicho, nadie es más que nadie, que trasladado a este caso quiere decir que todas las opiniones, todos los derechos, están equiparados, pero por su rasero más bajo y sin las correlativas obligaciones. O también: “La masa arrolla todo lo diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo corre riesgo de ser eliminado”(5). Ya no hay mejores y peores: hemos conseguido la igualdad… eliminando de la ecuación a los que osaban destacar.


[1] O y G: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 146. [2] O y G: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 146. [3] O y G: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 147. [4] O y G: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 148. [5] O y G: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 148.

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