Cuando muere el famoso escritor de novela negra Artur, todo es cotidiano. Excepto porque para abrir su testamento es necesario encontrar a Enda Berger, una mujer de la cual lo único que se sabe es que se sabe es que es irlandesa. Pero hay cosas del pasado que todos desconocen, incluso la propia Enda, y juntos deberán buscar respuestas a los silencios de los años.
Cuando esta novela salió un día en Kindle Flash (muy rebajada de precio para ebook de Amazon) no dudé en comprarla, y menos en leerla cuando lo propuso Laky para una lectura conjunta-simultanea. La pena fue que yo no sabía que muchos iban a leerlo en papel y empecé antes que los demás… desmarcándome como siempre. Aunque retrasada en las fechas de la reseña (como siempre) no quiero dejar pasar el momento de dar unas ligeras impresiones.
Y digo ligeras, porque se trata de un libro corto que a pesar de lo misterioso de la portada, es muy íntimo. Por eso no merece la pena que os cuente demasiado, porque creo que es una de esas historias que merece la pena ser leídas sin saber mucho más allá de lo que cuenta la sinopsis. Y si no la leéis (la sinopsis, digo), mejor que mejor. Por eso yo he escrito la mía propia, que me parece más adecuada porque no proporciona tanta información como la original.
Y precisamente por el concepto de lo que quiere contar, que es tan difícil hablar de ella: intimista, detallista y hermosa; a la vez que triste y nostálgica. Aunque comienza con unos primeros capítulos desconcertantes que pueden llevar a no entender nada (pero que por otra parte no hace más que picarnos la curiosidad e incitarnos a leer), una vez comprendido lo básico, el resto transcurre de forma tranquila y silenciosa.
Porque si por algo se caracteriza esta novela, es por el silencio de sus personajes. Por las cosas que se callan porque duelen, o las que no quieren oír porque van a doler. Y a pesar de que todo esto puede sonar a novela ardua y difícil, de alguna manera el autor ha conseguido hacerlo sencillo y fluido.
Esto lo debe al hecho de convertir la novela en una red de recuerdos y vivencias presentes de los personajes que la conforman. Volviendo al pasado en Barcelona, donde conocemos a unos casi adolescentes Enda y Artur, y pasando por la juventud de su mujer y también la de su hija, ya en el presente. Porque todas las decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas tienen efecto, no solo inmediato, sino a largo plazo y sobre los demás.
Y en todo esto parece que el mar y la calma del paisaje, donde todos reflexionan sobre lo que supuso el amor y la amistad, tiene un efecto calmante y silencioso. Lo que debería haber sido una explosión turbulenta de ira y odio contra el destino que no nos ha dado lo que esperábamos, se convierte más bien en una visión nostálgica y casi esperanzadora de todo lo que hemos pasado.
Y quizás es en ese punto donde le veo el “pero” a la novela: en la falta de drama, de gritos y llantos. Porque todo sucede demasiado blando para la realidad, donde a pesar de que saben que cada uno lleva su parte de culpa escondida, sería más realista que se escupieran a la cara acusaciones, y que los silencios fueran más tensos que reflexivos. Si habéis leído la novela, creo que sabéis perfectamente a que situación me refiero.
Pero pasando por alto todo esto, y teniendo en cuenta que se trata de una novela casi en clave femenina, igual el punto está en que las mujeres somos seres complejos que muchas veces hacemos cosas que no se pueden explicar de forma fácil. Como no se pueden explicar los impulsos de la hija de Artur, o el impulso final de su mujer.
Porque llegados al final (mucho antes de lo que me hubiera gustado, todo hay que decirlo), las cosas encajan de una manera en que no esperaba del todo. Y es que la idea que me había hecho a lo largo de toda la novela, que colocaba a todos los personajes en una “casilla” muy concreta, se ha desmoronado: Artur resultó ser más fuerte de lo que pensaba, Noelia menos “mala” de lo que la había dibujado y Enda… ella es la que sale perdiendo realmente.
Pasando ya a aspectos más formales de la novela, la definición de los personajes me ha dejado satisfecha, en el sentido de que están completos una vez que los completamos nosotros. Quizás más desdibujados (y sin ánimo de dibujarlos mejor) queden casi todos los hombres que aparecen. Es posible que concretamente en el personaje del abogado haya intentado darle un poco mas de peso y precisamente por eso haya quedado un poco confuso, casi traslucido si me permitís la metáfora.
El ritmo, como os contaba, a pesar de ser tan introspectiva, es ágil. Seguramente se deba a los capítulos tan cortos e intensos, que te llevan hacia el final sin pausa. Un final totalmente atado, con huecos para la esperanza, el perdón y la auto-aceptación. Un final bonito dentro de lo triste.
En definitiva, una novela corta y fácil de la que no merece la pena destripar mucho. Por eso os invito a leerla, porque en cierta manera da que pensar y seguramente disfrutareis con ella.