Mi primera incursión en la prolífica obra de Edgar Wallace ha sido este título de hoy, El hombre que no era nadie. No será la última; La puerta de las siete llaves está ya a la espera de su momento.
Edgar Wallace nació en Londres, hijo ilegítimo de la actriz Mary Jane "Polly" Richards y del actor Richard Horatio Edgar. Tuvo una infancia feliz en las casa de los Freeman, que lo cuidaban y a los que Polly pasaba una pequeña suma de dinero. Cuando no pudo hacer por más tiempo frente a este gasto, los Freeman adoptaron a Wallace. Dejó las escuela a los 12 años y desempeñó múltiples empleos hasta su alistamiento en el ejército cuando tenía 21. Trabajaría después como corresponsal durante la Segunda Guerra de los Boer... y escribiría mucho: 18 obras de teatro, poesía, libros de historia, 957 relatos y más de 170 novelas. Cuando falleció, se hallaba en Hollywood preparando el guión cinematográfico de una de sus novelas más célebres, King-Kong.
El hombre que no era nadie es una novela de suspense, un thriller, un tanto peculiar en cuanto que no hay investigador ni investigación. Lo que sí hay, no podía faltar, es una muerte.
Por un lado, tenemos a un noble, Sir James Tynewood, con demasiados gastos, muy poca cabeza, mucho tiempo libre y una esposa, Alma Trebizond, que acaba de atraparlo; a un hombre, Pretoria Smith, venido de Pretoria (Sudáfrica) de dudosa identidad, al que Tynewood parece odiar. Por otro lado, nos encontramos a la señorita Marjorie Stedman, ayudante en la firma de abogados Vance & Vance que lleva los asuntos de Tynewood, y también a un tío de esta que ha hecho su riqueza en las minas de Sudáfrica, desde donde les envía recursos a ella y a su viuda y algo despilfarradora madre. Y finalmente, nos encontramos con un asesinato, que la señorita Stedman presenciará, con el capricho de un tío que se siente morir, con una boda que Stedman se ve obligada a contraer para salvar la situación provocada por las deudas contraídas por su madre,... y ya tenemos el cocktail listo. Un cocktail, eso sí, con poca graduación, que se bebe sin casi enterarse uno pero que resulta agradable y de muy fácil digestión.
El hombre que no era nadie es una novela entretenida, con un ritmo ágil, con variedad de personajes (caza-fortunas, snobs, ricos ociosos, parientes con ideas peregrinas,...) aunque dotados de poca profundidad; es una lectura ideal para un tarde amena atrapada en una historia ligera, con toques de humor y algo de romance en donde no todo es lo que parece.
Si queréis, tras la lectura podéis ver la adaptación para la televisión- numerosas novelas de Wallace fueron adaptadas, algunas en varias ocasiones, para la gran pantalla o para series de TV- dirigida por Montgomery Tully en este enlace. Como suele pasar, la adaptación es demasiado libre y pierde, a mi entender, bastante de la frescura con la que cuenta la novela de Wallace. Aún así y con todo, se deja ver con agrado.
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