El hombre que salvó la Haggadah de Sarajevo, Alberto Manguel

Publicado el 28 junio 2015 por Kim Nguyen

El 25 agosto de 1992, el ejército serbio deliberadamente bombardeó la Biblioteca Nacional de Sarajevo, destruyendo así más de un millón de libros y más de 100.000 preciosos manuscritos. Entre los pocos tesoros que pudieron ser rescatados, hubo un célebre manuscrito hebreo iluminado, conocido como la Haggadah de Sarajevo, elaborado en España hacia fines del siglo XIII o principios del XIV. Este libro había sobrevivido ya no a una, sino a varias catástrofes. La primera fue la expulsión de los judíos de España, exactamente cinco siglos antes del bombardeo de la biblioteca de Sarajevo. Algún lector piadoso, obligado a abandonar su querida España natal, se llevó consigo la Haggadah y, junto a otros judíos sefaradíes, se refugió en cierta ciudad del imperio otomano donde, siglos más tarde, en 1914, sería asesinado el archiduque Francisco Fernando. Un par de décadas después, durante la Segunda Guerra Mundial, la Haggadah fue salvada nuevamente, esta vez por un bibliotecario musulmán de Sarajevo, quien la escondió para protegerla de los verdugos nazis cuya misión era quemar todo libro judío. Unos siete años después del ataque serbio a Sarajevo, en la primavera de 1999, ocurrió la siguiente historia: entre los miles de musulmanes (o “albaneses étnicos” como eran llamados) expulsados de Kosovo por los serbios, había una mujer que llevaba consigo, por razones sentimentales, porque había pertenecido a su padre, un pedazo de papel en caracteres hebreos, lengua que ella no sabía leer. Arreada con sus compatriotas del otro lado de la frontera Macedonia, la mujer decidió mostrar el papel a miembros de la comunidad judía del pueblo donde habían acampado. Fue un momento mágico. El papel resultó ser un documento otorgado por el gobierno de Israel al bibliotecario que no solamente había salvado la Haggadah de Sarajevo, sino que también había dado refugio en su casa a judíos yugoslavos durante las atrocidades nazis. La hija del hombre que había sido un héroe durante la Segunda Guerra Mundial era ahora la víctima de un nuevo acto de barbarie. Cuando se conoció su identidad, fue rescatada del campo de refugiados y transportada con su familia a Israel, donde fue recibida por un hombre que la abrazó con lágrimas en los ojos. Era el hijo, ya adulto, de uno de los judíos cuya vida el bibliotecario musulmán había salvado. “Mi padre hizo lo que hizo de todo corazón, no para recibir nada a cambio -dijo la mujer-. Ahora, cincuenta años después, de alguna manera ese algo nos es devuelto. Es como un círculo”. Es a ese círculo que pertenecemos, desde siempre y para siempre, libros y lectores.

Alberto Manguel
Para cada tiempo hay un libro

Foto: Biblioteca Nacional de Sarajevo
Agosto de 1992