¡El hombre que vive en un ovni! | Juan Manuel Yépez

Publicado el 20 agosto 2018 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Juan Manuel Yépez · Los Ríos

(Publicado originalmente en diario El Extra, Guayaquil, el 02 ago 2017 / 18:27 H.)

La invasión extraterrestre tomará diez minutos. Los primeros en mostrarse en naves nodrizas que ocultarán el sol serán los pleyadianos, seguidos de seres de la constelación de Orión y del sistema estelar Alfa Centauro.

El cielo se oscurecerá en las principales ciudades del mundo, ante la mirada atónita de una sociedad paralizada por el miedo a lo desconocido.

Lo que parecería un relato de Isaac Asimov, uno de los padres de la ciencia ficción, es la base fundamental de la existencia de un empresario guarandeño, de 49 años.

Él mismo diseñó y construyó una casa en forma de ovni, enclavada en un punto de la provincia de Los Ríos, donde se refugia con su familia, un loro y dos murciélagos mientras espera a los extraños visitantes.

Su relato es impactante. Sentado en el segundo piso de la imponente y circular infraestructura metálica, este personaje, que prefiere el anonimato por seguridad, dice convencido que la incursión ocurrirá en cinco o seis años, ya que la humanidad continúa en un proceso de destrucción planetaria que no conviene a los alienígenas “porque este es su centro de abastecimiento”.

Cuenta que llegarán de forma lenta, progresiva y sistemática. Primero aparecerán misiones de avanzada, que prepararán el terreno planetario para el arribo de los colonizadores.

Sin embargo, el proceso no será fácil, ya que las tres razas se disputarán a muerte el genoma humano. De esa guerra saldrá el nuevo amo de la especie, que nos pondrá de rodillas ante un incierto destino.

Muchos dicen que está loco, pero a él no le importa. Su hermano mayor -de cuatro- lo cuestiona: “Tú siempre creyendo en cucarachas”. Tal vez por eso solo tiene tres amigos. Pero las críticas no detuvieron su creatividad y levantó su vivienda contra todo pronóstico a imagen y semejanza de un objeto volador que vio en su niñez, cuando vivía en el pueblo Cuatro Esquinas, en la provincia de Bolívar.

Diariamente, a las cinco de la mañana, divisaba una nave que daba vueltas por el volcán Chimborazo.

“Era circular. Una vez fui con un familiar a mirar qué era y ahí nos dimos cuenta de que se parecía a una lenteja. Entonces dije que un día iba a construir algo exactamente igual a esto”, sentencia.

Objetivo: Atraer OVNIS

La idea nació hace quince años, pero los trabajos de construcción comenzaron hace apenas cuatro, cuando por fin pudo reunir los 400 mil dólares que costó el anhelo, gracias a sus negocios de televisión por cable, internet y diseño de inventos.

“La idea principal siempre fue atraer naves extraterrestres. Todo el universo está completamente poblado, entonces eso va a suceder”, apostilla.

Nadie podría imaginar que detrás de una sencilla y vetusta puerta de hierro, empotrada en un cerramiento de cemento a un costado de la vía a Quevedo, se esconde esta enigmática estructura de tres plantas y 461 metros cuadrados, localizada en el corazón de una cuadra de terreno (7.400 m²).

Una vez dentro, dos casas normales, que pertenecen a sus trabajadores, reciben al visitante. Para llegar al ovni hay que transitar 1.100 metros por un camino culebrero de tierra, rodeado de árboles de guayacán, Fernán Sánchez y caoba, hasta llegar a otra puerta alambrada que se abre electrónicamente.

Solo ahí queda al descubierto la gigante estructura hecha de aluminio y brea, que descansa sobre cuatro patas, donde recibe a EXTRA con una cálida sonrisa.

Varios arquitectos se negaron a diseñarla por los altos costos que representaba desde su óptica tradicional. La cabina de vidrio por la que se desliza un ascensor, hecho con un pistón de tres metros, aparece en la base de la nave, como si fuera un sistema de abducción para terrícolas.

La puerta se abre y emerge una cabina adornada con figuras estelares. En el primer piso están la cocina, el comedor y la sala. En el techo destacan íconos como la manzana mordida de Adán y una estrella amarilla.

La escalera que conduce al segundo piso posee luces de neón azules, rojas y verdes que se activan al pisarla. Arriba se ubican la sala -sobre la cual destaca el símbolo del yin yang- y cuatro dormitorios estilo futurista.

Cada uno tiene su baño, así como un sistema para convertir los desechos en abono orgánico en un pozo ubicado fuera de la estructura gracias a la gravedad.

La tercera planta sirve como terraza, donde se aprecia el horizonte como un lienzo de colores pastel. Desde ahí, este doctor en psicología industrial e ingeniero civil, graduado en la Universidad Central de Quito, medita contemplando el cielo como si se tratara de un mapa imaginario en el que se ubican los 30 mil millones de planetas. Mientras dialoga, abre los brazos y se deja invadir por los últimos rayos solares que lo llenan de energía.

“Toda la vida vi ovnis solamente en vigilancia, en reconocimiento rasante, a veces a 300 metros. El más grande tenía un kilómetro de diámetro. Los vi de cerca, no tienen sonido y su forma es metálica, yo diría como de aluminio”, sostiene.

Las cuatro novias que ha tenido en su vida lo dejaron por esta creencia. La última, una licenciada en idiomas con la que se unió en matrimonio, se quedó con él porque jamás habló del tema sino hasta después de la boda.

La pareja procreó dos hijos. El mayor tiene 22 años y estudia Mecatrónica en Quito. El otro, de 17, está terminando el bachillerato en Brasil.

“Cuando recién nos casamos, hace 23 años, fuimos a la laguna Las Cochas, en Bolívar, y nos acostamos a descansar. Eran las dos de la tarde y estábamos mi mamá, mi mujer y yo.

Empezamos a tomar fotos con la cámara y vimos que había a 400 metros de nuestras cabezas una nave de forma triangular que estaba estática. Nosotros la observamos hasta las cinco y no se fue”, recuerda.

Así sustenta la teoría de que ellos están aquí, observándonos y analizando nuestro comportamiento, como si se tratara de un enorme laboratorio biológico.

Cuando ocurra la invasión, los nórdicos -que son iguales a los humanos- saldrán a defendernos junto a los infraterrestres, que han habitado aquí durante dos millones de años.

La visita

El contacto más cercano que tuvo con seres de otro planeta ocurrió un jueves de septiembre, en 2013. Eran como las 19:30 cuando se despidió de los trabajadores de la finca. De pronto, las ventanas de la casa se abrieron y cerraron sin razón. Un apagón los asustó, mientras escuchaban una especie de zumbido:

“(En ese momento) vimos la silueta de una nave de al menos 50 o 60 metros de diámetro. Uno de los muchachos gritó ‘ahí, ahí, ahí…’. Algo cayó lentamente en forma de un haz de luz e hizo chispa en el suelo. No pudimos hablar porque fueron tres segundos y no volvieron más”.

Su deseo de que lo contacten se ha convertido en una obsesión. “Estoy seguro de que ya están aquí, viviendo con nosotros. Hay rasgos de civilizaciones muy peligrosas que vienen para exterminarnos como especie. De hecho, a 300 kilómetros de la Tierra hay legiones que nos cuidan para que no ingresen los malos. Los matan”.

Mientras eso ocurre, este hombre, de 1,70 de estatura, perfecciona una planta de cultivo para sustento interno con hortalizas y frutas, una torre para experimentación biológica y una planta procesadora de agua. Los necesitará cuando estalle la guerra intergaláctica que podría significar el fin de los tiempos. ¿Usted ya se está preparando?