Como cada mañana, aunque él no lo sabía, se levantó cuando aún no estaba del todo despierto. Medio aturdido, instintivamente se fue a la ventana y miró a lo lejos.
Frente a él había cosas. Notaba luz. Le molestaba algo y no sabía si era mucha o poca luz. Le costó mantener los ojos abiertos, pero se acostumbró en unos minutos.
Tomo aire profundamente y observó a través del cristal que no sabía si estaba limpio. Fuera de la habitación podía ver objetos, más grandes que él, aunque no sabía de demasiado grandes. Parecían ser rígidos y observó que dentro de ellos había gente. Podía ver a las personas dentro, a través ventanas como la que tenía frente a sí.
En el cielo no se veían nubes y la gente de la calle iba con manga corta, así que pensó que podría hacer calor, pero no estaba seguro. Abrió la ventana y sintió que el aire era caliente, por lo que dedujo que hacía calor. Aunque no sabía por cuanto tiempo, tal vez en unos minutos hiciera mucho frío.
Probó a sacar un poco la mano por la ventana, sin saber lo que sucedería. Vio que nada malo, así que asomó la cabeza hacia el exterior y miró el lugar en el que se encontraba, pudo ver que era como los que tenía en frente. Así que suponía que cumplía la misma función. No eran idénticos, pero sí muy parecidos, o eso comenzó a pensar. Supuso que eran casas.
En la calle, las personas andaban, no tenía claro si rápido o lento, pero estaban allí. Dudó un momento porque tal vez los veía pero no estaban, no sabía si eso era posible.
Había árboles con hojas que le parecían verdes, al menos no diferenciaba entre ese color y lo que él creía que era verde.
Estaba casi convencido de que seguiría haciendo calor los siguientes minutos y que el suelo no iba a desaparecer bajo sus pies. Confirmó que los pájaros volaban y emitían ruidos. Si tocaba las cosas las podía sentir y si cerraba los ojos dejaba de ver.
Notaba algo en el estómago y, si saber por qué, pensó que comiendo se aliviaría.
Escuchó el ruido de la puerta y se giró. Se sorprendió por esa reacción que no había podido controlar. Entonces vio la fotografía de una mujer bajo la que ponía “Mamá”.
Como cada mañana, aunque él no lo recordaba, su madre entró en la habitación. Lo hizo despacio pero él no sabía. Se quedó quieta bajo el umbral de la puerta esperando su reacción, tratando de no asustarlo.
La miró y no sabía qué hacer porque no sabía quién era ella ni que intenciones tenía.
- ¿Me reconoces? – Preguntó la mujer, mirando a la foto.
Pudo observar la similitud de los rasgos.
- Soy mamá.
Él miró a la mujer y la fotografía y dijo:
- No, ella es mamá.
- Claro – continuó su madre – es una foto mía.
- No, mamá es mamá y tú eres tú.
Como cada mañana, aquel hombre comenzó a aprender todo de la vida. Una de las cosas que más difícil le resultaría sería darse cuenta de que la foto no era la realidad, sólo una representación. Aquel papel no era su madre, sino una imagen de ella.
Observa en este vídeo cómo utilizar el concepto del hombre sin mapa con tus relaciones personales y profesionales.
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