El hombre y la cosa

Publicado el 25 enero 2015 por Diego Diego F Ospina @DiegO_OzpY

No sé cómo iniciar esta charla, aunque diciendo aquello ya la he iniciado. El hombre, no el de nuestro tiempo, sino el de todos los tiempos, desde que los valores existen y las materias tienen poder, ha sido un esclavo de las cosas. No se mal entienda, no está mal tenerlas, lo malo es obsesionarse con ellas, hacerlas una finalidad de lo humano, de la vida.
¿Qué le pasa a Pablo, el guerrillero? No quiere pelear ahora que tiene caballos.

Los caballos son estupendos; son caballos preciosos. Me pregunto si esos caballos podrían hacerme sentir a mí lo que hacen sentir a Pablo. El viejo tiene razón. Los caballos le hacen sentirse rico, y en cuanto uno se siente rico quiere disfrutar la vida. Pronto se sentirá desgraciado por no poder inscribirse en el club de jockey. Pauvre Pablo. Il a manqué son jockey.

- Por quién doblan las campanas, Ernest Hemingway.
Ahora, de forma fortuita he leído esto, hoy.

A medianoche los elfos se precipitaron al interior de la habitación y quisieron ponerse de inmediato a trabajar, pero se encontraron con las pequeñas y finas ropas en vez de los moldes de cuero. En un comienzo estuvieron desconcertados, pero entonces estuvieron tremendamente complacidos. Se pusieron las ropas rápidamente, las allanaron y dijeron:

-Ahora que nos vemos tan perfectos, ¡No necesitamos trabajar ni ser tan útiles!

Entonces brincaron, bailaron y saltaron sobre las sillas y mesas. Finalmente salieron bailando por la puerta y nunca se los volvió a ver.

- El cuento es de los hermanos Grimm, "Los elfos y el zapatero" traducción es del escritor F.A. Real H., que puede consultarse aquí.

Existe en estos personajes un conformismo, una actitud pasiva hacia la vida. Diferentísimos textos, pero básicamente es la misma idea. Tanto para Pablo el guerrillero que se oculta en los bosques españoles, como los elfos zapateros cuya labor saca de apuros a un buen hombre, ambos pierden de vista su papel en el mundo, aquella verdad sabida, conocida y ahora olvidada, es dejada a un lado por "la cosa".

¡Cuánta ficción es necesaria para tener algo de realidad!

"La cosa" es pues, cualquier cosa, muchas cosas, no es nada definido, puede que sea una persona antes que un objeto, pero básicamente es aquello que interrumpe un camino, para seducir al caminante con el encanto del descanso, haciéndole olvidar su fin último.
¿Cuántos caminantes no han olvidado su camino? Nadie los recuerda, nadie los conoce, ni los conocerá jamás.
El caminante, el Pablo o el elfo, que se deje seducir, ya por un vestido nuevo o un par de caballos, no será recordado, pasara por la vida, como la infinidad de los granos de arena en una duna, por la humanidad como un irreconocible, solo los hombres que soportan como piedra, que olvidan "la cosa" y retornan a la vida, al ser, son los verdaderos héroes de las naciones, quienes serán recordados por siempre.