No creer en algo es horroroso. Te asoma a las más miserables emociones negativas. Y sólo sales de ahí pagando un coste emocional muy elevado como rescate. Te conviertes como mínimo en un cínico satírico y embaucador. Mínimo. El máximo ya pueden imaginarlo, pasando por los intermedios. No creer es como caer de una cascada a un río con rápidos de nivel 4 sin chaleco salvavidas. Porque creer requiere de tener certezas, valores y prestancias emocionales que no sean corruptibles por nuestro cerebro y nuestra mente. Y es tan difícil poner de acuerdo a ambas. Los que creen suelen tener un sistema inmunológico más fuerte dicen los científicos. Pero todo el mundo cree en algo finalmente (el agnóstico puro es casi un mito como el del jugador "nato" de la teoría del juego y otros ejemplos extremos. Todos tienen taras estratégicas al respecto). Entonces, ¿por qué todos no tenemos el sistema inmunitario fuerte? ¿A qué llaman los científicos creer? A la creencia religiosa de un dios creador. Y ahí topamos con un escollo. O un iceberg que oculta el 90% de su estructura bajo el gélido océano. Son aguas turbulentas para nuestro pensamiento global. Y es duro no creer en algo, y más si tiene que ser en un dios creador. Entonces, el hombre sería su marioneta a imagen y semejanza. Y la devoción oscurece el alma. O no. La libera. Qué sé yo. Me hundí cínicamente en el lodo con este post.